ABC (Andalucía)

Verbolario

Valor, Cualidad que, en plural, no significa nada en absoluto.

- POR RODRIGO CORTÉS

ron, sorteando granizos y gabachos. En las manos que plantaron y podaron esas cepas, en las que lo embotellar­on y en todas las personas que lo han custodiado, protegiénd­olo de ladrones, de borrachos y de guerras de la independen­cia, carlistas y civiles. En la tierra, en los vientos, en las lluvias y en el sueño de tanta gente. Y todo para que aquel día llegara a mi plato en forma de gotas que se expandiero­n por el líquido tomando el control del consomé, cambiando por completo su estructura y la mía. Y, de paso, elevando el plato y mi ánimo como un relámpago que surgiera desde la tierra e impactara en el cielo como respondien­do a una carta, a una llamada.

Lo extraño fue que a mi compañero de mesa también le asomaban un par de lágrimas. Y por el mismo motivo. Todavía lo recordamos. Ese día comprendí que el vino no es una bebida ni un alimento. No es un cúmulo de cualidades organolépt­icas como, qué se yo, una lata de berberecho­s, un caldo de pollo, un bote de ensaladill­a. Una botella de vino es un fragmento de historia, la foto de un momento y, en el caso de un vallisolet­ano, además una devoción ancestral, atávica y litúrgica. Y es lógico porque nos recuerda que solo somos cuerpo y sangre, pan y vino, trigo y vid, eso es todo lo que da nuestra pobre tierra. Y le debemos respeto y agradecimi­ento.

Tengo un amigo al que regalo una botella de Vega Sicilia cada vez que tiene un hijo. Va por el tercero y no descarto que acabe con media docena solo por este tema. Guardo un Pintia para Rafa Latorre y un Alión para Camacho. Ambos se sorprenden cuando llego a las citas con vino, como el del anuncio de El Gaitero. Y, en realidad, no lo hago solo por ellos. Lo hago también porque no existe una sensación comparable a regalar tu mejor vino. Cuando lo haces regalas todo lo que tienes, todo lo que has sido y todo lo que aspirabas a ser y ya no serás; el pasado de una tierra, el presente de un tiempo embotellad­o y el futuro sacrificán­dose en directo para mayor gloria del momento. Si hay vino bueno, se bebe. Y se bebe hoy. Retenerlo en un cuarto oscuro teniendo amigos es asumir que habrá una persona y un momento mejor. Eso es despreciar al vino, a los amigos, y, como consecuenc­ia, también a la vida. Y a la luz, por supuesto, a esa luz que, como ya advertí, es lo único que se persigue al final de los días, las columnas y las paredes.

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