La victoria del encarcelado Khan complica la gobernabilidad
Cuatro días después de las elecciones generales en Pakistán, la única potencia del mundo musulmán con el arma atómica, el panorama político sigue siendo altamente confuso después de que ninguno de los grandes partidos sacara suficientes escaños para gobernar.
Contra todo pronóstico, el grupo más votado fue el compuesto por los «independientes» leales al partido del ex primer ministro Imran Khan, condenado a 14 años de cárcel y cuyo movimiento político está inhabilitado por la Justicia. El segundo grupo más votado fue el del tres veces primer ministro Nawaz Sharif, líder de un partido islamista moderado, y al que todo el aparato estatal –empezando por el más influyente, el militar– presentaba como amplio favorito en estos comicios. A cierta distancia, y como tercera formación más votada, figura el partido del clan más distinguido de Pakistán, el de los Bhutto.
Ninguno de los tres está cerca de la mayoría simple de los 339 escaños del Parlamento paquistaní, por lo que se abre la vía a difíciles coaliciones entre dos de los tres principales más la suma de pequeños. Como detalle anecdótico, 60 de los escaños están reservados a mujeres, y 10 a minorías no musulmanas, en particular la cristiana.
Solución ardua
El populista, mujeriego y fanfarrón Imran Khan, condenado recientemente a 14 años de cárcel por comercio de bienes públicos y un matrimonio «ilegal», se ha visto reivindicado. Pero es muy improbable que pueda saldar con esta victoria moral sus deudas con la Justicia, con los militares y en último término con Estados Unidos. Khan está en cierto modo pagando la audacia de su enfrentamiento contra las ‘tres A’ que son sagradas en Pakistán: Alá, el Ejército (‘the Army’) y América.
La opción que tiene más probabilidades de éxito es la del partido islamista de Sharif y el nacionalista de Bhutto Zardari. Lógicamente, los dos líderes aspiran a encabezar la coalición que pueda resultar de esa mezcla, por lo que la fórmula se ve ardua, y dependerá de las preferencias del Ejército, que está detrás del último fracaso de coalición gubernamental que estrelló contra las rocas el propio Nawaz Shariff, de nuevo favorito. Desde agosto del año pasado, gobernaba un primer ministro provisional puesto por los militares.