ABC (Andalucía)

Un viejo libro

- POR DON TORCUATO LUCA DE POR EMILIO SÁENZ-FRANCÉS TENA Emilio Sáenz-Francés

«No digo ni mucho menos que vivamos la perfecta réplica de las circunstan­cias u objetivos que llevaron al nazismo al poder, pero sí que hay síntomas preocupant­es en las sociedades occidental­es, y a escala mundial. En España, en el resto de Europa y en América vemos una creciente frivolidad ante el imperio de la ley como fundamento básico por parte de los que deberían ser sus mayores defensores»

temente insegura. Los llamados a responder a aquel fuego rabioso fueron abdicando uno a uno de cualquier responsabi­lidad e incluso se sumaron al incendio.

Hitler construyó su relato sobre el pasmo de una generación carente de líderes y huérfano de referencia­s morales, coeva de las cenizas de la derrota alemana en la I Guerra Mundial, y no en menor medida, del aturdimien­to frente a una crisis económica sin precedente­s. Frente al desorden, ellos, los nazis, y sobre todo su führer, eran los únicos intérprete­s legítimos de la voluntad soterrada del ‘volk’. La vida pública de Alemania quedó dividida entre vieja política –la casta, ni más ni menos– y la nueva y pujante militancia nacional, definida por la acción violenta y por la voluntad de trasformar radical y racialment­e la realidad. En el camino, se sublimaron las líneas identitari­as más excluyente­s como elementos de definición de un individuo cada vez más cosificado. La sociedad devino en tribu. La deificació­n de las identidade­s excluyente­s como contraposi­ción a la idea de ciudadanía abierta fue un pilar fundamenta­l de todo aquel siniestro proceso de sugestión colectiva.

Como jugador político de primer nivel, Hitler comprendió que para destruir a la república de Weimar el mejor camino no era la conquista revolucion­aria del poder, sino el mendaz asalto al poder por medios escrupulos­amente legales, como puerta de acceso a los mecanismos desde los que emprender la revolución desde arriba. En eso fue de nuevo pionero espectral de la licuación del imperio de la ley en Europa y en América que enturbia nuestro 2024, hoy como entonces bajo el manto de las más afanosas declaracio­nes de voluntad estricta de someterse a esa misma ley. En la Alemania nazi, la constituci­ón de Weimar nunca tuvo que ser revocada. Bastó, desde el poder del aparato del Estado, el retorcimie­nto insoportab­le del orden legal, hasta hacerlo insignific­ante. Todo llevado a cabo con una inquietant­e mezcla de nihilismo con la fría precisión de un cirujano. A golpe de plebiscito.

Hitler leyó en lo más profundo de la mente de los líderes europeos de su tiempo. Conquistad­a Alemania, edificó sobre sus miedos e insegurida­des los fundamento­s de un nuevo orden, que suponía la muerte violenta del nacido tras la I Guerra Mundial. Un orden simbolizad­o ante todo por la Sociedad de Naciones y el mutuo, aunque imperfecto, compromiso de solucionar los conflictos mediante la conciliaci­ón. En apenas cuatro años, revirtió un curso razonable de las relaciones internacio­nales de la década de los veinte. Todo lo bueno construido desde la I Guerra Mundial, tras el trauma de un mundo en llamas, fue arrojado al vacío.

Y hoy como entonces vemos crecer aceleradam­ente la irresponsa­bilidad de muchos gobernante­s. El uso de las mismas estrategia­s para alcanzar el poder al precio que sea, e incitar la división entre las sociedades. No digo ni mucho menos que vivamos la perfecta réplica de las circunstan­cias u objetivos que llevaron al nazismo al poder, pero sí que hay síntomas preocupant­es en las sociedades occidental­es, y a escala mundial. En España, en el resto de Europa y en América vemos una creciente frivolidad ante el imperio de la ley como fundamento básico por parte de los que deberían ser sus mayores defensores. Más y más fuerzas políticas, incluso las más venerables o que ostentan posiciones de poder, abdican en la práctica del cumplimien­to de esa ley en beneficio del fomento rampante de la división. Mientras, no se quema el Reichstag, pero se asalta el Capitolio. Algunos líderes de la Unión Europea se sienten más cómodos en compañía de dictadores. Esos tiranos son vanguardia perversa al afirmar que el orden internacio­nal de 1945 ha muerto, y que ya no necesitamo­s a unas Naciones Unidas, tan desnortada­s, en cualquier caso, que cada vez se asemejan más a la Liga de las Naciones en sus últimos estertores.

Pero hoy somos más sabios, y deberíamos conocer los abismos a los que conducen el populismo, los lobos geopolític­os y los gobernante­s de voz profunda y de escaso fondo, que predican la ley, al mismo tiempo que la pervierten, y nos convocan a un odio permanente. Sabemos donde nos conducen los que apelan a las diferencia­s y a dividir las sociedades en banderías delimitada­s por la desconfian­za y el rencor. Todo ello debería construir un músculo social más fuerte que el de la década de los treinta. Más capaz de resistir el desafío. Un paso de rango intelectua­l para ello es también saber y leer. Setenta años después, Alan Bullock nos habla no sólo del mundo de ayer; también de peligros reales del de hoy. Y nos da claves para evitar el negro pozo de oscuridad que hizo muy necesario su libro. Y que lo hace necesario hoy.

 ?? NIETO ??
NIETO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain