Bruselas nos mima
En los despachos de la Comisión Europea saben perfectamente cómo usamos los fondos europeos. Lo consienten
MÓNICA García quiere acabar con la corrupción con un observatorio nuevo en el Ministerio de Sanidad. Ideaca, que dirían los adolescentes. ¿Cómo no se le había ocurrido a alguien antes? Al poco de hacer el anuncio hace unos días, Jaime Gómez-Obregón, activista de los datos en abierto, colgó un vídeo dirigido a la ministra en el que le exponía las decenas de observatorios que existen en nuestro país, con los nombres más rocambolescos. Apostaba Jaime por la creación de un observatorio de observatorios, que evaluara la eficacia de los mismos, con cierto tono irónico. Este joven cántabro cuenta entre sus logros, un poco melancólicos, el haber expuesto las empresas beneficiadas con contratos públicos con apellidos en común con cargos en listas a lo largo de varios años o también el dinero público que se nos fue en pandemia en la creación de multitud de ‘amazons’ locales para impulsar el comercio y que han fracasado, como no era difícil de adivinar, una detrás de otra.
Hubo una época poscrisis de 2008 en la que algunos poníamos nuestras esperanzas reformistas en la llegada de hombres de negro de Bruselas, que iban a venir a enderezar derroches de presupuestos e impulsar reformas de la Administración para optimizar el uso del dinero público. Fue un logro, suponemos, conseguir que España no fuera intervenida, como sí ocurrió con las economías portuguesa y griega. Por entonces, había un partido, Ciudadanos, con una agenda reformista, pero hemos llegado a un punto en el que no hay formación política que tenga entre sus propósitos una evaluación rigurosa de las políticas públicas. Vivimos instalados en el entretenimiento del politiqueo y no hay nada menos sexy electoralmente que la evaluación rigurosa de iniciativas públicas. De hecho, las sospechas sobre los turbios tejemenajes de las compras de mascarillas en el Covid vinculadas a los negociados de Ábalos estaban negro sobre blanco en un informe del Tribunal de Cuentas que pasó con mucha más pena que gloria. Como los reparos de los interventores en el escándalo de los ERE andaluces en su momento.
Por no quedarnos, ni esperanza ya en los hombres de negro de Bruselas. No es algo reciente. En los despachos de la Comisión Europea saben perfectamente cómo usamos los fondos europeos. Desde aquellos cursos de formación en Andalucía a estos nuevos Next Generation. Lo consienten. Da igual que cumplamos o no el déficit, que reformemos o no el subsidio del desempleo, que cumplamos o no objetivos, Bruselas está ahí, siempre comprensiva con nuestros gobernantes. No nos va a enderezar.
Nos queda seguir a Jaime Gómez-Obregón en redes, apoyarle económicamente para que vaya sacando él solito las vergüenzas del mal uso del dinero público… Y nada. Admito que es un ejercicio de melancolía. Queda la intuición de que, si fuéramos miles los que apoyáramos desde la sociedad civil los esfuerzos de Jaime, si nos agrupáramos en una alianza de contribuyentes, quizá podríamos cambiar algo. Los hombres de negro de Bruselas ya no existen. Sólo nos queda este joven que suele ir vestido de gris.
RAMÓN