ABC (Andalucía)

«A veces me pregunto qué he hecho para tener tanta suerte en la vida» José María Carrascal Escritor y periodista

∑ Acaba de publicar el libro «Todavía puedo» en el que desvela cómo se mantiene en plenitud a sus 87 años. Además, reflexiona sobre España

- JOSEFINA G. STEGMANN MADRID

José María Carrascal (El Vellón, Madrid, 1930) ha hecho todo lo que ha querido. Se propuso viajar porque «en los años 50 no era tan fácil como ahora, que los jóvenes cogen una mochila y se van al Tíbet» y, por eso, se hizo marino mercante. Cuando se cansó, se puso escribir. Entonces, anheló el premio Nadal cuando lo vio en manos de Carmen Laforet y lo ganó en 1972. Quiso ser correspons­al en Nueva York y también lo consiguió. Así informó durante años a los lectores de ABC, a los que hoy dedica una columna casi todos los días y dos Terceras al mes. La televisión, confiesa, no le gusta demasiado: «Se pierde mucho tiempo, tanto haciéndola como viéndola». Y es que el tiempo es, para este consagrado periodista, un bien muy preciado, aunque no tanto como disfrutar de un buen estado físico y mental.

Sobre su orgullosa longevidad habla en su último libro, «Todavía puedo», una contundent­e declaració­n de intencione­s y un mensaje, no para sí mismo ni para la juventud, sino para su generación. Aunque considere que a los 87 años hay que ser mentor antes que actor, «hay que hablar y escribir en subjuntivo en vez de en indicativo», asegura que siempre es necesario buscar ocupacione­s. «Lo terrible sería que no las hubiera. Eso sería la muerte en vida».

—El título del libro, «Todavía puedo», ¿tiene algo de reinvindic­ación?

—Surge de escuchar la frase inversa: «Ya no puedo», que es la que siempre dicen los que han alcanzado mi edad. Me he dado cuenta de que, aún siendo verdad, se oculta una evidencia: «Lo que todavía se puede hacer». Y se pueden hacer infinidad de cosas. Desde levantarse por la mañana, hasta andar, escribir, leer... Cada edad, decía Gregorio Marañón, tiene sus ocupacione­s preferente­s pero siempre hay ocupacione­s.

—Dedica un capítulo a los genes. ¿Cuánto ha influido la genética en su excelente estado de salud?

—La genética influye, sin dudas. Pero los genes hay que cuidarlos, no lo son todo. Mi padre murió con 96 años y en plenas facultades. Era un hombre muy activo y frugal. Comía poco y jamás repetía.

Sus secretos para estar bien

«La genética influye, pero los genes hay que cuidarlos, no lo son todo. Salgo a andar y como poco, jamás ceno»

La actividad mental, los paseos y la alimentaci­ón fueron buenos para él.

—Y usted, ¿es igual de frugal que su padre?

—No ceno nunca. Empiezo con un buen desayuno, aunque no el típico americano con huevos o bacon. Tomo fruta, una tostada de pan integral con aceite y miel, y un café con leche. Para el almuerzo, siempre dos platos y un postre y ya no como más hasta el día siguiente. El día que tengo que cenar lo paso mal, no puedo dormir.

—¿Cree que la soledad es mala a medida que se cumplen años?

—Uno es uno mismo cuando está solo y la soledad hay que cultivarla, aunque es buena para quien sepa aguantarla. El hombre es un animal sociable pero eso no quiere decir que haya que estar siempre con gente. Ser sociable tiene un sentido político o ético. Cuando se llega a la vejez se necesita a alguien. En este sentido, es importante la relación con la pareja. Es bueno que se tengan gustos en común pero no convivir con una persona igual que tú, eso es aburridísi­mo. Como es difícil que los dos miembros de un matrimonio mueran al mismo tiempo hay que hacerse a la idea de que uno puede terminar solo.

—Menciona a los «millenials», desde la precarieda­d laboral que sufren a la necesidad que tienen de reinventar­se... ¿Cree que es posible llegar tan bien a su edad con las condicione­s de hoy?

—Totalmente, incluso mejor porque las posibilida­des son mayores. Cuando yo acabé la carrera no era fácil encontrar trabajo. La juventud actual tiene muchos inconvenie­ntes, pero también más libertad, que hay que pagarla. En este caso, se paga con inestabili­dad sentimenta­l y económica. Antes la gente entraba en una empresa y se jubilaba en ella. Yo no fui de esos, porque me marché de España. A mí no me apetecía esa rigidez laboral que existía entonces.

—¿Hay alguna etapa de su vida con la que se quede especialme­nte?

—Todas las etapas de la vida tienen algo. Aunque si pudiera volver a la juventud diría que no. Es uno tan estúpido, se cometen tantos errores... La juventud es la etapa de la vida más dura, más que la vejez porque uno tiene un problema y lo sana, pero en la juventud uno no está preparado, ha elegido mal, quiere cosas que no puede obtener.

—¿Es un buen cerebro la clave de la longevidad?

—Absolutame­nte. Y lo dice la ciencia.

—¿Cómo lo ejercita?

—Con lectura. Leer es descifrar. También se puede jugar al dominó o las cartas y evitar la televisión, que te lo da todo cocinado y digerido.

—¿Es feliz?

—Si se considera estar satisfecho, sí. He conseguido todo lo que quería. También tengo una mujer que me aguanta. A veces me pregunto qué he hecho para tener tanta suerte...

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ISABEL PERMUY José María Carrascal posa en el patio andaluz de la sede de ABC en Madrid

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