La luz y el brillo de Cataluña
Soy madrileño y tengo familiares y amigos en Cataluña, y por no perder el contacto, e independientemente del cariño que siempre he tenido hacia la cultura catalana, he procurado siempre visitar aquellas tierras. Son inolvidables sobre todo los veranos que durante las décadas de los ochenta y noventa pasé allí.
En aquellos años disfruté a tope de la amabilidad de sus habitantes, de la grandeza de su arte (¡aquellas exposiciones de pintura de Barcelona, Figueras, Sitges...!) y sobre todo del ambiente de paz, libertad y democracia que se respiraba en el ambiente y en sus gentes. Nunca, nunca, nunca alcanzará Cataluña las cotas de civilización y grandeza que se vivieron en aquellos años, doy constancia de ello. Nunca imaginé que todo aquello se fuera al traste, como por desgracia se ha ido. Aquel brillo y aquella luz que deslumbraba Cataluña no me dejaba ver que en la oscuridad había políticos (siempre los políticos) que estaban maquinando la inoculación de veneno en sus gentes, veneno que ha destruido no solo la convivencia entre los catalanes sino el interés de los forasteros como yo, que ya no queremos pisar donde se ha sembrado la mentira y el odio.
¿Volverá alguna vez de nuevo la luz y el brillo de los ochenta y noventa? Pues hasta entonces y hasta que desaparezcan los inoculadores, como decía con pena Albert Boadella... «Adiós Cataluña, adiós». FRANCISCO NAVAS RÁEZ MADRID