ABC (Andalucía)

Shirley Jackson, el último grito de la Reina Madre del terror

- DAVID MORÁN

Louisa Tether se ha escapado de su casa, se ha escabullid­o de algún rincón perdido de la América semiprofun­da, Arizona o alrededore­s, pero cada año, allá donde esté, oye la voz de su madre rogándole que vuelva a casa. Siempre el mismo día, el 20 de junio, y siempre del mismo modo, a través de la radio. «Louisa, te prometo que no ocurrirá nada. Te echamos mucho de menos. Queremos que regreses. Louisa, por favor, vuelve a casa», escupe el transistor mientras a Louisa le da un vuelco el corazón. Porque, dice, entre un año y el siguiente, se le ha olvidado la voz de su madre. Tan suave. Tan extraña.

«Siempre supe que tarde o temprano acabaría escapándom­e», anuncia al rato la protagonis­ta de ‘Louisa, por favor, vuelve a casa’, uno de esos ‘Cuentos oscuros’ con los que Shirley Jackson (1916-1965), reina madre del horror doméstico y siniestra cronista de la maldad cotidiana, vuelve a casa y regresa a las librerías para seguir ahondando en ese fervor nada contenido que desde hace unos años envuelve todo lo tenga que ver con la autora de ‘La maldición de Hill House’. «Su obra ejerce un hechizo mordaz, hipnótico», diría Joyce Carol Oates si le preguntáse­mos. «Es exquisita y poderosa hasta lo letal, como un caramelo venenoso», añadiría a renglón seguido Mariana Enríquez.

En esta ocasión, la alegría es doble ya que, además de una nueva remesa de relatos inéditos en castellano, estos ‘Cuentos oscuros’ coeditados por Minúscula y Libros del Zorro Rojo llegan acompañado­s, o reforzados, por las ilustracio­nes de Carmen Segovia. Así que ahí está Shirley, oscura e inquietant­e como siempre pero vistosa y colorida como nunca. Entre cuento y cuento, coches varados en curvas, chubasquer­os amarillos, ojos que acechan en la penumbra, puertas hacia otras dimensione­s y flores de colorido turbador.

«Como en los relatos de Jackson, la oscuridad no salta a primera vista: el mal se esconde en la vida cotidiana», apunta Valeria Bergalli, editora que a través de Minúscula lleva una década larga recuperand­o con mimo la obra de la estadounid­ense en España. «Carmen Segovia usa una paleta que no es la usual y obviamente no se ciñe a las convencion­es del realismo, que no es más que un artificio que quiere ocultarse, pero sin entregarse a las convencion­es de lo fantástico», añade la editora de Libros del Zorro Rojo, Diana Hernández.

Tampoco Jackson se entregó nunca a las convencion­es de lo fantástico. Lo suyo, de hecho, siempre fueron los monstruos cotidianos, el horror de lo mundano convertido en pesadilla suburbial. El mal acechando a la vuelta de la esquina, agazapado tras el mostrador de la tienda de ultramarin­os o pateando un balón junto a la oficina de Correos. Todo empezó, ya saben, con ‘La lotería’, espeluznan­te relato que en 1948 enfureció a buena parte de los lectores del ‘New Yorker’ y convirtió a Jackson en maestra de la crueldad cotidiana. «Estoy esperando una disculpa personal de la autora», escribió alguien desde Nueva York. «Dígale a la señora Jackson que se mantenga alejada de Canadá», tecleó con furia un lector canadiense.

Un ritual macabro

El cuento,cuen recreación de un maccabro ritual en el que el ‘gannador’ (ganadora, en este ccaso) de la lotería es apeddreado hasta la muerte, recicibió más correspond­encia quque cualquier otra obra de ficciónfic publicada hasta entontonce­s por la revista y se llevóvó porp delante no pocas suscripcio­nes.crip Como subrayó Joyceyce Carol Oates en su prólogo para la antología que la todopodero­sapode The Library of Americaric­a ddedicó Jackson en 2010, «el cuentocuen­t de Jackson sugiere que los americanos­am comunes, de hecho,cho, loslo lectores del ‘New Yorker’,ker’, non tienen una mentalidad tan diferente a los linchadore­s nazis». ‘La lotería’ fue también obra de teatro, carne de adaptación televisiva, un ballet «absolutame­nte desconcert­ante», en palabras de la propia Jackson y, durante muchos años, lo poco que sobrevivió de la autora estadounid­ense. Escribió seis novelas, un centenar de relatos, cuentos infantiles y un par de desternill­antes memorias domésticas (’Life among the Savages’ y ‘Raising Demons’, las dos inéditas aún en español), pero su huella se perdió poco después de su muerte en 1965. Reinventó a Edgar Allan Poe, llevó el gótico al siglo XX y sacó petróleo de las angustias y claustrofo­bias cotidianas, pero tuvieron que pasar unas cuantas décadas, casi medio siglo, para que se le hiciera justicia.

«Es extremadam­ente moderna, sintoniza muy bien con la ambigüedad de los tiempos que corren. Se la ha intentado meter en el género, pero ella siempre ha estado por encima de eso», señala Bergalli, editora que lleva alimentand­o la ‘jacksonman­ía’ en España desde 2012, cuando publicó ‘Siempre hemos vivido en el castillo’ y constató que había una nueva generación de lectores dispuestos a dejarse hechizar por la autora de ‘Hangsaman’. «Algo se empezaba a intuir», relativiza Bergalli. La operación rescate había empezado poco antes, con el ‘ingreso’ de Jackson en el panteón de la Library of

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