Shirley Jackson, el último grito de la Reina Madre del terror
Louisa Tether se ha escapado de su casa, se ha escabullido de algún rincón perdido de la América semiprofunda, Arizona o alrededores, pero cada año, allá donde esté, oye la voz de su madre rogándole que vuelva a casa. Siempre el mismo día, el 20 de junio, y siempre del mismo modo, a través de la radio. «Louisa, te prometo que no ocurrirá nada. Te echamos mucho de menos. Queremos que regreses. Louisa, por favor, vuelve a casa», escupe el transistor mientras a Louisa le da un vuelco el corazón. Porque, dice, entre un año y el siguiente, se le ha olvidado la voz de su madre. Tan suave. Tan extraña.
«Siempre supe que tarde o temprano acabaría escapándome», anuncia al rato la protagonista de ‘Louisa, por favor, vuelve a casa’, uno de esos ‘Cuentos oscuros’ con los que Shirley Jackson (1916-1965), reina madre del horror doméstico y siniestra cronista de la maldad cotidiana, vuelve a casa y regresa a las librerías para seguir ahondando en ese fervor nada contenido que desde hace unos años envuelve todo lo tenga que ver con la autora de ‘La maldición de Hill House’. «Su obra ejerce un hechizo mordaz, hipnótico», diría Joyce Carol Oates si le preguntásemos. «Es exquisita y poderosa hasta lo letal, como un caramelo venenoso», añadiría a renglón seguido Mariana Enríquez.
En esta ocasión, la alegría es doble ya que, además de una nueva remesa de relatos inéditos en castellano, estos ‘Cuentos oscuros’ coeditados por Minúscula y Libros del Zorro Rojo llegan acompañados, o reforzados, por las ilustraciones de Carmen Segovia. Así que ahí está Shirley, oscura e inquietante como siempre pero vistosa y colorida como nunca. Entre cuento y cuento, coches varados en curvas, chubasqueros amarillos, ojos que acechan en la penumbra, puertas hacia otras dimensiones y flores de colorido turbador.
«Como en los relatos de Jackson, la oscuridad no salta a primera vista: el mal se esconde en la vida cotidiana», apunta Valeria Bergalli, editora que a través de Minúscula lleva una década larga recuperando con mimo la obra de la estadounidense en España. «Carmen Segovia usa una paleta que no es la usual y obviamente no se ciñe a las convenciones del realismo, que no es más que un artificio que quiere ocultarse, pero sin entregarse a las convenciones de lo fantástico», añade la editora de Libros del Zorro Rojo, Diana Hernández.
Tampoco Jackson se entregó nunca a las convenciones de lo fantástico. Lo suyo, de hecho, siempre fueron los monstruos cotidianos, el horror de lo mundano convertido en pesadilla suburbial. El mal acechando a la vuelta de la esquina, agazapado tras el mostrador de la tienda de ultramarinos o pateando un balón junto a la oficina de Correos. Todo empezó, ya saben, con ‘La lotería’, espeluznante relato que en 1948 enfureció a buena parte de los lectores del ‘New Yorker’ y convirtió a Jackson en maestra de la crueldad cotidiana. «Estoy esperando una disculpa personal de la autora», escribió alguien desde Nueva York. «Dígale a la señora Jackson que se mantenga alejada de Canadá», tecleó con furia un lector canadiense.
Un ritual macabro
El cuento,cuen recreación de un maccabro ritual en el que el ‘gannador’ (ganadora, en este ccaso) de la lotería es apeddreado hasta la muerte, recicibió más correspondencia quque cualquier otra obra de ficciónfic publicada hasta entontonces por la revista y se llevóvó porp delante no pocas suscripciones.crip Como subrayó Joyceyce Carol Oates en su prólogo para la antología que la todopoderosapode The Library of Americarica ddedicó Jackson en 2010, «el cuentocuent de Jackson sugiere que los americanosam comunes, de hecho,cho, loslo lectores del ‘New Yorker’,ker’, non tienen una mentalidad tan diferente a los linchadores nazis». ‘La lotería’ fue también obra de teatro, carne de adaptación televisiva, un ballet «absolutamente desconcertante», en palabras de la propia Jackson y, durante muchos años, lo poco que sobrevivió de la autora estadounidense. Escribió seis novelas, un centenar de relatos, cuentos infantiles y un par de desternillantes memorias domésticas (’Life among the Savages’ y ‘Raising Demons’, las dos inéditas aún en español), pero su huella se perdió poco después de su muerte en 1965. Reinventó a Edgar Allan Poe, llevó el gótico al siglo XX y sacó petróleo de las angustias y claustrofobias cotidianas, pero tuvieron que pasar unas cuantas décadas, casi medio siglo, para que se le hiciera justicia.
«Es extremadamente moderna, sintoniza muy bien con la ambigüedad de los tiempos que corren. Se la ha intentado meter en el género, pero ella siempre ha estado por encima de eso», señala Bergalli, editora que lleva alimentando la ‘jacksonmanía’ en España desde 2012, cuando publicó ‘Siempre hemos vivido en el castillo’ y constató que había una nueva generación de lectores dispuestos a dejarse hechizar por la autora de ‘Hangsaman’. «Algo se empezaba a intuir», relativiza Bergalli. La operación rescate había empezado poco antes, con el ‘ingreso’ de Jackson en el panteón de la Library of