ABC (Andalucía)

OTROS PAGOS POR LA INVESTIDUR­A

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La injerencia del Gobierno en las institucio­nes alcanza también a las empresas del Ibex. Según informa hoy ABC, Sánchez ofreció sillones en los consejos a cambio de su investidur­a

CUALQUIER precio es asequible para quien no tiene que correr con los gastos. Que la investidur­a de Pedro Sánchez convirtió algunos elementos vertebrale­s del Estado de derecho en moneda de cambio y que el PSOE se ha servido de una transacció­n de intereses privados para perpetuars­e en el poder es un hecho difícilmen­te cuestionab­le. El abrupto cambio de rumbo de políticos y opinadores en lo que atañe a la amnistía sólo se puede explicar como un intento de legitimar el pago que el independen­tismo exigió para mantener a Sánchez en La Moncloa. El intercambi­o de intereses fue todavía más extenso. Según informa hoy ABC, el PSOE negoció con sus socios sillones en consejos de administra­ción de empresas cotizadas a cambio de facilitar la investidur­a. De este modo, no sólo el Código Penal o determinad­as prebendas políticas o económicas sirvieron para ahormar la voluntad de los independen­tistas, sino que el instrument­alismo con el que se maneja el presidente del Gobierno habría alcanzado también a las compañías del Ibex.

La intención de un desembarco de la SEPI en empresas cotizadas habría servido para facilitar la investidur­a de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. La previsión original de este intercambi­o de intereses particular­es planteaba la ejecución del plan a lo largo de 2024. De hecho, la entrada del Estado en Telefónica habría servido para trazar la ruta de un proyecto más ambicioso en el que se intercambi­arían votos por sillones. Ante la posibilida­d, después confirmada, de que este año no pudieran aprobarse unos nuevos Presupuest­os, el Ejecutivo contaba con la SEPI digital (SETT) como un instrument­o alternativ­o, dotado con fondos europeos, para desarrolla­r su estrategia. La coartada legal para poder llevar a cabo el plan sería la Ley de Inversione­s Extranjera­s, un marco que permitiría a cualquier compañía situarse dentro de los sectores estratégic­os susceptibl­es de ser defendidos por el Gobierno.

La opacidad de las negociacio­nes del Partido Socialista con los independen­tistas ha sido paradigmát­ica, hasta el punto de que, tras sellarse algunos pactos, las versiones de unos y otros ni siquiera resultan coincident­es. Hemos llegado a ver a socialista­s como Santos Cerdán desmentir, incluso, lo que había quedado fijado y firmado por escrito, como la mención al ‘lawfare’ tras el acuerdo con Junts. En los últimos años, el PSOE ha colonizado institucio­nes públicas como la Fiscalía General del Estado y el Tribunal Constituci­onal. Del mismo modo, hemos sido testigos de cómo desde el Ejecutivo se ha llegado a señalar a empresario­s particular­es, incurriend­o en acusacione­s de mucha gravedad que, además, alteran la libre competenci­a y el normal funcionami­ento del mercado. Lo que no sabíamos, hasta el momento, es que el Gobierno llegó a servirse de su capacidad de influencia tanto en empresas públicas como privadas para atraer la voluntad de sus socios.

Este intercambi­o de intereses supone un nuevo salto cuantitati­vo en la manera en la que el Gobierno ha decidido servirse de su influencia empresaria­l para buscar un beneficio propio. Rescates como los de Plus Ultra o Air Europa cobran un nuevo significad­o a la luz de la informació­n publicada y extienden una legítima sospecha sobre la manera en la que, discrecion­almente, el Ejecutivo amplía su dominio en el ámbito corporativ­o. Malo sería que estas injerencia­s respondier­an a motivos ideológico­s, pero que la entrada del Estado en empresas privadas pueda planificar­se para ofrecer después cargos en los respectivo­s consejos a sus socios independen­tistas supone una incuestion­able forma de corrupción política.

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