Comprende tus emociones
«Es importante para el equilibrio personal comprender qué son y en qué consisten nuestras emociones. Aprender a identificarlas. Saber cuáles son los principales factores desencadenantes. Aprender a gestionarlas con esas dos piezas esenciales de nuestra psicología: la inteligencia y la voluntad. Conocer cómo podemos gobernar pensamientos negativos intrusos que bombardean nuestra mente y la inundan de incertidumbres. El amor debe ser uno de los motores de nuestra vida»
COMPRENDER es entender, alcanzar, penetrar en la frondosidad de algo y conocer los aspectos esenciales de ello. Comprender es definir. La vida afectiva tiene dos grandes vivencias: los sentimientos y las emociones. Los primeros son estados de ánimo positivos o negativos, que nos acercan o nos alejan a la persona o al objeto que aparece delante de nosotros. Son como paisajes interiores, vivencias que se acompañan de pensamientos y que son duraderos y que no se manifiestan con síntomas somáticos. Son la forma habitual de cómo experimentamos la afectividad; sería como decir que la forma más frecuente de ir de Madrid a Buenos Aires es en avión. Todos tienen dos caras contrapuestas: alegríatristeza, amor-desamor, paz-ansiedad, empatía-persona tóxica, autoestima-inseguridad, etc.
Las emociones son estados afectivos más breves e intensos, positivos o negativos, que siempre se acompañan de manifestaciones físicas y que suceden como respuesta a algún factor desencadenante. En la tristeza normal uno llora y en la tristeza depresiva hay una melancolía profunda con un bloqueo de la conducta y con ideas y tendencias suicidas: En la ansiedad, hay taquicardia, sequedad de boca, sudoración excesiva, dificultad respiratoria, temblores, inestabilidad espacial… Son respuestas afectivas complejas, más breves que los sentimientos, que producen un cambio físico, psicológico, mental (cognitivo) y social (se llama asertivo) evidente.
Hay una tercera experiencia afectiva que quiero mencionar, las pasiones: son estados afectivos mucho más intensos que las emociones, que tienden a nublar la razón, a que pasen a un segundo o tercer plano los instrumentos de la inteligencia.
Se trata de explorar las principales emociones. Voy perforando superficies y me adentro en la selva espesa del mundo afectivo. Paseo la mirada por cada uno de esos binomios. Me abro paso entre masas de pensamientos. Definir es limitar, pero el tema está erizado de dificultades, porque sus límites son borrosos y esas emociones se cruzan, se atraviesan y sus fronteras se hacen difusas, etéreas, desdibujadas. Su campo magnético forma una telaraña compleja, es como una experiencia cambiante y bulliciosa en donde se mezclan las vivencias: ansiedad depresiva, miedos anticipatorios, paz incierta y con malos presagios, autoestima con un fondo inseguro, felicidad profesional pero no afectiva y así sucesivamente.
Es importante para el equilibrio personal comprender qué son y en qué consisten nuestras emociones. Aprender a identificarlas. Saber cuáles son sus principales factores desencadenantes. Aprender a gestionarlas con las dos piezas esenciales de nuestra psicología: la inteligencia y la voluntad. Conocer cómo podemos gobernar pensamientos negativos intrusos que bombardean nuestra mente y la inundan de incertidumbres. El amor debe ser uno de los grandes motores de nuestra vida. Es alegrarse por alguien o por algo, sentir afecto. Esta palabra está cargada de muchos significados, que es precisos matizar: desde el amor de amistad al que se produce por cosas o culturas, pasando por conceptos ideales ( justicia, democracia, investigación, etc.) o formas de vida o el amor humano o el amor a la familia o el amor a Dios. Donde es más fácil estudiarlo es en el amor entre dos personas, que va del enamoramiento al que se va haciendo consistente con el paso del tiempo. Éste consiste en una labor de orfebrería psicológica: trabajar y proteger el amor elegido con herramientas útiles mezclando corazón y cabeza. No hay amor sin cultura.
El desamor va desde el enfriamiento afectivo, al resentimiento o al odio. En todos ellos late el mismo ‘ritornello’: distancia, rechazo, sentirse uno dolido y no poder olvidar y pensamientos obsesivos de traumas no superados en donde una persona se puede quedar atrapada. El rencor es una mochila negativa que va destruyendo al que la lleva sobre sus hombros y produce hostilidad, saña, desprecio… y que está a menudo en la mente, que amarga al sujeto portador de ese resentimiento y de alguna manera lo va destruyendo por dentro. Saber olvidar agravios y traumas afectivos es salud mental; y el que no lo hace se va convirtiendo en neurótico: agrio, conflictivo, hosco, con heridas no cerradas que producen rabia y deseos de revancha.
La alegría es un sentimiento de gozo, de contento. De dicha, que se produce por algo bueno que nos ha sucedido: desde haber conseguido un objetivo por el que hemos luchado o alcanzar una meta largamente esperada. Y se manifiesta por fuera y por dentro de nosotros. Hay una gradación de intensidades de menos a más: placer –alegría– felicidad.
La tristeza es una emoción de pena, aflicción, desconsuelo, que se vive como desdicha y que se suele acompañar del llanto. Su núcleo principal es la melancolía, hay dos modalidades, entre las cuales cabe un espectro intermedio de formas de tristeza: la reactiva, que es secundaria a algo negativo que nos ha ocurrido, es motivada; y la depresiva. Que es ya parte de una enfermedad y que es mucho más intensa y más duradera y que puede ser endógena (debida a un desorden bioquímico cerebral, de fondo hereditario), exógena (se produce por conflictos y dificultades muy diversas) y mixta (es endógena y exógena a la vez). Los psiquiatras y los psicólogos sabemos cómo diseñar un enfoque de terapia adecuado.
La paz es la serenidad en el orden interior. Cuando uno es joven quiere fuertes emociones, aventuras insólitas, ir y venir de experiencias nuevas. Cuando uno es mayor la felicidad consiste en paz interior. La felicidad consiste en vivir en armonía con uno mismo. Lo contrario es el miedo y la ansiedad. El primero es un temor concreto que nos produce un malestar interior y del que nos defendemos de modo racional, con instrumentos prácticos para superarlo. La ansiedad es una emoción de temores difusos, en donde el miedo viene de todas partes y de ninguna y se acompaña de un cortejo de síntomas que producen un estado de alarma: taquicardia, anticipaciones negativas, estar en guardia y al acecho, sudoración profusa, temblores… y cuando aparece como crisis de pánico emergen tres amenazas de pavor: temor a la muerte, temor a la locura y temor a perder el control y hacer cosas insospechadas.
La felicidad absoluta no existe, debemos aspirar a una felicidad relativa que no es otra cosa que una vida lograda, con dos notas: tener una personalidad relativamente equilibrada y haber sabido diseñar un proyecto de vida con cuatro notas claves: amor, trabajo, cultura y amistad.
La infelicidad consiste en sentirse uno mal consigo mismo al comprobar que hay una mala relación entre lo deseado y lo conseguido. No se ha sabido administrar bien los deseos: la personalidad no está bien construida y por otra parte el diseño del proyecto de vida no ha funcionado en sus ingredientes esenciales. Pero siempre se puede volver a empezar…
Y termino con una pincelada sobre la educación. Educar es amor y rigor, ternura y disciplina. Educar es convertir a alguien en persona, libre e independiente.