«Retrasar, retrasar»: la estrategia de Trump para ganar su guerra judicial
► Hoy tendría que haberse celebrado el primer juicio contra el magnate por presuntamente pagar un soborno a una acriz porno, pero se ha pospuesto ► El objetivo del expresidente es obstaculizar y dilatar las causas para evitar condenas antes de las eleccio
La de hoy era una fecha señalada en el calendario político de EE.UU. Esta mañana debería haber arrancado en Nueva York el primer juicio penal contra Donald Trump, con la selección del jurado de ciudadanos a los que se les habría encargado la tarea monumental de declarar culpable o inocente de un delito a un expresidente de EE.UU., algo inédito en la democracia más vieja y estable del mundo.
Será, sin embargo, una jornada normal en la zona de juzgados del sur de Manhattan, sin vallas policiales, sin el enjambre de reporteros, sin el circo habitual de partidarios y oponentes. El juicio, relacionado con los pagos en 2016 a una actriz porno para silenciar su relación con el entonces candidato a la presidencia Trump, se ha pospuesto.
Es la última evidencia de que, por el momento, el expresidente y candidato a regresar a la Casa Blanca el próximo noviembre va ganando en su guerra judicial: todavía no se sabe cuándo se sentará en el banquillo. Hace más de un año empezó a recibir una cascada de imputaciones por la comisión de delitos. Nunca un expresidente había sido acusado formalmente de crímenes en la historia de EE.UU. y en un periodo de seis meses le cayeron cuatro imputaciones. Aquello concentró toda la atención pública en él, le disparó en las encuestas y, a la postre, le sirvió en bandeja su triunfo en las primarias republicanas. Pero también abrió un escenario peligroso para él: la celebración de cuatro juicios este año, el de las presidenciales, con la posibilidad cierta de acabar condenado en alguno de ellos. Aunque los juicios consoliden todavía más su figura entre buena parte del electorado republicano –que le considera víctima de una persecución política–, acabar condenado o ingresar en prisión sería quizá demasiado para muchos votantes moderados e independientes, sin los cuales no hay victoria electoral posible.
Su estrategia central ha sido una táctica tan vieja como el derecho romano y las vacas de Ticio, Cayo y Sempronio. En esta orilla se le llama ‘delay, delay, delay’. Es decir: retrasar, retrasar, retrasar.
Trump perfeccionó la estrategia en sus décadas de tiburón de los negocios. Con más dinero y abogados que casi cualquiera, enfangaba las demandas civiles que le interponían con recursos y mociones. Para muchos demandantes, era mejor llegar a un acuerdo extrajudicial que alargar la batalla hasta el infinito.
Ahora el objetivo es evidente. Obstaculizar y dilatar las causas para que no haya condenas, o las menos posibles, antes de las elecciones del 5 de noviembre. Con la esperanza de que si Trump gana en las urnas –ahora mismo va por delante en las encuestas frente a Joe Biden– sea capaz de eliminar las causas y evitar el cumplimiento de potenciales condenas.
Cuando Trump era un tiburón de los negocios enfangaba las demandas civiles que le interponían con recursos y mociones
Acabar condenado o en prisión frenaría el apoyo de los votantes moderados que necesita para ganar las presidenciales
Si hay un juicio que parecía que no iba a ser víctima de los retrasos era el que iba a comenzar hoy en Nueva York. Tanto el juez que los supervisa, Juan Merchan, como el fiscal de distrito que lo impulsó, Alvin Bragg, estaban determinados a que así fuera.
Es quizá la causa con menos peso que enfrenta Trump: falsificación de documentos financieros para ocultar los pagos que el expresidente hizo a Stormy Daniels, una actriz porno, para que no hablara de su relación antes de las elecciones de 2016. Esto acabó como causa criminal por una artimaña legal utilizada por Bragg, un fiscal de