Colombia revela que ha tratado con Urtasun la restitución del tesoro Quimbaya
► Los ministros de Cultura no informaron de esta conversación cuando se reunieron
plemente, de emociones humanas básicas: del sentido de pertenencia y el orgullo por la tradición y las raíces; se habla también de la importancia de la renovación, del futuro. Y musicalmente todo se refleja de la manera más pura y perfecta posible: es una ópera esencial por la que estoy fascinado. No le sobra absolutamente nada, ni un solo compás. Y es una fascinación que comparto con Laurent Pelly, con más de cuarenta años de carrera a las espaldas, y al que veo con los ojos llorosos de emoción después de los ensayos.
—¿Esa humanidad de la que habla se refleja a través del coro, que tiene una presencia tan importante en esta obra?
—Creo que sí. En esta ópera se habla de dejar hablar, opinar, al pueblo; de que participe. Se habla de que el arte –y eso es muy revolucionario en el momento en que lo escribe– no es solamente una cuestión de unos pocos, de un círculo limitado. Wagner habla de democratizar el arte, de que pertenece a todos. Y claro, el coro toma un gran protagonismo sobre todo en el tercer acto, que es una celebración.
—¿Para afrontar una ópera como esta, tan intensa y extensa, se prepara de una manera especial, tanto física como mentalmente?
—Hago lo que me pide la propia ópera. No me preparo de una manera consciente. Mi agenda es muy intensa: viajes, ensayos, conciertos. Pero cuando aparece un proyecto así no puedes dejar de tenerlo en cuenta. Es algo en lo que piensas todos los días, te encuentres donde te encuentres y dirijas lo que estés dirigiendo. ‘Maestros cantores’ lleva muchos meses, incluso años, acompañándome cada día; y de alguna manera, inconscientemente, te vas preparando. Y cuando llega el momento de sumergirse en el proceso de ensayos, tu cuerpo y tu mente se va adaptando. No hago nada específicamente, pero sí de manera inconsciente varío mi rutina. Pero sucede igual que cuando tengo un concierto o una función de ópera. Sin premeditación, el ritmo es diferente; te levantas y adoptas unos ciertos hábitos, te preparas, reservas energías... Pero lo haces de manera instintiva, porque con los años aprendes a hacer lo que el cuerpo te lo pide. —No es lo mismo correr cien metros que una maratón...
—No, claro, y con esta ópera tengo que medirme; de momento solamente la hemos hecho toda la obra de un tirón. Y en las dos semanas que quedan hasta el estreno seguro que el cuerpo y la mente se irá acomodando. Fundamentalmente, en mucha medida, es una cuestión de concentración. La mente es la que guía a la energía, la que la dosifica; cuanto más preparado estés mentalmente, más llevadero es desde el punto de vista físico. Si vives con ansiedad o con un ímpetu desmesurado los primeros diez minutos, no podrás llegar al final de la ópera. Es una cuestión de dosificarse, y es algo que se aprende con el tiempo.
Los ministros de Cultura de España y Colombia abordaron el pasado mes de diciembre la situación del tesoro Quimbaya. Así lo confirmó esta semana Juan David Correa, ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes de Colombia, en una entrevista en ‘France 24’: «Lo conversé en mi visita el año pasado con el ministro Urtasun. Le pedí que abriéramos la posibilidad de tener conversaciones». La reivindicación de Colombia es clara: «En 2017, la Corte Constitucional hizo una sentencia que nos obliga a cumplir y a iniciar la probable conversación sobre la devolución de esas 122 piezas que están en el Museo de América de Madrid».
Ninguno de los dos gobiernos informó en diciembre de que trataron este tema, uno de los más delicados dentro de esa descolonización anunciada por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun. La delegación colombiana dijo a la agencia Europa Press que la situación del tesoro Quimbaya o el galeón San José no se había incluido en el orden del día y precisó además que ningún funcionario, a ningún nivel, podría referirse a estos temas hasta que una comisión entre la Cancillería y el Ministerio de Culturas definiera la estrategia a seguir. El gabinete de comunicación de Urtasun, por su parte, tampoco incluyó en su nota de prensa el asunto entre los temas tratados.
El tesoro Quimbaya es un conjunto de 122 piezas de oro y bronce precolombinas que forman parte de las colecciones de España desde 1893, año en que el entonces presidente de Colombia, Carlos Holguín, le hizo este regalo diplomático a la Reina María Cristina. Colombia viene reclamando la devolución de estas piezas desde los años 70. Correa anunció que el 10 de mayo se celebrará en el Museo del Oro Quimbaya un simposio para tener «conversaciones» sobre el tesoro Quimbaya. «Busca discutir eso que ya discutimos con el galeón, y es pensar en esto como una colección, como una conversación, y no como un tesoro en disputa, no como una guerra, sino precisamente como una oportunidad de tener conversaciones distintas entre España y Colombia».
En ese simposio participarán políticos, diplomáticos y distintos expertos invitados, siguiendo la misma fórmula que Colombia siguió en otra jornada celebrada en febrero en Cartagena de Indias sobre el galeón San José, otro bien patrimonial en disputa entre ambos países. ¿Participará algún miembro del Ministerio de Cultura de España en este encuentro? El equipo de prensa de Urtasun no respondió ayer a esta cuestión planteada por ABC. El año pasado se celebraron en el Museo de América unos seminarios sobre el tesoro Quimbaya. Entre los participantes estuvo Elizabeth Taylor Jay, viceministra de Asuntos Multilaterales, quien dijo que «es hora de que veamos una salida a partir de un diálogo propositivo y esperanzador».
La Maestranza enmudecida, sugestionada ante la verdad inquebrantable de un torero en sazón, entregado y furioso. Que lleva meses guardando silencio, masticando la rabia y cocinando su venganza. Que no quiso hablar hasta estar delante del toro. Y habló como el que canta seguiriyas, desde sus adentros, desde sus tripas. Las mismas que un toro le sacó en su verano sangriento. Nacían los muletazos de lo más profundo de su dolor, de su fatiga. Excluido de (casi) todas las ferias, aunque con la crítica y la afición a su favor, que no entienden ese veto que ha terminado regalándole una Puerta del Príncipe, que de otro modo jamás hubiera llegado.
Premiaba la Maestranza al torero del momento, a un torero en un pavoroso momento. Premiaban tanto como reprendían la injusticia con quien se tragó su exclusión del Domingo de Resurrección y que no quiso las migajas de Valencia o Castellón. Y este viernes demostró el porqué. Todos tragando saliva. Desde la máxima figura hasta el francés que ocupaba el último asiento de la grada. Rendidos ante un artista embalado que lograba el gran suceso de lo que llevamos de temporada.
Extraordinario desde el primer lance y hasta la estocada final. Una faena magistral a Ricardillo, el tercero. Sin perder las formas, sin dejarse llevar por su situación. Tenía tantas cosas buenas ese coloradito de Núñez del Cuvillo como escollos que librar. Un muletazo difícil de vaciar, de esquivar el derrote. Y lo consiguió, como consiguió entregar a la Maestranza, como consiguió que el resto de la tarde quedase en algo puramente anecdótico. Rabió Sevilla con el recibo de Luque, inmóvil en la primera raya, aguardando el momento de caer el capote y hacerse con este Ricardillo al que llevó a la boca del riego. Primero a pies juntos, después abriendo el compás. ‘Enluquecía’ la plaza. Como el torero, que arañaba el oro de su terno en cada lance. A milímetros de su piel. Fuera complejos. Como en la suerte de varas: de lejos, emocionante lo de El Patilla. Se paraba el reloj de la Maestranza en una cordobina previa a la segunda vara, como en la réplica a Urdiales. Profundas y largas. Ya nadie tenía dudas del compromiso del torero, convencido de que había llegado el día ‘d’ y la hora ‘h’. Por lo civil o por lo criminal. Que fue por lo civil con Ricardillo, y por lo criminal con Contento. Protestaba este coloradito, que soltaba la cara en sus salidas. No perdía el pulso Luque, que caía la muleta y que daba tiempo hasta afianzarlo. Un momento de introspección, de intimidad. Hasta soplar una tanda soberbia al natural. Una verdad absoluta, como la suerte de matar.
Contento se llamaba el sexto, con más presencia y empuje; sin clase ni estilo. Y la plaza concedía la venia a Luque para elaborar una faena tan larga como bragada. Pegajoso el toro, duro. No era faena de dos orejas, pero las pedían los tendidos, desbordados ante el apabullante momento de un torero al que Roca Rey no podrá evitar mucho más.