ABC (Andalucía)

EUROPA, MÁS LIBERAL QUE EE.UU.

- POR GUY SORMAN

CUANDO era estudiante y fui por primera vez a Estados Unidos, en 1962, descubrí con estupefacc­ión que allí el consumidor podía elegir entre varias compañías aéreas, con unas tarifas infinitame­nte más asequibles que en Europa. En Europa, en esa misma época, cada país contaba con una única compañía nacional, un monopolio que aplicaba unos precios elevados, lo que, de hecho, impedía que la gente humilde viajase. En la década de 1970, lo que me sorprendió por segunda vez en EE.UU. fue la posibilida­d de escoger entre varias compañías telefónica­s que competían entre ellas y, aquí también, con unas tarifas mucho menos altas que en Europa. En la década de 1990, lo que resultaba más barato, y con diferencia, en EE.UU. que en Europa eran los ordenadore­s, los teléfonos móviles y las comunicaci­ones internas, por efecto de la competenci­a impuesta en el mercado estadounid­ense por el Ministerio de Justicia estadounid­ense y por los tribunales, severos con los monopolios. Desde entonces, la situación se ha invertido, ya que, por ejemplo, las tarifas telefónica­s básicas para un teléfono móvil hoy en día son dos veces más baratas en Europa que en EE.UU., los ordenadore­s tienen el mismo precio y los vuelos nacionales estadounid­enses son más caros que los vuelos intraeurop­eos.

Los economista­s de ambos lados del Atlántico están desconcert­ados por este vuelco de la situación, que atribuyen a los efectos de la competenci­a. Ahora esta es más intensa en Europa que en Estados Unidos. En el transporte aéreo, por ejemplo, las cuatro aerolíneas dominantes en EE.UU. controlan el 80 por ciento del mercado, frente al 48 por ciento hace diez años. En Europa, las cuatro compañías dominantes solamente controlan el 45 por ciento del mercado. Por consiguien­te, los beneficios de las compañías europeas son del orden de seis euros por pasajero, mientras que en EE.UU. son de diecinueve euros, según el semanario británico «The Economist». Estos monopolios estadounid­enses benefician, sobre todo, a las empresas y a sus accionista­s, y la competenci­a europea beneficia a los pasajeros. En lo que respecta a la telefonía, con unas tecnología­s y unos servicios comparable­s en los dos continente­s, la situación es idéntica, ya que los beneficios por abonado se sitúan en EE.UU. alrededor de los cincuenta euros, frente a veinte en Europa. Por tanto, como las grandes empresas estadounid­enses son mucho más rentables, acumulan unos beneficios enormes. Estos gigantesco­s beneficios incrementa­n su cotización en Bolsa y hacen felices a los accionista­s; los superricos estadounid­enses son los que más se benefician de ello, en detrimento de los asalariado­s y de los consumidor­es.

El argumento para defender a estos cuasi monopolios estadounid­enses, tal y como lo esgrimen y difunden sus servicios de comunicaci­ón, sus cabilderos y los políticos cercanos a ellos, es que estos elevados beneficios permiten unas inversione­s más altas que en Europa. De esta manera, la economía estadounid­ense puede seguir encabezand­o la innovación y crear, con los beneficios de hoy, los empleos de mañana. Europa, por el contrario, al no tener suficiente­s beneficios, innova menos y sacrifica el futuro. Esta es la teoría capitalist­a, pero ¿puede verificars­e? Igualmente se puede aducir, y es el razonamien­to europeo, que la competenci­a también fomenta la inversión, porque, como los beneficios son más bajos, hay que tratar de mantener las posiciones en el mercado a base de innovar. Es un debate difícil de zanjar.

Es mejor preguntars­e por qué se ha producido semejante transposic­ión entre EE.UU. y Europa. Según los criterios de clasificac­ión de la OCDE, hace veinte años la regulación de los mercados era más disuasoria para las empresas en Europa que en Estados Unidos; veinte años más tarde, es lo contrario, ya que el mercado europeo es más abierto. La Unión Europea es la causa decisiva. Su departamen­to de la competenci­a lucha contra los monopolios e impone una visión liberal al mercado europeo. Como las presiones políticas sobre la Comisión Europea son débiles, esta prosigue su misión, indiferent­e a los lobbies. Así pues, en Europa se condena a Google y a Apple por obstaculiz­ar la competenci­a, mientras que en Estados Umidos, no. En EE.UU. es evidente que el Departamen­to de Justicia que, desde hace un siglo, lucha contra los monopolios se ha vuelto más sensible a los grupos de presión capitalist­as. Y resulta aún más evidente en la era de Trump, con un Gobierno cercano a las grandes empresas que financian las campañas republican­as.

Así pues, llegamos a un resultado paradójico: en Europa, el consumidor se convierte en el rey, mientras que en EE.UU. se da preferenci­a al accionista sobre el consumidor. Europa es cada vez más una «economía de mercado» y EE.UU. una «economía capitalist­a», que no es, ni mucho menos, lo mismo. Nadie se habría imaginado hace veinte años que, bajo la influencia de la Comisión Europea, Europa se volvería más liberal que EE.UU.

Por tanto, EE.UU. ha iniciado una doble evolución, a la vez política, con el triunfo populista, y económica, con el dominio de algunos grandes grupos, extremadam­ente poderosos, en manos de capitalist­as enormement­e ricos. Esta evolución de la democracia estadounid­ense tiene precedente­s, a finales del siglo XIX, cuando el país estaba dominado por los llamados «barones ladrones». Tras ello se produjo una revuelta «progresist­a» que condujo al desmantela­miento de los monopolios y a la creación de un impuesto federal progresivo sobre la renta. Por analogía, le auguramos un futuro prometedor a Bernie Sanders o a aquellos que mantengan un discurso parecido de tipo socialista.

«Europa es cada vez más una economía de mercado y EE.UU. una economía capitalist­a, que no es lo mismo. Nadie se habría imaginado hace veinte años que Europa se volvería más liberal que EE.UU.»

Sanciones

«En Europa se condena a Google y a Apple por obstaculiz­ar la libre competenci­a, mientras que en Estados Unidos, no»

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