ABC (Andalucía)

El monstruo en la jaula de ‘El consentimi­ento’

Durante los años 70 y 80, el escritor francés Gabriel Matzneff se jactó de sus relaciones pedófilas en sus libros con el aplauso de casi toda la élite política y cultural, hasta que en 2020 una de sus abusadas, Vanessa Springora destapó su crueldad

- FERNANDO MUÑOZ MADRID

Si quieres esconder un secreto, publícalo en un libro. El aforismo funciona en todos los países salvo en Francia, menos todavía cuando el escritor, lejos de querer guardar sus indignidad­es en el cajón de la privacidad, presume de ellas en televisión, en columnas de prensa o en reuniones con la más alta sociedad, inquilino del Palacio del Elíseo incluido. Nunca Gabriel Matzneff ocultó ser un pedófilo; bien al contrario, lo revistió de bellos adjetivos y literatura profunda para hablar de una «pasión» que dejó docenas de víctimas por el camino.

«A veces tengo hasta cuatro chicos –de 8 a 14 años– en mi cama al mismo tiempo y les hago el amor de la manera más exquisita», publicó en el libro ‘Un galop d’enfer (’Journal’, 1977-1978)’, unos diarios que publicó en 1985. Aquel año empezó a encapricha­rse de Vanessa Springora, hija de una de las responsabl­es de prensa de la editorial en la que publicaba. Porque el escritor no se iba solo al otro lado del mundo a abusar de menores «por un puñado de billetes», también se iba a las puertas de colegios parisinos para tratar de acercarse a niñas. A muchas de ellas se las llevaba de cena, a las entrevista­s en televisión, a las firmas de libros. Era Matzneff, escribió J. P. Quiñonero, un «radical chic» y casi todos en la época aplaudían sus «transgresi­ones».

Porque la maldad de Matzneff traspasaba lo físico y se envolvía de trascenden­cia. Y ahí, en ese punto, el de enjaular –él decía preservar– los recuerdos para revivirlos una y otra vez, potenciaba el dolor de sus víctimas. Dejó publicadas las historias que vivió con muchas de aquellas menores. Para defenderse, porque a veces le reprobaban en público, llegó editar los diarios y las cartas que le mandaban profundame­nte deslumbrad­as aquellas niñas a las que triplicaba la edad. El dolor de no poder pasar página, de saber que su nombre y su tragedia estaba impreso para la posteridad, una posteridad con la que encima el agresor se ganaba la vida y la fama, cercenó la infancia de

Vanessa Springora y condicionó su primera juventud. Soportó 35 años la culpa hasta que en 2020 decidió vengarse con la misma moneda: publicó en un libro la otra cara de toda aquella literatura pedófila y encerró al monstruo en una jaula en forma de libro que tituló ‘El consentimi­ento’. El hombre se vio solo y abandonado y tuvo que escapar del país –por la presión mediática, que no judicial– y refugiarse en Italia. Ahora, todavía vivo con 87 años, sigue teniendo que escuchar cómo salen nuevos testimonio­s de víctimas que pasaron por su estudio o por la habitación de hotel que le pagaron socios y «protectore­s», entre ellos afamados diseñadore­s de moda.

Esa historia de película llega este viernes a la pantalla de mano de Vanessa

Filho, cineasta que ya en la primera escena del filme explicita que no va a cambiar ni nombres ni escenarios porque el primero que reconoció que todo lo filmado es verdad fue el propio Matzneff. Solo que cuando él lo contó era aclamado por su radicalida­d y ahora los ojos del presente le juzgan como el monstruo que siempre fue.

«Al contrario que en el libro –contó ayer Filho, de visita por Madrid– en la película quería contarlo en tiempo real, cuando todo ocurre, porque no puede escapar ni ella ni ahora el espectador. En el libro hay una distancia de quien escribe su trauma 30 años después», explica la cineasta, que pone la cámara en los ojos de la niña, de su fascinació­n primero y después de la incapacida­d de ver cómo él se apodera de ella. «He hablado con muchas víctimas y esa es la trampa. No se puede hablar de consentimi­ento porque con 14 años no puedes consentir ante un hombre de 50 años con gran ascendenci­a sobre ti. Él se aprovecha de ella, pero ella no era consciente». Hasta que pasa el tiempo. «El crimen prescribe, pero el dolor no termina nunca», apostilla Filho.

En 2013 Matzneff recibió un gran premio literario y en 2020, tras publicarse la denuncia, se descubrió que todavía cobraba una paga

Mayo del 68

Hay que viajar a aquella época, resaca de Mayo del 68, con el péndulo de la historia volcado al lado de las libertades, y al año 1977, con nombres como Michel Foucault, Roland Barthes, Simone de Beauvoir o Sartre firmando una carta pública para exigir que no hubiera edad de consentimi­ento sexual. « Era una época muy transgreso­ra, y en nombre del arte, los hombres se podían saltar las leyes, eran impunes. Hay una juventud que fue destruida», asevera Filho, que recuerda el caso de la actriz Adèle Haenel, también víctima de la pedofilia «consentida» por parte de la intelectua­lidad de la época. En su caso, fue el director Christophe Ruggia el que abusó de ella con 12 años. Él tenía 36. En 2013, Matzneff recibió el prestigios­o y muy bien dotado premio Renaudot, impulsado por alguno de los amigos que 30 años antes pagaban sus gastos. Y en 2020, tras publicarse ‘El consentimi­ento’, se descubrió que seguía cobrando una generosa paga del Centro Nacional del Libro, que le pudo ser retirada. «Las cosas cambian, sí, pero solo oficialmen­te. Por detrás las cosas no han cambiado tanto», sentencia la cineasta.

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// ABC Fotograma de ‘El consentimi­ento’, con la actriz Kim Higelin (24 años) y Jean-Paul Rouve (57), que da vida a Matzneff
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VANESSA SPRINGORA
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GABRIEL MATZNEFF

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