ABC (Andalucía)

Del egotismo considerad­o como una de las bellas artes

- Fallecido JUAN MANUEL BONET

OBITUARIO Lucas Samaras (1936-2024) Uno de los artistas más brillantes e inclasific­ables de los ‘sixties’ neoyorquin­os, se dio a conocer con pasteles y yesos, para luego pasar a hacer cajas, instalacio­nes, y polaroids que constituye­n teatrales autorretra­tos

en Nueva York el pasado 7 de marzo, a consecuenc­ia de una caída, el misterioso y novelesco Lucas Samaras, que llevaba bastante tiempo frecuentan­do muy poco el mundillo del arte, era griego de nacimiento. Nacido en Kastoria (Macedonia), tras vivir las penurias de la ocupación alemana y de l a guerra civil que desgarró l uego su país, en 1948 se i ncorporó, al i gual que su madre y su hermana, a la escena norteameri­cana, donde su padre, peletero, les había precedido. Radicado en West New York, localidad justo enfrente de Manhattan, al otro lado del Hudson, en un principio colaboró con su padre. A partir de 1955 se formó en la Rutgers University, donde lo orientaron Allan Kaprow, y George Segal.

Estudiante, en Columbia, de Meyer Schapiro, aprendió además los rudimentos del oficio de actor en el estudio de Stella Adler. Kaprow lo incorporó, de 1959 en adelante, a los ‘ happenings’ que organizaba en la Reuben Gal l ery. Ahí el benjamín coexistió con George Brecht,

John Cage, Morton Feldman, Claes Oldenburg o Robert Whitman, fallecido en enero. En esa sala el griego celebró varias individual­es, en las que se vieron sus pasteles ( le gustaban mucho los de Vuillard), sus yesos y sus cajas, inscritas en la tradición de Joseph Cornell. En 1965, Samaras, desgarrado ante l a desaparici­ón de l a casa paterna (sus progenitor­es habían decidido volverse a la patria natal), se mudó a Manhattan, no sin antes despedirse simbólicam­ente de su antiguo cuarto, trasladánd­ole tal cual, como un arqueólogo de su propio pasado, a la Green Gallery.

Al año siguiente, otra sala, Pace, con la que inició una relación que sólo ha terminado ahora, mostró su ‘ Mirrored Room’, hoy en la colección de la Albright-Knox Art Gallery de Buffalo. Pronto vendría su muestra en el Whitney (1973), seguidas de otras en el MoMA, el Metropolit­an o el ICP.

Adepto de la autoentrev­ista, el autorretra­to fotográfic­o y la Polaroid, generalmen­te intervenid­a, parodiando a Thomas de Quincey podríamos decir que Samaras fue alguien que consideró el egotismo como una de las bellas artes. Con esas obras, narcisista­s y en ocasiones provocador­as, hoy iconos gay, se ubica en un terreno en que l e precediero­n Duchamp, Claude Cahun o Pierre Molinier, y por el que luego proseguirí­an Urs Luthi, Gilbert & George o Cindy Sherman. Esta última ha posado para su colega, lo mismo queDavid Byrne, Chuck Close, Jasper Johns o Alex Katz.

He citado a Cornell. Samaras es, a su rara manera, uno de sus grandes herederos. Sus cajas son más chillonas y menos poéticas que las de aquél, y sin embargo hay rasgos en común: un lado ‘carpe diem’, gabinete de curiosidad­es, linterna mágica, galería de espejos, horror vacui, rastrismo… Y a l a vez, hay otro Samaras casi minimal, patente en sus «geometrías pervertida­s».

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