Las naves que escapan hacia otras estrellas
to más tiempo operemos, mayores serán las probabilidades de que una partícula perdida cause problemas de software o hardware. El equipo ya ha abordado con éxito numerosos problemas durante las últimas décadas realizando ajustes y correcciones a miles de millones de kilómetros de distancia. Si surgen nuevos, responderemos», asegura. Curiosamente, algunos de los investigadores que trabajan en estas misiones son más jóvenes que las propias naves y resulta cada vez más difícil encontrar profesionales que sepan entender los sistemas operativos de hace cuatro décadas.
El legado científico de la Voyager 1 es enorme. Además de sus hallazgos planetarios, durante su camino en el espacio interestelar ha llevado a cabo un sinfín de descubrimientos. Entre ellos, que nuestro Sol sigue influyendo en el medio ambiente incluso después de la heliopausa (la frontera exterior de la helioesfera): ha registrado shocks (cambios abruptos en densi
Además de las Voyager, solo tres naves espaciales están dejando el sistema solar: Pioneer 10, Pioneer 11 y la
New Horizons, todas pertenecientes a la NASA y todas propulsadas con un generador termoeléctrico de radioisótopos. Las dos primeras se lanzaron en 1972 y 1973 respectivamente, con rumbo a Júpiter y Saturno, y hoy no están en funcionamiento.
New Horizons, enviada en 2006, fotografió Plutón en 2015. Su misión ha sido prolongada para que a partir de 2025 recopile datos heliofísicos en el exterior del sistema solar.
Además, la NASA se plantea lanzar una nueva misión a principios de la década de 2030, Interestellar Probe, con instrumentación más avanzada para estudiar la helioesfera. Más rápida que las Voyager, tardaría unos 15 años en llegar y estaría activa 50 años o más, lo que le permitirá llegar a 150.000 millones de km, diez veces más lejos que sus antecesoras. dad, presión y campo magnético) que tienen su origen en nuestro Sol a 24.000 millones de km. Pero para Koehn, la mayor herencia es simbólica. La Voyager 1 representa la primera presencia de la humanidad en el espacio interestelar, lo que supone un importante «impacto emocional».
Esta misión es la favorita entre las no tripuladas de César Arza, responsable de la Unidad de Análisis de Misión en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). Surgió de una «oportunidad histórica» de la que se dio cuenta un ingeniero de la NASA: la alineación de los cuatro planetas exteriores en los años 70 y 80 que permitía visitarlos todos en una misma misión, el «gran tour», una circunstancia que no se iba a repetir hasta varios siglos después. «Nos permitió ver de primera mano cómo eran esos planetas que solo habíamos visto con telescopio desde la Tierra y cambió por completo nuestra percepción del sistema solar», cuenta. Además, fue la autora en 1990 de una de las fotografías científicas más inspiradoras y recordadas de la Historia, la de la Tierra vista a más de 6.000 millones de km de distancia y que Carl Sagan bautizó como «punto azul pálido». Después, las cámaras se apagaron para ahorrar energía y memoria.
Pero, lamentablemente, Arza cree que es posible que la nave esté en las últimas. «Le falla el canal de mensaje. Es como escribir un texto en un papel y, cuando intentas enviarlo por mail, pulsas mal las teclas. El texto es correcto, pero falla cómo lo envías», comenta. No es nada extraño. «Estas naves han funcionado mucho más allá de lo que se esperaba. Los últimos 25 años han sido un regalo», dice. No estaban diseñadas para comunicarse desde tan lejos y su generador termoeléctrico de radioisótopos, que contiene plutonio, pierde energía.
Con todo, su viaje continuará. Este es un punto controvertido, pero según la definición científica, que hayan superado la helioesfera no significa que hayan salido del sistema solar. Para ello, necesitan pasar más allá de la Nube de Oort ( miles de millones de cuerpos helados en órbita alrededor del Sol), algo que la Voyager 1 no hará hasta dentro de unos 30.000 años. Aunque su velocidad alcanza unos sorprendentes 60.000 km/ h no pasará ‘cerca’ de una estrella hasta el año 40.272. Y lo hará a 1,7 años luz de la misma. No obstante, no tiene un destino concreto, sino que está orientada según salió del sistema de satélites de Saturno, hacia el centro de la galaxia.
Aún siendo un pedazo de chatarra en el espacio, seguirá siendo útil. Las Voyager llevan a bordo sendos discos de oro con saludos, sonidos y datos de la vida en la Tierra por si algún día los encuentra una hipotética civilización extraterrestre. Una botella con un mensaje en el océano cósmico.