El Bernabéu más blanco, menos decisivo
► Buen ambiente en el feudo madridista, pero lejos de las recientes remontadas europeas
Se engalana el Santiago Bernabéu para acoger la primera gran noche europea de la temporada. Miles de aficionados, ansiosos de madridismo, acuden a sus aledaños un par de horas antes del inicio del partido para que sus jugadores ingresen al complejo con un recibimiento a la altura del reto al que se enfrentan. Las bufandas al viento, la humareda de las bengalas y los atronadores cánticos inundan la avenida de Concha Espina al paso del autobús merengue. A pesar de dejar una buena imagen, la imponente luz del sol y la ausencia de adversidades que tanto encienden al personal provocan que su intensidad quede lejana respecto a los grandes ambientes previos que ha vivido recientemente el estadio de Chamartín.
Los protagonistas saltan al césped del feudo blanco acompañados por un espectacular mosaico repartido entre las más de 70.000 abarrotadas butacas. Criticado por unos despliegues que generaban más memes que fondos de pantalla, la imagen del Bernabéu, con el escudo del Madrid protegido por un vikingo y los colores blanco y morado, sí secunda la categoría del encuentro. Asimismo, la mayoría de los asistentes responden al llamamiento de sus jugadores y convierten al blanco en el color dominante entre las gradas.
Los pocos segundos que discurren desde el pitido inicial hasta la amarilla a Tchouaméni convierten al joven colegiado Letexier en unos de los blancos de la afición madridista durante el resto del partido. Apenas sin tiempo para seguir increpando al francés, el tanto de Bernardo Silva silencia durante unos segundos al personal. Pero la parroquia merengue se levanta dispuesta a revivir a los suyos para una nueva noche europea mágica. Por momentos lo parece. El Madrid da la vuelta al marcador de forma exprés y la grada, con el grato recuerdo de la temporada de las remontadas en la retina, se lleva las manos a la cabeza.
Las vertiginosas transiciones de los de Ancelotti, las constantes victorias de Rudiger sobre Haaland y las controvertidas decisiones del trencilla consiguen encender y levantar a un público más expectante que animoso. El Manchester City devuelve el golpe y vuelve a voltear al marcador, lo que convierte a los miles de aficionados ingleses desplazados en protagonistas sonoros por primera vez en el encuentro. El gol de Valverde da paso a los últimos diez minutos, lapso de tiempo en el que el Bernabéu asume que su turno ha llegado y aprieta como en sus grandes proezas. Ambos equipos lo sienten y actúan en consecuencia, el local, envalentonado, y el visitante, achantado. El empuje de la grada se relaja debido a los parones en el juego y no le queda más remedio que conformarse con el empate. Será el Etihad quien dicte sentencia.