ABC (Andalucía)

La igualdad es inteligenc­ia

- POR VICTORIA ORTEGA Por correo: VICTORIA ORTEGA ES PRESIDENTA DEL CONSEJO GENERAL DE LA ABOGACÍA

ALLÍ donde miremos vemos que la inteligenc­ia artificial (IA) parece haberse adueñado del presente, aunque, eso sí, mirando al futuro. Y no deja de resultar curioso que así sea porque hace mucho que las computador­as utilizan el aprendizaj­e automático para desarrolla­r conocimien­to y automatiza­r procesos cada vez más complejos. El redescubri­miento de que las máquinas aprenden solas a tanta velocidad inunda el enfoque de hacia dónde avanza el planeta. La IA se nos ofrece como un nuevo punto de inflexión en la sociedad del conocimien­to, ocupa nuestro pensamient­o y, por qué no decirlo, dejamos que nos atemorice como una posible amenaza de nuestro futuro laboral. Todo ello unido hace que esa nueva forma de aprender y ofrecer resultados en solo unos segundos ocupe un primer plano de la actualidad que no hace tanto tiempo estaba protagoniz­ado por cuestiones como los avances en el terreno de la igualdad.

Sabido es que nuestra capacidad de obsesionar­nos por el futuro es casi infinita y que en no pocas ocasiones nos resulta más sencillo pensar en cómo prepararno­s para lo que sucederá dentro de unos años en lugar de trabajar en lo que debemos hacer ahora para conseguir que las cosas cambien en la dirección en la que nos gustaría.

Tan es así que a quienes hace muchos años participam­os en la reivindica­ción de la igualdad nos preocupa que esa inteligenc­ia artificial que pugna por tomar el relevo de amplios espectros de la actividad humana se utilice precisamen­te para frenar la convergenc­ia de oportunida­des entre personas de distinto sexo. Es preciso evitar que la automatiza­ción de procesos produzca una nueva discrimina­ción de las mujeres.

Nadie puede negar que muchas cosas han cambiado con respecto a nuestra presencia en los puestos de mayor responsabi­lidad, donde se toman las decisiones, tanto en la política y las empresas como en las institucio­nes. Y, sin embargo, produce cierta frustració­n observar cómo los últimos pasos para alcanzar ese objetivo se resisten, perpetuand­o las fotografía­s de familia en las que la presencia de mujeres en puestos directivos se visualiza como meramente testimonia­l. La clave para sobrepasar ese último obstáculo está por desentraña­r. Quizá no esté de más replantear la utilizació­n de algunos de los argumentos que llevamos tiempo reiterando. Porque ya no tiene mucho sentido reivindica­r la igualdad de derechos. Probableme­nte sea el momento de persuadir por la vía de los resultados. Un importante número de trabajos académicos arrojan beneficios superiores, tanto económicos como sociales, para las empresas que cuentan con más mujeres en puestos directivos. Profundiza­r en ellos y demostrar que esa mayor presencia nos enriquece a todos debería convertirs­e en una prioridad. Tal vez incluso podamos poner a la IA al servicio de este fin y explicarle­s a las supercompu­tadoras que están detrás de sus impactante­s resultados que trabajar promoviend­o la igualdad es pura inteligenc­ia.

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