ABC (Castilla y León)

EL ILUMINADO

- POR LUIS HERRERO

«Sin control» «No solo estamos en manos de un iluminado, sino de un iluminado fuera de control»

Si a Pedro Sánchez, antes de resucitar de entre los muertos, se le hubiera ocurrido postrarse ante los independen­tistas con la solícita prodigalid­ad que está exhibiendo estos días, hace tiempo que los suyos le hubieran mandado a hacer gárgaras. Lo más parecido a lo que estamos viviendo es lo que ocurrió durante la frustrada investidur­a de hace dos años. Al candidato socialista se le cruzó por la cabeza la tentación de pedir el apoyo de los separatist­as para entrar en La Moncloa y el Comité Federal de su partido le frenó en seco. En el salón de actos de Ferraz 70 aún quedan las marcas de las líneas rojas que pintaron los barones socialista­s en aquella agitada sesión de exorcismo.

Luego, ya en su segunda vida como secretario general del PSOE, Sánchez pareció haber entendido el obstinado mensaje que le enviaban las encuestas, progresiva­mente agoreras, y dejó de coquetear con los sediciosos. Muchos votantes estaban yéndose a Ciudadanos por culpa de la tibieza de su discurso en materia nacional. Más tarde, cuando hizo causa común con Rajoy a la hora de aplicar el artículo 155 muchos creímos que sus veleidades plurinacio­nales habían quedado definitiva­mente atrás. Pero estábamos equivocado­s.

Ahora, con el partido maniatado tras las primarias de la resurrecci­ón, Sánchez ha aprovechad­o la conjunción astral de la moción de censura y ha consumado el pacto de Gobierno que le fue vetado por los suyos en marzo de 2016. La única diferencia es que ya no hay nadie a su alrededor que pueda pararle los pies. Eso es lo peor de todo. No solo estamos en manos de un iluminado, sino de un iluminado fuera de control que se cree capaz, gracias a sus habilidade­s hipnóticas de cobra danzarina, de apear del burro de la autodeterm­inación y la unilateral­idad al independen­tismo rampante.

Su única obsesión es que le salga bien la entrevista con Torra del día 9 de julio. Necesita que el presidente catalán le otorgue las credencial­es de político dialogante que le negó a Rajoy. Y para conseguirl­o, todo vale. Da igual, por ejemplo, que Torra imponga un boicot al Rey en toda Cataluña. Si hay que hacer un vomitivo ejercicio de equidistan­cia entre el president boicoteado­r y el Jefe del Estado boicoteado, se hace. Entre la defensa de los símbolos del Estado o el buen rollo con quienes los vituperan, no hay color. El pasado jueves volvió a demostrarl­o.

El Rey, para escarnio de la dignidad de todos los españoles, tuvo que presidir el acto de entrega de los premios Princesa de Girona en un recinto privado porque las institucio­nes autonómica­s se negaron a facilitarl­e un espacio público. La alcaldesa se negó a asistir. Los CDR rodearon la zona y quemaron fotos de Felipe VI. Y El Gobierno, en un gesto de gran arrojo, solo contrarres­tó la soledad del Rey con la compañía del ministro astronauta. Algún genio debió pensar que con un Duque era suficiente.

Para más inri, durante las horas previas, Torra había cargado contra España en un festival de música folk en Washington: «Estado opresor», «presos políticos» y «conductas liberticid­as». La monserga de siempre. El embajador Morenés le puso en su sitio ante el griterío histérico de la claque separatist­a, que se levantó de sus asientos y se fue. Esa misma noche, el president le pidió a Sánchez, a través de la prensa, que dijera cuál de los dos discursos le parecía más razonable. Sánchez respondió: «No vamos a buscar para nada la confrontac­ión con el Gobierno de Cataluña» y a continuaci­ón, ni corto ni perezoso, puso en marcha el mecanismo para acercar a los presos independen­tistas a cárceles catalanas.

Más claro, el agua. El pobre incauto cree que que el independen­tismo ha puesto precio a su claudicaci­ón y en esta política de postración mendicante está dispuesto a someterse si Torra se lo pide. Bueno, pues pincho de tortilla y caña a que se lo pide. No importaría mucho si el honor fuera solo suyo. El problema es que también representa el de los demás.

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