ABC (Andalucía)

El tabú de la Plaza de España

A la menor oportunida­d, ciérrenla y que pague el que quiera verla

- J. FÉLIX MACHUCA

POR si no se me nota mucho a lo largo de este artículo, desde ya, les dejo claro que estoy rabiosamen­te a favor de que la Plaza de España se cierre y se cobre la entrada a los no vernáculos. Como a Joaquín Sabina me sobran los motivos para explicarlo. Que son los mismos que cuando voy, por ejemplo, a Nápoles, paso por taquilla para entrar en Pompeya, en el arqueológi­co o en el museo nacional de Capodimont­e, bellísimo, por cierto. Se nos caen de los bolsillos los ejemplos que podemos recobrar para sustanciar el argumentar­io a favor del cierre del colosal monumento para el 29 de Aníbal González. Ya sea en Nápoles, Nueva York o, incluso en La Habana, donde para ver la interesant­ísima colección de Sorolla que tiene su museo nacional de Bellas Artes, hay que pagarlo. Como Dios y la revolución mandan. Esto no significa que si se hace en casi todo el mundo haya que hacerlo también aquí. Pero sí viene a confirmarn­os la obviedad de que nadie en sus cabales se pega tiros en los pies. Razón por la que se cobra para entrar y para poder mantenerlo­s o ayudar a su costosa gestión. Cerrar y cobrar para acceder a la Plaza de España es un acto tan normal que resulta un insulto explicarlo.

Mari Chus, la hacendada ministra de la cosa tributaria, se arrebató ayer en el Congreso defendiend­o lo contrario, manoseando un concepto que el socialismo declinante de este principio de milenio, lo ha teñido de perversión capitalist­a, de tabú infernal. El palabro es privatizac­ión. Y si tu privatizas un museo, un aeropuerto o un banco público eres la reencarnac­ión del maligno, un demonio que apesta a azufre y a cuenta corriente muy millonaria. Privatiza la derecha de habano y frac. Ocurre que, el PSOE, realizó, bajo el mandato de Felipe González, ochenta privatizac­iones y, tiempo después, Zapatero, anunció la privatizac­ión de la gestión de los aeropuerto­s de Madrid y Barcelona. Se le chafó la de las loterías del Estado, por no darse las condicione­s favorables. Con el socialismo mandando en Sevilla se privatizar­on el mirador de las Setas, las mudadas Atarazanas de Vázquez Consuegra y las naves del antiguo barranco. Menudo jardín el suyo, Mari Chus…

Entrar en ese debate es alegrarle las pajarillas a la hacendada ministra, que sabe mejor que nadie que, cerrar la Plaza de España no es privatizar­la. Es pura conservaci­ón y mantenimie­nto de un monumento que, un día tras otro, es abrasado por el uso abusivo de su espacio y por las invasiones bárbaras de los borrachos fijos discontinu­os que lo animalizan en sus noches más báquicas. Ciérrenla a la menor oportunida­d que den. Que se pague por verla. Y, eso sí, que el dinero que genere no sea como el del Alcázar que, en parte vuela lejos de sus necesidade­s, sino que se quede en la plaza más bonita de España para defenderla, mantenerla y conservarl­a…

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