Jóvenes preguntones
M Eniego a comprar el discurso deprimente y dominante de que la juventud de hoy es peor que la de ayer. Es más: el que lo sostiene es mentiroso, vago, perezoso y tiene una nula capacidad de autocrítica. Si los que vienen son peores será culpa nuestra, ¿no? Este debate es más viejo que la mentalidad rocosa de quien afirma tales cosas, y lo he comprobado ante una multitud inquieta y preguntona que me ha enamorado.
Participé en esta Casa en una charla ante alumnos de secundaria y bachillerato. Me siento muy honrado y por eso quiero contarlo. ¿Sabe usted la responsabilidad que uno siente cuando se dirige a 120.000 alumnos de esos cursos para hablarles de su futuro? Es una iniciativa organizada por Académica y este periódico, siempre preocupado por las nuevas generaciones. 120.000 chicos y chicas de entre 12 y 18 años querían conocer mi pasado, mi época de estudiante, por qué quise ser periodista, si me gusta serlo. Yo les hablé del esfuerzo en la vida, que empieza en esos años, de sus expectativas, que es normal tener dudas. Les conté mi experiencia: que sí, que de repente quise ser periodista, y gracias al apoyo de mi familia lo logré, y que sí, que me gusta mucho esta profesión, que en la vida los profesores te guían, pero que tienes que esforzarte mucho para formarte. No hay que ser impaciente, el esfuerzo siempre se recoge. Esfuerzo y respeto al profesor. Y así, de repente, un día miras atrás y piensas todo lo que has trabajado para llegar a hacer una columna en ABC, donde Azorín, donde Camba, donde Wenceslao, donde Gistau. Y detrás de estas satisfacciones de la vida están el trabajo y el esfuerzo y el levantarse cuando uno fracasa.
Debo de tener muy mala suerte. Mientras lo que escucho por ahí es que las nuevas generaciones no leen, no se esfuerzan y son unos llorones hipersensibles, a mí me tocó responder a un montón de preguntas, muchas preparadas previamente, pero otras sobrevenidas. Un periodista sabe lo difícil que es formular la pregunta correcta en una rueda de prensa o tras escuchar una conferencia, y ellos la hicieron. Qué mala suerte la mía: gente joven haciendo preguntas y todas a mí. O, segunda opción: sí están preparados, sí piensan en su futuro, sí se esfuerzan, sí son como nosotros y nuestros padres, y nuestros abuelos. Ah, y sí leen, aunque de otra manera. Normal, porque no tienen tinta en las manos, sino dispositivos. Una me llegó a preguntar si se podía llegar a ser una persona informada si lo suyo era leer novela fantástica. Respuesta: sí, lo importante es disfrutar de la lectura, lo demás acaba llegando. Y no hace falta leer a Joyce a los doce años.
Así que a los agoreros del apocalipsis juvenil yo les digo que no me vengan con rollos de que los jóvenes no sé qué. Tal vez lo que hay que hacer es ponerse en sus zapatos. Aunque sean feos, incluso muy feos. ¿O es que usted no tiene fotos de cuando era joven? Recupérelas, ande, y haga memoria.
A los agoreros del apocalipsis juvenil yo les digo: sí leen, sí dudan, sí se plantean su futuro. ¿O es que usted no tiene fotos de su juventud? Recupérelas, ande
RAMÓN