Bush, fama menor como pintor
Dicen en Washington las malas lenguas demócratas, que no pudo haber ocurrido algo mejor para la imagen de George Bush hijo que la presidencia de Trump. Este republicano, una vez vilipendiado como ignorante, sádico o ambos, ha visto su imagen rehabilitada. Sus críticas discretas al trumpismo y su carácter campechano le han ganado simpatizantes. Él mientras se dedica a la pintura, con un estilo que combina el expresionismo y el pop, el cual comenzó a perfeccionar con lienzos de perritos. Recientemente ha expuesto una serie de retratos de héroes americanos en Kansas City.
Su vida ha cambiado mucho desde que se dedicaba al activismo vecinal en los barrios de Chicago. Fue elegido senador en el Capitolio a los 43 años y presidente a los 47, con un sueldo anual de 400.000 dólares. Su popularidad se elevó a más del 75%, según las encuestas, para luego caer al 38%. Fue reelegido en el cargo, algo que no todos tienen garantizado (basta con ver el caso de Trump).
Podría vivir, como han hecho otros expresidentes jubilados, de la pensión de unos 200.000 dólares que recibe del Estado. Pero tanto él como su esposa han armado una formidable máquina para ganar dinero.
Desde 2005, el año en que Obama entró en el Senado, hasta 2016, cuando dejó la Casa Blanca, el matrimonio ingresó un total de 20,5 millones de dólares gracias al sueldo de cargo público; derechos de autor y ventas de libros, y varios dividendos. Esto se sabe porque, como cargo público, declaró ingresos y bienes cada año.
En realidad, el grueso de aquellos ingresos vino de la literatura. Obama ingresó 15,6 millones de dólares por sus primeros libros, entre ellos los más exitosos: ‘La audacia de la esperanza’ (2006) y ‘Los sueños de mi padre’ (publicado inicialmente en 1995, reeditado después).
Ya en 2017, recién salidos del gobierno, Obama y su mujer firmaron otros nuevos contratos de libros por valor de al menos 60 millones de dólares. Lo que han publicado ha sido devorado por el mercado. ‘Tierra prometida’, que él sacó en 2020, vendió más de tres millones de ejemplares en Norteamérica en apenas dos meses, según la agencia Ap. En los pasados cinco años, ella ha publicado dos volúmenes, ‘Con luz propia’ (2022) y ‘Mi historia’ (2018), ambos superventas también.
Los dos fueron lanzados con una serie de conferencias de pago como las que ha dado su marido. Como hacen los escritores superventas en EE.UU., con cada libro dan una gira en la que venden no sólo ejemplares sino, sobre todo, entradas, para repetir la misma conferencia en diferentes ciudades. En Washington, Michelle Obama logró llenar el Teatro Warner, con un aforo de 1.800 personas.
Cada final de año y principio de verano, Obama saca además una lista de libros recomendados personalmente por él. Tal es su influencia en círculos culturales que el «¡recomendado por Obama!» se ha convertido en un reclamo superventas. Aunque algunos escépticos creen que sus recomendaciones son seleccionadas por su equipo, las listas son elaboradas personalmente por Obama y reflejan sus propios gustos literarios. En general, los Obama promueven la lectura y se consideran a sí mismos amantes de los libros.
El matrimonio ha creado también su propia productora de contenido, Higher Ground, con la que producen podcasts y series televisivas. La creación más reciente es el documental ‘ Working’ (en inglés, «trabajando»), sobre el mercado laboral, narrado con la voz de él. Se estrenó el 17 de este mismo mes, y es parte de un acuerdo firmado entre Obama y Netflix que le reporta al primero unos 50 millones de dólares.
Con estos ingresos, no es que Obama necesite un trabajo diario. Al expresidente se le ha visto de vacaciones de paraíso en paraíso: en Palm Springs, en Martha’s Vineyard, en Málaga. El verano de 2017, la prensa del corazón le dedicó páginas y páginas a sus aventuras en las Islas Vírgenes, cuando se dio de lleno al surf de vela en la propiedad del millonario Richard Branson, fundador del Grupo Virgin, mientras la era Trump descendía sobre Washington, y los demócratas que quedaban en el Capitolio entraban en una larga era de pánico.
Propiedades de lujo
También se dedicó Obama a adquirir propiedades. En 2017, una lujosa casa en el exclusivo barrio de Kalorama en Washington, de más de ocho millones de dólares. Le dio una nueva capa de lustre al barrio, justo al lado del icónico Hilton, y poco tardaron en ponérsele de vecinos el matrimonio de Ivanka Trump y Jared Kushner, hija y yerno de Donald Trump.
Dos años después, ya en 2019, Obama compró una mansión de vacaciones de siete dormitorios y piscina en la muy exclusiva isla de Martha’s Vineyard, comprada, según la revista People, por casi 12 millones.
La gira mundial que este año le ha llevado a Europa es también una fenomenal vía de ingresos. Las entradas a los discursos que dio en Ámsterdam y Berlín, ante miles de personas, se cobraban hasta por 2.500 euros, si era con foto con el conferenciante incluida. Para el resto, la butaca costaba oscilaba entre 100 y 250 euros.
Escuchar a un expresidente, desde luego, tiene su precio. En 2017, tras salir de la presidencia, los medios en EE.UU. revelaron que Obama ingresó casi medio millón de dólares por discurso en intervenciones ante diversas empresas de Wall Street, aunque hace tiempo que no da ya ese tipo de discursos.
Es cierto que como expresidente, Obama no puede conducir su propio coche, algo que hace el Servicio Secreto. Tampoco puede recibir correo en secreto, ni comprar sus propios teléfonos o tabletas, todo esto debe ser revisado antes por el equipo de funcionarios que se encarga de su seguridad. Pero eso, y no comerciar secretos de Estado, son las únicas limitaciones de una supuesta jubilación que por los números se antoja más que cómoda.
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