ABC (Andalucía)

Unamuno ya tiene el ‘honoris causa’ de la Universida­d de Salamanca

► Los nietos del ‘eterno rector’ recogieron la máxima distinción de la institució­n

- HENAR DÍAZ VALLADOLID

más allá del bando en el que estuviesen. Los ejemplos son numerosos: el intento de evacuación de los civiles del Alcázar de Toledo, la devolución a sus padres de los niños a los que la guerra había sorprendid­o en colonias escolares en la otra zona...», explica Corral.

Gracias a sus cartas, el autor ha descubiert­o que hubo más villanos que Santiago Carrillo, entonces consejero de Orden Público: «No se puede negar que la cadena de mando de la ejecutoria de las sacas y las matanzas fue comunista, lo mismo que el ‘consejillo’ de la Dirección General de Seguridad. Además, al frente de las Milicias de Vigilancia de Retaguardi­a (MVR), responsabl­es de las sacas y ejecucione­s, se hallaban otros dos miembros del partido. Pero también es cierto que en ellas predominab­an los socialista­s y los miembros de la UGT. Al final, en los pelotones de ejecución había hasta afiliados de Izquierda Republican­a, el partido de Azaña». Y eso, sin nombrar a Largo Caballero, señalado por la misiva del día 2.

Parece que Henny metió el dedo en el ojo al Gobierno. El 8 de diciembre de 1936, el avión de la embajada francesa en el que viajaba junto a dos periodista­s y a dos niñas fue ametrallad­o; él se salvó de milagro. ¿Quién fue el culpable? Es la enésima pregunta que intenta responder Corral. «Hay incógnitas. Por mi parte, no tengo duda de que el objeto del ataque era el doctor. Fue un Polikarpov I-15 republican­o el que atacó desde abajo, y con una ráfaga corta para alcanzar los depósitos de combustibl­e y que al avión cayera incendiado y pareciera un accidente», explica.

Noventa años después de que don Miguel de Unamuno pronunciar­a su última ‘lección’ en la Universida­d de Salamanca, con motivo de su jubilación, el espíritu del librepensa­dor ha vuelto a impregnar la institució­n académica. Lo ha hecho con motivo de la entrega, a los nietos del intelectua­l y filósofo, de los atributos que reconocen a su abuelo como ‘honoris causa’, un doctorado que le ha sido concedido a título póstumo al considerad­o como su ‘eterno’ rector.

«Gracias por darle a mi abuelo lo que es suyo desde hace un siglo», comenzó su intervenci­ón Miguel de Unamuno Adarraga, uno de los nietos presentes que conoció en vida al insigne catedrátic­o, para el que esta concesión es «un acto de reparación por el que nosotros, como familiares, debemos expresar nuestra satisfacci­ón y gratitud». Cerró así la intervenci­ón de los familiares en el multitudin­ario acto celebrado ayer en el paraninfo de las Escuelas Mayores, el mismo que fue testigo del famoso discurso de su abuelo ante Millán-Astray. El solemne acto se inició con las palabras de otro de sus nietos, Pablo de Unamuno, padrino del acto y quien se ha encargado de leer el laudatio, sin ocultar su emoción por momentos. «Es relativame­nte frecuente que un abuelo apadrine a un nieto en un acto religioso y civil, pero resulta chocante que un nieto apadrine a su abuelo», comenzó, recordando que esta iniciativa, cuyo impulso partió de Jean-Claude y Colette Rabaté, biógrafos del salmantino de adopción, está enmarcada en el centenario del «injusto destierro» a Fuertevent­ura impuesto al catedrátic­o por Primo de Rivera en 1924.

Antes de destacar los «tres aspectos» que para él son los «más importante­s» de la trayectori­a de su abuelo, «sus méritos académicos y literarios», así como su «entrega social y política», Pablo de Unamuno recordó que a don Miguel nunca le gustó que le encasillar­an, siempre se sintió «liberal» y «desde esa independen­cia hizo gala de su españolism­o». También subrayó cómo su abuelo «se resignaba a morirse del todo», por lo cual «su figura ha trascendid­o al tiempo y a la historia, y estoy seguro que en breve será objeto de la inteligenc­ia artificial».

La Universida­d de Salamanca fue el único destino de la vida académica de Unamuno y fue esa «savia nueva» de su discurso, la que le dio la «oportunida­d» de ser nombrado rector en tres periodos, «destituido en los tres por los gobiernos legales e ilegales del momento». Pese a las dificultad­es, hizo de la Universida­d de Salamanca «un lugar sagrado de trabajo» en el que intentó despertar una hasta entonces «escasa capacidad creativa».

Después de sus tres nietos, llegó la intervenci­ón del rector, Ricardo Rivero, que «Unamuno salvó a la Universida­d de Salamanca»: «Hoy reconocemo­s en esta universida­d al más coherente de sus profesores, a su más completo rector, al intelectua­l de más audacia de su tiempo, rasgos personales que le costarían el destierro y otros muchos pesares, pero que también le hicieron un héroe con mayúsculas y por eso le seguimos recordando».

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// EP El rector de la USAL y los nietos de Miguel de Unamuno

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