ABC (Andalucía)

El móvil del 11-M

Vendrá la muerte y tendrá tu móvil, diríamos ahora, con menos lírica, pero no menos verdad

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

El móvil, o los móviles, sonando ya para nadie, al costado de los muertos, cuando el 11-M, fue la estampa más sobrecoged­ora y entera con que encerrar aquella barbarie, que no tiene estampa que la encierre. A mí aún no se me ha apagado el recuerdo de aquellos móviles, como el último ajuar vivo de tantos muertos. Los novios llamaban a sus novias, los hermanos llamaban a sus hermanos, los padres llamaban a los hijos, pero nadie atendía al teléfono, porque la muerte no coge el teléfono, y, si acaso, llama sin avisar, con terremoto de Goma 2. El móvil sirve para matar el tiempo a quienes no saben cómo llenar el tiempo. Pero aquellos móviles del 11-M sirvieron para entender de golpe cómo para siempre les mataron el tiempo a quienes ocupaban su vida yendo puntualmen­te a la Universida­d, el andamio o la oficina. Teníamos el móvil como un apero de apego global, como una alhaja ociosa, y acaso pija, para ir haciendo cháchara de deshoras, pero no sabíamos que el móvil, muy temprano, también nos servía, en Madrid, para llamar directamen­te a la muerte, que viaja en secreto en trenes llenos de obreros dispuestos o universita­rias entredormi­das. Nos sonarán para siempre en nuestros ánimos azotados todos esos móviles que un jueves oímos sin respuesta, y hasta debiéramos hacer un sagrado día de silencio en nuestros móviles, por sacudir un poco a la muerte de sus timbres, y por sostener aún otro gesto de solidarida­d con los miles de desconsola­dos, que somos todos. Hubo móviles de muertos repentinos, que no respondían, y hubo móviles de heridos, que contestaro­n desde un apagado lamento, pero contestaro­n. A los muertos les sonaba el móvil. A los aún vivos no, o sólo un momento. A quien le sonaba el móvil estaba muerto. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, resolvió el poeta. Vendrá la muerte y tendrá tu móvil, diríamos ahora, con menos lírica, pero no menos verdad. Qué final bárbaro, qué orfandad sin víspera, qué frío recado funeral llamar al móvil de quien amas para saber que, si no te responden, te está respondien­do la viva tragedia. Hasta hoy.

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