La inventada identidad
«Los hechos son tozudos, ahí están las 54 universidades que levantó España, además de los 1.200 hospitales que construyó la Monarquía Hispana. Sin olvidar las tramas urbanas y constructivas de modernidad absoluta, y el auge económico y convivencial allí construido. Nada importa, lo que cuenta es construir un imaginario colectivo de sociedades prehispánicas llenas de ángeles sobrenaturales pletóricos de bondad y en las que todo funcionaba bien, con una felicidad sin límites»
HA sido común en todos los procesos históricos de configuración de modelos nuevos de Estado-nación la acomodación de un supuesto pasado común, o incluso su invención para la justificación de valores de la patria que acaba de ver la luz. Así ocurrió con la llegada al mundo de Italia y Alemania en la década de los sesenta del siglo XIX. También podemos tomar un ejemplo más reciente a partir de las conferencias de Malta de 1989 y París de 1991 en las cuales se pone fin a la Guerra Fría, que aglutinó los designios del mundo desde 1945. En ambas reuniones internacionales los países que habían formado el llamado Campo Socialista del Este de Europa bajo la tutela de la URSS accedían a la gestación de su propio destino político e institucional bajo parámetros de auténtica libertad , ya sin la tutela de la URSS. Pues bien, todos ellos sin excepción, a través de la construcción del relato popular, insisten en que las causas de su retraso social y económico tienen que ver, precisamente, con la dominación soviética. Así que omiten este pasado común y destruyen todo atisbo de convivencia positiva llegándose, en ocasiones, a tejer discursos de odio.
Claro que hay excepciones a este proceder, y nosotros , los españoles, imbuidos del llamado efecto extranjero adoramos, por ejemplo, la invasión de nuestro solar de romanos y musulmanes a los que se les atribuyen todo desarrollo socio-económico para nuestro país sin hallar en sus conquistas tacha alguna. O sin cuestionarse la extremada violencia con la que entraron en nuestro solar, como suele ser común.
En el ámbito de Hispanoamérica nuestro país gestó los virreinatos de la Nueva España, Perú, de Santa Fe o Nueva Granada y Río de la Plata configurando la primera globalización mundial. En este territorio España estructuró un espacio de prosperidad y absoluto desarrollo social y económico, toda vez que nuestro país fue la primera potencia mundial entre 1492 y 1825.
Los imperios azteca e inca que se encontraron los militares junto a los religiosos y pobladores españoles habían desarrollado una imponente arquitectura arquitrabada, en forma piramidal o palaciana , un significativo sistema de regadíos y también en terrazas, conocidos en Asia y Europa desde el neolítico. Practicaron la esclavitud de las etnias enemigas a las que dominaron y también la antropofagia de manera común. De hecho, más del 90 por ciento de las etnias americanas comían carne humana. Y tanto aztecas como incas, y otros grupos humanos americanos realizaron brutales sacrificios humanos para calmar con sangre a sus terroríficos dioses.
Recientemente, el presidente de México ha vuelto a insistir, bajo un desconocimiento palmario de la historia de su país –o lo que es peor, bajo parámetros de manipulación populista en lo siguiente– que en tiempos del imperio azteca solo había paz y concordia en el espacio mexicano. Que la economía era próspera, que no había esclavitud alguna, salvo la que luego traerían los españoles, claro, y que la agricultura era brillante y bastante para aquella población y que su cultura era única. Le faltó añadir, como hacen algunos autores de inspiración norteamericana que aquella estructura imperial azteca/mexica se asemejaba en desarrollo al imperio romano. Y eso que ni incas ni aztecas conocieron la rueda, su arquitectura era arquitrabada (no usaron la bóveda ni el arco), o que su sistema productivo era neolítico. No importa, las palabras del presidente mexicano, una vez más contra la obra magna de España en América, recogen la narrativa popular que impera en todo el subcontinente americano.
Todo ello tiene que ver con la configuración de la inventada identidad hispanoamericana. En esta falsificación identitaria los seres humados que habitaban en América antes de la llegada de los españoles eran entes superiores, sin mácula, ángeles en una palabra. Insisten los catedráticos de taberna en que aquellos imperios mexica o inca nunca conquistaron a sus opositores con la fuera de las armas, sino ofreciéndoles comida para su integración social. No hacían esclavos, claro, porque no eran imperios esclavistas, insisten. También niegan la antropofagia global, o nunca hablan de ello. Y si se entra en esta cuestión, se resuelve diciendo que esta ingesta de carne humana tenía que ver con la comida de sacrificados a sus dioses, y por tanto que era algo espiritual, onírico. Es lo mismo que se argumenta para los sacrificios humanos lo que equivaldría a decir que los nazis asesinaron a seis millones de judíos por razones etno- culturales. Además de que no se sostiene es una aberración.
Pero la cuestión es que quienes lo afirman lo creen de verdad. Como se creen y así lo apuntalan que fue fácil la conquista española porque cuando se llegó desde España había allí grandes epidemias autóctonas que debilitaron a sus guerreros invencibles. Por ello, y con la ayuda de historiadores norteamericanos, muchos de ellos sin rigor, determinados sectores de la población de Hispanoamérica, y de la historia profesional, han hecho de aztecas e incas sus directos antepasados pletóricos de gloria y fama, sin mácula alguna, frente a la cultura moderna y de progreso que llevo la Monarquía Hispana. Que hizo de aquel territorio el más rico del mundo, con ciudades como Lima o México a la altura de las capitales europeas más importantes. De España vino absolutamente todo lo malo, insisten estos inventores de identidad, sin reconocer aporte positivo alguno. Así, por ejemplo, se llega a sustentar que las pinturas de la escuela cuzqueña las hacían los indios o que las catedrales y palacios españoles de gran belleza tenían base arquitectónica local.
Sin embargo, los hechos son tozudos, ahí están las 54 universidades que levantó España, además de los 1.200 hospitales que construyó la Monarquía Hispana. Sin olvidarnos de l as tramas urbanas y constructivas de modernidad absoluta, y el auge económico y convivencial allí construido. No importa nada , lo que cuenta es construir un imaginario colectivo de sociedades prehispánicas llenas de ángeles sobrenaturales pletóricos de bondad y en las que todo funcionaba bien, sin mácula, con armonía sideral y felicidad sin límites.
Es tan bello el modelo societario descrito que dan ganas de imitar y traer a nuestro tiempo las formas de vida de aquellas sociedades pretéritas. Habría que empezar por las repúblicas hispanoamericanas, sugiero.
EL refrán dice que Dios escribe recto con renglones torcidos y esto se puede aplicar a la política portuguesa de los últimos años. Las elecciones parlamentarias del pasado 10 de marzo dieron lugar a una Asamblea de la República tan fragmentada que todos los observadores vaticinan que la actual legislatura no tiene futuro. La ventaja de la Alianza Democrática de Luis Montenegro, la coalición que reúne a cuatro partidos de centro-derecha articulados en torno al PSD, respecto del Partido Socialista es mínima –apenas dos escaños–, pero eso no ha impedido que el líder de estos, Pedro Nuno Santos, haya aceptado que sea la derecha la que ejerza su mejor derecho a gobernar. El árbitro de la situación política debía ser la Chega, la formación de extrema derecha que se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria del país con 50 diputados, pero Montenegro se ha negado a cerrar un acuerdo formal con ellos pese a que su líder, André Ventura, se lo exige si desea que la legislatura dure.
La decisión de gobernar con acuerdos puntuales de Montenegro, que planea presentar su gabinete de ministros la próxima semana al presidente Rebelo de Sousa, debía superar su primera prueba con la elección del presidente de la Asamblea el miércoles. En principio se habló de un acuerdo con la Chega para elegir al exministro de defensa José Pedro Aguiar-Branco, pero en las primeras votaciones ya se vio que los diputados de la extrema derecha no estaban por la labor. Hubo tres intentos en los que no se alcanzó una definición hasta que en el cuarto cuajó un acuerdo histórico entre la Alianza Democrática y los socialistas por el cual han acordado repartirse los cuatro años de mandato al frente del Parlamento comenzando con AguiarBranco. En su primer discurso, el nuevo presidente de la Asamblea dijo ser consciente del peso de la institución que preside y dijo que actuará con «imparcialidad», «equidistancia» y «rigor».
Las relaciones entre el centro-derecha y la Chega han quedado muy dañadas. Ventura ha acusado a Montenegro de «pisotear» a su partido. Los socialistas, por su parte, han dicho que se trata de una «solución puramente institucional» que no los convierte en socios de Alianza Democrática.
Resulta curioso, sin embargo, apreciar que el acuerdo alcanzado en la presidencia del Parlamento portugués se parece mucho a la oferta que Alberto Núñez Feijóo extendió a Pedro Sánchez en el verano pasado para compartir la actual legislatura. Las mismas elecciones de este año han sido fruto de la renuncia del primer ministro socialista António Costa, quien convocó elecciones anticipadas después de que uno de sus colaboradores más estrechos fuera acusado de corrupción por los fiscales. Aunque Costa no ha sido imputado, dijo que presentaba la dimisión porque no podía seguir ejerciendo su cargo bajo la sombra de la sospecha y la desconfianza.
Portugal se está convirtiendo en un ejemplo que, pese a su cercanía, la política española se niega a considerar y mucho menos imitar. Por el contrario, el Gobierno de Sánchez parece dispuesto a seguir levantando el famoso muro contra la mitad de los españoles que anunció durante su investidura. La táctica de convertir al Gobierno en oposición de la oposición ha sido confirmada en las últimas semanas, acentuando el protagonismo de personajes como Óscar Puente, y las salidas de tono de María Jesús Montero. El Ejecutivo ha decidido buscar el choque con el PP convencido de que esto mantiene contentas y movilizadas a sus bases. Pero, entre tanto, nuestra institucionalidad sufre y se deteriora, castigada por las ambiciones personales y el sectarismo.
La política del país vecino se está convirtiendo en un ejemplo envidiable por su capacidad de reforzar sus instituciones pese a los desacuerdos