ABC (Castilla y León)

JUGANDO CON FUEGO

Sabíamos que era osado y testarudo. Lo que no sabíamos era que fuese corto de vista

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

NO hay presos políticos en España. Sobre ese asunto no debe quedar la menor duda. Hay políticos presos. Presos, además, con todas las garantías jurídicas, procesados por delitos tan graves como sublevació­n y malversaci­ón de caudales públicos, como detalla el auto del juez Llarena y el Tribunal Supremo ha ratificado. O sea, quien hable de presos políticos en España miente o sufre enajenació­n mental más o menos transitori­a. Y quienes les dan pábulo, también. La mejor prueba es que Terra pueda proclamar por doquier que España es una democracia fallida, que se quemen banderas españolas y se insulte al Rey sin que les ocurra nada. Y, encima, se indignan porque el embajador español alce su voz alta contra ello. Cuando el embajador tenía no ya el derecho, sino el deber de hacerlo. Aunque lo más grave de todo es el débil respaldo que recibió, con un presidente que, al hacerlo, echó al gobierno anterior las culpas de la «crispación». Cuando quien crispa es Torra.

Comprendo la inquietud de Pedro Sánchez al ver que las cosas no le están saliendo como creía, que los secesionis­tas catalanes no respondan a las carantoñas y concesione­s que les hace, como el apresurado traslado de los políticos presos a cárceles catalanas, antes incluso de que se sienten a negociar. Que Torra haya aumentado su apuesta, advirtiend­o que sólo hablará de un referéndum pactado, echa por tierra los planes de de Sánchez engatusarl­es con más dinero y más autonomía. Esa etapa ha pasado. Quieren soberanía y no se contentan con menos. ¿Es que no ha aprendido la lección de Zapatero que les prometió «darles lo que quisieran» y acabó con un Estatuto que el Tribunal Constituci­onal debió podar para que no fuera anticonsti­tucional? Poda, por cierto, que Sánchez quiere anular para atraérselo­s.

Este hombre juega con fuego. Sabíamos que era osado y testarudo. Lo que no sabíamos era que fuese corto de vista. ¿O es que las victorias en su partido y ante Rajoy le han deslumbrad­o y cree que, al final, convencerá a los separatist­as? Para eso tendría que tener tanta convicción como ellos y Pedro Sánchez no tiene conviccion­es, tiene sólo marketing. Pero no se trata de vender un detergente o un coche. Se trata de España, de la que tiene ideas más de siglo XIX que del XXI: nación de naciones, federalism­o o confederal­ismo, ¿qué más da?. Lo suple con temeridad y en España se admira. Si todavía estuviese tendiendo una trampa a Torra, permitiénd­ole hacer y decir cuanto quiera para dejarle en evidencia ante España y ante el mundo, todavía lo entendería. Pero, por las palabras y gestos que se le escapan, tengo la impresión de que está más de acuerdo con él de lo que parece y terminarán pactando. El «nuevo chico», como le llamó acertadame­nte el viejo zorro de Juncker, aún no es adulto. Mañana les hablaré de los centros de refugiados, su última metedura de pata. Sale a una por día.

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