Investigadores y un auto de la Audiencia de Córdoba apuntan a que el capitán pudo frenar a tiempo; éste defiende su vigilancia y celo
ne una longitud norte-sur de 109 metros (dos piscinas olímpicas).
El Estado Mayor de la Base de Cerro Muriano ha reconocido en dos informes que no existe una norma específica para este cruce de lago —como mucho, una referencia en un manual de adiestramiento como un ‘cometido táctico’ para grandes y pequeñas unidades—, por lo que tampoco era obligatorio que hubiera apoyo sanitario a la misma. Aún así, el capitán pidió un soporte básico (una ambulancia con un conductor y un enfermero), pero esa mañana la maniobra coincidía con dos prácticas de tiro y allí (con más peligro) es donde estuvo el vehículo de emergencia. «Estarían atentos al móvil» por si ocurría algo. En eso quedaron Zúñiga y los sanitarios. A 30 minutos, el Botiquín de la Base.
¿Cuáles son los límites ordinarios del riesgo, entonces? ¿Hubo evidencias de un riesgo extraordinario y pese a ello se continuó? ¿Fueron insuficientes las medidas de seguridad? Todas estas preguntas, además de ponerse el viernes sobre la mesa en los diferentes interrogatorios —las acusaciones no obtuvieron respuestas de los tres encausados—, siguen flotando en el aire y se tornan cruciales.
Dos versiones
El amplio atestado de la Policía Judicial, por el que han pasado decenas de testigos —a los que la propia ministra Robles ha instado en varias ocasiones a que cuenten la verdad, caiga quien caiga—, apunta claramente a esa falta de medidas de seguridad suficientes para un ejercicio que en anteriores ocasiones se había hecho con zodiac, ambulancia, cuerdas de vida instaladas por zapadores o cruzando el lago por la orilla, sin adentrarse en la zona de más profundidad (entre 3 y 4 metros). O en otras fechas. La diligencia policial, a la que ha accedido ABC, pone énfasis en el hecho de que fracasara un primer intento de abordar el paso que se hizo antes de iniciar la maniobra conjunta por «problemas de flotabilidad de algunas de las mochilas» así como el «nerviosismo creado en algunos soldados».
A la charca entran en ese momento varios soldados que acaban dándose la vuelta porque se les hundía la mochila y uno perdió su fusil. Reciben una reprimenda del capitán. Pese a este episodio, el ejercicio se activa. «El capitán tenía competencias para suspender o modificar» la prueba al ser «responsable del ejercicio y tener competencia suficiente» para ello. De igual modo recuerdan los investigadores que era el «responsable de adoptar medidas de seguridad que considerase necesarias al riesgo creado».
Con el añadido de que los soldados eran inexpertos y tenían sobrepeso de castigo (3,5 kilos más) colocado por el teniente en unos petates que acabaron por no ser estancos y perdieron la flotabilidad, básica para nadar y atravesar el lago sin hacer pie, que era como había planteado el ejercicio Zúñiga (paso desembarcado). La Guardia Civil traslada al teniente Tato y el sargento Álvarez la potestad de haber advertido de esta situación a su mando.
Sin embargo, el capitán en su versión escrita de ocho folios describe cómo previamente aumentó el número de instructores (de 10 que bastaban a 17), cómo repasó varias veces el anclaje y la cuerda guía (de 9 centímetros de grosor y de escalada básica) que alguien soltó de un extremo, solicitó el apoyo sanitario, adelantó un día la maniobra porque pensó en mejores condiciones meteorológicas (4 grados en el exterior a la hora de entrar en el agua); revisó la tarde de antes los detalles con sus subordinados y alertó a pie de charca a quienes no supieran nadar —nadie le contestó—.
« En la orilla hay dos soldados de nueva incorporación que tienen problemas para mantenerse a flote pues habían soltado sus mochilas y uno de ellos el fusil. Ordeno que todo el mundo vuelva fuera del agua para volver a explicar el ejercicio», cuenta en su informe días después de los hechos. Si perdían el control, debían agarrarse a una cuerda que falló. En la otra orilla esperaba un grupo de monitores vestidos de deporte, incapaces de llegar a tiempo cuando se desencadenó el caos. Los que pudieron ser rescatados, salieron congelados. Varios fueron atendidos por hipotermia (uno en parada cardiorrespiratoria) y luego hospitalizados. También el sargento.
Son tres meses ya de una tensísima calma y con todos los focos apuntando a la Base de Sierra Morena y este complejo asunto. Semanas después del suceso, el general Olazábal, al cargo de la Bri X, anuncia su relevo por edad. Fernando Ruiz Gómez, procedente de la base militar en la Antártida, es el nuevo alto mando. Robles prometió medidas cuando se sepa una verdad que aún flota en las aguas de un pequeño y turbio lago.