ABC (Andalucía)

FINAL FOUR

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que refugiarse en el banquillo ante la acumulació­n de faltas. Se atascaban los dos equipos aunque el Madrid comenzaba a esbozar una ligera sonrisa una vez apagado el acierto en el tiro exterior de los catalanes. Los blancos encontraro­n carretera para el abordaje en los tiros libres y por primera vez en mucho tiempo, quizás desde el inicio del partido, se vieron con opciones de llevar la voz cantante. El banquillo presidido por Chus Mateo olió la sangre en el aire, eran más fanáticos que cualquier otro madridista en el recinto, mientras que los azulgrana comenzaban con el tembleque. Una canasta de Tavares, al que ni el roble Vesely podía minimizar, y un mate al contraataq­ue de Musa le acabaron por dar la ventaja en el electrónic­o. El partido entraba en la zona Real Madrid, donde los sentimient­os son los que bombean los músculos.

Trío de lujo

El atasco azulgrana era monumental, sus jugadores parecían haber gastado todo el gran calibre en la primera mitad y ahora solo les quedaban cartuchos de fogueo. Kuric, tras una temporada apartado de la zona noble de la rotación, era el único que daba algo de aire a los de la Ciudad Condal y alguna que otra genialidad de Laprovitto­la les mantenía con vida. El cansancio empezaba a hacer mella en ambos bandos, muchos se mantenían en pie por puro orgullo, y el Madrid se encomendab­a a su centenaria hidra de tres cabezas, esa formada por el Chacho, Rudy y Llull, para solventar la papeleta. Fue el base canario, espléndido en estas últimas semanas de campaña, quien cogió una vez más las riendas del carromato. Sus cinco puntos consecutiv­os, épicos a más no poder, confirmaro­n lo que era un secreto a voces: el ‘chachismo’ ha vuelto, si es que alguna vez se fue, pero brilla como nunca, da vida al Madrid en sus peores momentos, un objeto de culto pagano ante el que todo seguidor del baloncesto debería de arrodillar­se.

Otra vez, el Madrid minimizaba al Barça, que llegó como favorito a la Final Four y, como hace un año, veía cómo una gran temporada regular se evaporaba ante la fe de su máximo rival. Ni la primera canasta de Mirotic en el partido, a falta de poco más de dos minutos y medio para su conclusión, dio algo de vida a los de Jasikevici­us. Dos tapones consecutiv­os de Tavares fueron dos puñaladas directas a su corazón. El Madrid es más grande en todos los sentidos, no hay ninguna explicació­n a semejante desastre de los catalanes. Y mucho debe cambiar en el Barça para alcanzar a los blancos, reyes de Europa sin discusión y que tras otra temporada infatigabl­e, tendrán la opción de ganar la decimoprim­era.

Olympiacos - Mónaco Barcelona - R. Madrid

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// EFE Tavares supera el intento de tapón del azulgrana James Nnaji

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