ABC (Andalucía)

Valencia se vuelca con las víctimas de la tragedia

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monios a los que ha tenido acceso ABC, se empeñó en acceder hasta tres veces a la octava planta cuando sabía que ya estaba todo perdido. Era muy consciente de que había una familia, formada por los padres, un crío de dos años y un recién nacido, metida en un baño esperando a ser salvados. Así se lo habían transmitid­o sus compañeros por la emisora, que lo sabían porque los atrapados habían llamado al 112 para explicar su agónica situación.

El bombero apenas podía ver por la densidad del humo y se quemaba a pesar de llevar un traje especial capaz de soportar altas temperatur­as. De cada puerta salían llamaradas y el pasillo de la planta, estrecho, tampoco ayudaba.

Números derretidos

A pesar de todo, continuó intentándo­lo a la desesperad­a, plenamente consciente de que también él podía quedarse atrapado allí para siempre. Pero quería intentarlo otra vez. Sabía cual era el número del apartament­o en el que estaban, pero no consiguió localizarl­o

El incendio envuelve la última planta del segundo edificio porque las altas temperatur­as habían derretido los números de las puertas. Lo intentó hasta el final, hasta que literalmen­te sus jefes le obligaron a salir de allí de inmediato. Nada puede reprochars­e, fue mucho más allá de lo exigible, pero según los citados testimonio­s no se le quita de la cabeza que el jueves fue el peor día de su vida.

En el interior del edificio los bomberos trabajaron a entre 800 y 1.000 grados de temperatur­a y las llamas les impedían acceder a muchas zonas donde no sabían si había más gente atrapada. Después de su intervenci­ón, muchos tendrán que recibir asistencia psicológic­a. Están preparados para afrontar situacione­s límite, pero jamás habían vivido algo así.

La intervenci­ón fue de una enorme complejida­d técnica. En solo media hora, por el material con el que estaba recubierta la fachada y el fuerte viento de 60 kilómetros por hora, que además al chocar con el edificio provocaba turbulenci­as, el fuego estaba fuera de control y el inmueble era irrecupera­ble.

Desde el exterior

En esas condicione­s, lo único que se puede hacer es atacar al fuego desde el exterior, en este caso además en condicione­s muy complicada­s por la altura del inmueble. La prioridad era rescatar a la pareja de la planta 13, que

Los acuden en ayuda de la pareja atrapada, saltan a la terraza colindante

En todo momento refrescan la zona con las mangueras para bajar la temperatur­a

Logran alcanzar la cesta y descienden sanos y salvos con una serenidad que impresiona­ba aguantó más de dos horas a que los bomberos llegaran hasta ella.

La dificultad estribaba en que la escala de los bomberos con la jaula no se podía acercar lo suficiente al inmueble. Hay que tener en cuenta que para entonces caían al vacío elementos de la fachada envueltos en fuego, lo que aumentaba mucho el riesgo para todo aquel que intentara acercarse.

Se decidió entonces seguir una estrategia más conservado­ra. Lanzar agua continuame­nte sobre la terraza y las zonas adyacentes para garantizar la superviven­cia de los atrapados hasta que el rescate fuera técnicamen­te posible, para lo cual era necesaria la llegada de otra escala.

El hecho de que el rescate fuera seguido minuto a minuto por todas las television­es y páginas web de medios de comunicaci­ón no hacían sino aumentar la angustia. Las imágenes, además, resultaban engañosas porque la distancia desde la que el bombero lanzaba agua hasta la terraza era bastante mayor de lo que parecía.

Sobre las ocho de la tarde se entró en la fase final. Esta vez sí, esa segunda escala se pudo acercar más al edificio y no sin dificultad­es llegó hasta donde estaban las víctimas. Hubo que romper el cristal que protegía el balcón, pero a esas alturas ese era un problema muy menor. Cuando los dos accedieron a la jaula de los bomberos los aplausos de los congregado­s supusieron un alivio dentro de la tragedia.

El siguiente problema era saber si el edificio aguantaría en pie o por el contrario colapsaría, como sucedió por ejemplo con el incendio de la Torre Windsor de Madrid. Había un relativo optimismo porque la estructura de hormigón aguanta mucha carga de fuego, pero no dejaba de ser una incógnita. Por fortuna no se vino abajo, lo que hubiera sido catastrófi­co a la hora de recuperar los cadáveres de las víctimas.

Hubo otro detalle, no menor, del grado de compromiso del Cuerpo de Bomberos de Valencia . Un centenar de ellos, que no estaba de servicio, se

Valencia se ha volcado con las víctimas de la tragedia. Desde el primer momento, empresas, dueños de locales y vecinos se movilizaro­n para atender las necesidade­s de las personas que en media hora habían perdido todo. Alimentos, ropa, mantas, productos de aseo... Todo eso y más llenó un local de la zona cedido por una persona como punto de encuentro para ellos. Lo mismo hizo del dueño de un gimnasio. Los taxistas se ofrecieron a llevar gratis a los damnificad­os, muy afectados psicológic­amente, así que también los valenciano­s se volcaron en dirigirles palabras de consuelo. Una trabajador­a social que coordina un poco el despliegue se mostraba orgullosa porque «el barrio ha hecho una demostraci­ón de valentía y solidarida­d espectacul­ar». La falla Maestro Rodrigo-General Avilés abrió por la tarde su casal para recoger material «de primera necesidad, priorizand­o ropa de niños, calzado y útiles de aseo». También calzado y prendas de hombres. Nadie es ajeno a la tragedia. Valencia no abandona a sus vecinos.

ofrecieron voluntario­s para echar una mano a sus compañeros. Algunos se presentaro­n en la zona con sus coches particular­es. Otros se dirigieron a sus parques respectivo­s para dar el relevo a sus compañeros agotados. Una vez más, como sucedió en el accidente de Metro de 2006, nadie escatimó esfuerzos para ayudar a las víctimas de este incendio atroz, sin precedente­s en Valencia.

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// EFE Un bombero inspeccion­aba ayer el edificio
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