España y Grecia acogerán a solicitantes de asilo que están en Alemania
Tras salir en ayuda de la canciller, el presidente del Gobierno español se limitó a hablar de una «cantidad razonable» de refugiados
Después de una larga noche de negociaciones que duró hasta las 5 de la madrugada, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, empezó la jornada ayer aplicando el precario acuerdo alcanzado a veintiocho con una reunión con la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro griego, Alexis Tsipras. Grecia y España acogerán un contingente probablemente simbólico de inmigrantes que se encuentran sin papeles en el sur de Alemania, –«una cantidad razonable», dijo Sánchez– de modo que el gesto pueda tranquilizar a los socios bávaros de Merkel, pero sin molestar al actual Gobierno italiano, que no quiere saber nada de hacerse cargo de los emigrantes que hayan entrado por su territorio.
El acuerdo al que se llegó después de una discusión áspera y nada edificante revela que en realidad en Europa no hay tanto una crisis migratoria, porque las cifras de llegadas son ínfimas comparadas con lo que sucedía hace tres años, sino que de lo que se trata es de contener los efectos políticos de su percepción, que alimentan a los movimientos euroescépticos y nacionalistas, que han visto reforzadas sus posiciones. El acuerdo que sale de la cumbre se limita a un llamamiento a «explorar rápidamente» el «concepto de plataformas regionales de desembarco» de migrantes rescatados en el mar, en cooperación con el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En dichas plataformas se debería poder identificar a las personas rescatadas para distinguir entre los que cumplen los requisitos para ser considerados demandantes de asilo y los emigrantes económicos, que serían inmediatamente devueltos a sus países. En realidad, nada concreto todavía y basado en términos de estricta voluntariedad.
Movimientos secundarios
De hecho, ningún país ni dentro ni fuera de la UE se ha comprometido a albergar alguno de estos centros, que todavía despiertan muchas dudas sobre su compatibilidad con el derecho internacional y los valores europeos.
El texto habla de centros «controlados» y no «cerrados» como quería Francia, aunque el significado de este matiz todavía no está claro, porque el principal problema ya no es tanto la entrada ilegal de personas, sino sobre todo su capacidad para ir de un país a otro, los llamados «movimientos secundarios», que son la base de todas las suspicacias de las fuerzas nacional-populistas. No serviría de nada llevar a esos extranjeros a una de estas «plataformas» si no existe medio de obligarles a permanecer en ellas. Igual que no se puede asegurar que aquellos que sean enviados desde Alemania a España o a Grecia no volverán cuando les parezca, a bordo del primer autobús, aprovechando que
no hay fronteras internas en la UE.
Por ello, el compromiso incluye un párrafo para combatir el movimiento de inmigrantes entre los países antes de que se produzca una decisión sobre su caso de las autoridades del país de llegada. «Los Estados miembros –se dice en el texto final– deben tomar todas las medidas legislativas y administrativas nacionales necesarias para contrarrestar dichos movimientos y cooperar estrechamente entre sí para este fin», lo que puede incluir restricciones en las fronteras.
Sánchez se felicitó, sin embargo, de que se haya acordado también un refuerzo de medios financieros para que España pueda llevar a cabo políticas de concertación con los países de emisión o tránsito de inmigrantes, que es lo que han venido haciendo los sucesivos gobiernos de Madrid con bastante éxito, por ciento. Y a pesar de esta contrapartida, Sánchez dijo que lo había aceptado porque petende enviar un «mensaje de que España es responsable y solidaria».
En fin, el acuerdo es en todo caso una gran victoria para los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa o V4) que han logrado imponer su posición de negarse a aceptar refugiados. Viktor Orban, el primer ministro húngaro, lo ha proclamado como tal al expresar su alegría por haber podido vencer «la amenaza real de que se distribuyesen los migrantes en campos de refugiados en los países europeos» mientras que con su bloqueo, «hemos logrado hacer aceptar nuestra propuesta que prevé que no podrá haber relocalización alguna de migrantes sin el el consentimiento previo de los países concernidos».