La Voyager 1 agoniza más allá de la frontera solar
La sonda de la NASA, lanzada hace 46 años, lleva meses sin enviar datos coherentes desde el espacio interestelar. Responsables de la misión reconocen que puede haber llegado al final de su vida útil
Las sondas gemelas Voyager 1 y Voyager 2 fueron lanzadas por la NASA desde Cabo Cañaveral en septiembre y agosto de 1977, una época en la que nadie llevaba un teléfono móvil en el bolsillo e internet ni siquiera se había inventado. La misión, que se esperaba durase unos cuatro años, tenía como objetivo principal explorar dos planetas gigantes en el exterior del Sistema Solar, Júpiter y Saturno. Las naves no tripuladas lograron eso y mucho más. No solo captaron con detalle las nubes y tormentas de uno y la estructura de anillos del otro, sino que la Voyager 2 también se acercó a Urano y Neptuno y, en conjunto, descubrieron 22 lunas y volcanes activos. Tampoco se pararon ahí.
En 2012 la Voyager 1 se convirtió en el primer objeto creado por la humanidad en alcanzar el desconocido espacio interestelar, al atravesar el límite exterior de la heliosfera (la burbuja de plasma solar), a unos 18.000 millones de kilómetros del Sol. Ninguna nave había llegado tan lejos. Su
compañera la seguiría seis años más tarde.
Con una memoria cientos de miles de veces más pequeña que la de un teléfono inteligente y un transmisor de radio que emite tantos vatios como la bombilla de un frigorífico, estas sondas de unos 700 kilos de peso son prácticamente un milagro. Han seguido transmitiendo datos valiosos para la ciencia durante cuatro décadas. El truco, dicen, es que no tienen ordenadores a bordo. Pero desde hace meses la Voyager 1, que actualmente se encuentra a más de 24.000 millones de kilómetros de la Tierra, solo envía incoherencias, una señal de que quizás esté cerca del final de sus días.
«Normalmente, los datos científicos de la Voyager 1 se transmiten constantemente a la Tierra en código binario, una serie de ceros y unos que representan los datos científicos. El pasado noviembre, comenzamos a recibir solo ceros y unos alternos que no contenían ninguna información», explica a este periódico Patrick Koehn, heliofísico y científico de programa en la NASA. «La llamada entre la nave es