Níger expulsa a los norteamericanos y acerca el Sahel a Putin y a la yihad
► La Junta golpista de Niamey ya rompió con Francia, antigua metrópoli, así como Mali y Burkina Faso
Una visita de altos funcionarios de Washington, que según la Junta Militar de Níger no siguió los «conductos reglamentarios», ha servido este fin de semana a los golpistas de Niamey para justificar la ruptura del acuerdo de cooperación con Estados Unidos. Como consecuencia de ello tendrá que abandonar el país el contingente de poco más de mil militares norteamericanos, que desde hace años colaboran en la lucha contra las filiales de Al Qaida y Estado Islámico en Níger.
Los militares golpistas ya habían hecho algo similar a finales del año pasado con el contingente francés, siguiendo el ejemplo de los otros dos países francófonos del área del Sahel, Malí y Burkina Faso, que también cuentan desde hace poco con regímenes militares instalados tras un golpe de Estado.
El Sahel, ese inmenso espacio de territorio al sur del Sahara, habitado por más de 75 millones de africanos –concentrados en sus áreas meridionales–, es rico en minerales. Y sobre todo es un territorio especialmente atractivo para los movimientos de la yihad global, tras los sucesivos fracasos islamistas en Oriente Próximo desde las revueltas de la mal llamada Primavera Árabe.
Pese a la prolongada presencia de Francia en todo el área, el Sahel vive una inestabilidad crónica desde los años de la independencia agravada por el resurgir de las teorías islamistas, que ofrecen un retorno al esplendor idealizado de la Edad Media. Francia no supo dejar en su día su impronta cristiana en la región, habitada por una fuerte mayoría musulmana, y ha actuado además con torpeza política desde la llegada de Macron al Elíseo. La consecuencia ha sido la ruptura de todos los nuevos gobiernos con París, y la extensión de un sentimiento antifrancés en las calles que alientan las juntas militares golpistas.
Para agravar la situación, a principios de este año los tres países del Sahel anunciaron su salida del llamado Bloque Económico de África Occidental (Ecowas), por las presiones de éste para que Níger, Mali y Burkina Faso retornaran al camino de la democracia.
Proximidad con Pekín
El autoaislamiento de los golpistas les empuja ineludiblemente a arrojarse en brazos de China y sobre todo de Rusia, en busca de seguridad militar a cambio de derechos en la explotación de minerales. Los mercenarios rusos de la compañía Wagner –reconstruida tras el asesinato de su líder y hoy más controlada por el presidente Vladímir Putin– están en Malí desde 2021; este año empezaron a llegar a Burkina Faso, y pronto podrían hacerlo en Níger una vez que se vayan las tropas norteamericanas. En fechas recientes, el primer ministro de Níger viajó a Rusia, Irán, Serbia y Turquía en busca de fondos y de armas.
El contingente mercenario ruso ofrecerá a los militares golpistas del Sahel seguridad personal –algo que conocen
Washington tendrá que retirar los 1.000 militares que luchaban contra las filiales de Al Qaida y Estado Islámico en el Sahel
Mali y Burkina Faso ya han recibido mercenarios de la compañía Wagner, y Níger negocia con Rusia recibirlos pronto
bien, porque ellos se levantaron contra sus jefes dentro de los palacios presidenciales– y poco más.
Además, es de prever que Rusia no traerá más seguridad al Sahel, porque no tiene ningún interés ideológico en frenar al islam radical en África. Como tampoco en ejercer las funciones policiales que las actuales juntas golpistas son incapaces de asegurar. El año pasado fue el más violento en el Sahel, una región en la que se produjeron alrededor de 14.000 víctimas, muchas de ellas civiles.