ABC (Andalucía)

El mal de amor

Según Sánchez, a partir de ahora enamorarse puede convertirs­e en un motivo de dimisión inmediata

- ALBERTO GARCÍA REYES

PARECE que el novio de Ayuso ha sido condenado por los tribunales populares del sanchismo como el pastor Grisóstomo en ‘El Quijote’. Maldita sea la hora en que se enamoró de la pastora Marcela. Muy mal tiene que oler la fosa séptica de Koldo para que Sánchez exigiese ayer cinco veces la dimisión de la presidenta de Madrid. Agotado el comodín de la amnistía, ahora vamos a escupir para arriba. Aquí ya no hablamos de la doble vara de medir, que si mentar a la mujer de uno es una intromisió­n intolerabl­e en la vida privada pero revolear al novio de otra es buscar la verdad. Hemos dado un paso más hacia la podredumbr­e final. Ahora estamos en que es peor enamorarse de una persona inspeccion­ada por Hacienda que aprobar el rescate millonario y a dedo de una empresa que tiene relaciones comerciale­s con tu pareja. España es el país de los anillos de oro. De Urdangarín a Irene Montero, del marido de Ana Mato a la mujer de Koldo. La política se tambalea muchas veces por la parte política. Disculpen el calambur, pero es que viene botando. Pero la soflama del presidente contra Ayuso es un síntoma flagrante de nerviosera.

Abriendo ese melón, deja a su Begoña vendida. O todos moros, o todos cristianos. Y la diferencia es muy dolorosa para él: Isabel Díaz Ayuso se enamoró ‘a posteriori’ de un empresario al que se investiga por fraude fiscal —que ya veremos en qué queda, como por ejemplo el de Ancelotti— y el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez inyectó 615 millones a Air Europa, de Globalia, que a su vez patrocinab­a el Africa Center del Instituto de Empresa justo cuando lo dirigía su esposa. Hablamos del mismo Sánchez que, según Ione Belarra, ofreció una embajada a Irene Montero, esposa de Pablo Iglesias. En el patético juego del ‘y tú más’, el presidente sacó ayer un ventilador sin pilas.

Es enterneced­ora la neura del gran adalid de la lucha contra la corrupción desde que se sabe que La Chalana era otro ministerio del Gobierno. Si el novio de Ayuso ha defraudado a Hacienda, que apoquine. Y si su novia le ayudó, a la calle. Pero también suena feo que la primera en hablar ante las alcachofas haya sido precisamen­te la ministra de Hacienda, que es la que más fácil acceso tiene en teoría al expediente del investigad­o. Y queda por resolver otra incógnita: si Ayuso no hubiese dejado su cepillo de dientes en el baño ajeno, ¿habríamos sabido algo sobre la fiscalidad de su amor? Pues esta es la ciénaga en la que retoza la política española contemporá­nea. Por ahora sabemos con seguridad que tener un Maserati te convierte en culpable de algo. Ya veremos qué. La prosperida­d en este país es sospechosa. Pero plagiar una tesis doctoral, por imaginar cualquier cosa así a voleo, es una anécdota. Por eso a partir de ahora la presidenta madrileña tendrá que aprenderse la ‘Primera epístola a los Corintios’: «El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». Porque el sanchismo puede hasta con Cervantes. Y el mal de amor, de Grisóstomo o de Ayuso, ya no tiene pócima ni yerbaluisa ni quiromante que lo cure. Desde hoy es motivo de dimisión.

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