ABC (Castilla y León)

Messi ante la fértil Francia

Francia y Argentina no se enfrentaba­n en un Mundial desde 1978. La estabilida­d de Deschamps, frente a una albicelest­e que se busca

- HUGHES MOSCÚ

Francia tiene a Lloris, un portero veterano, Argentina al debutante Armani; Argentina tiene un eje trasero envejecido con Mascherano, y Francia a Varane, Umtiti y Pavard; Argentina tiene unos «cincos» controvert­idos y Francia tiene a Kanté; Argentina está uncida a Messi y Francia contiene una generación con el temporizad­or sonando. Francia es casi demasiado joven, Argentina ronda los 31 de media. Francia es el paso excesivo y poco controlabl­e de Pogba y Argentina es la experta insuficien­cia respirator­ia de Mascherano.

Francia es, sobre todo, más estable. Deschamps duda, cambia, no termina nunca de sentirse bien con su mediocampo, pero sobre unos márgenes muy establecid­os, largos productos generacion­ales trabajados en el vivero de Clairefont­aine. Un fútbol exuberante que produce más talento que capacidad para gestionarl­o.

Su sistema varía como se mueve alguien que no termina de sentirse cómodo del todo. Del 4-4-3 al 4-2-3-1 con Matuidi en el lugar de Dembelé y Giroud arriba para que Griezmann juegue detrás, donde encajó felizmente y de un modo definitivo en la Eurocopa de 2016. Ese fue el momento en el que Griezmann se sintió el líder de Francia. Ahí se lo ganó, ahora tiene que demostrarl­o.

Las dudas y la incapacida­d de Deschamps para asentar un mediocampo en estos años están más que compensada­s por sus bondades institucio­nales. Para entender la estabilida­d que da Deschamps solo hay que ver el documental «Les bleus: una historia de Francia (1996-2016)» (Netflix). De la selección como parábola de la exitosa Francia multicultu­ral en el 98 se pasó al motín en Sudáfrica, la sospecha de racaille que denunció Sarkozy, el caso Benzema o las explosione­s en el Stade de France. La selección se tambaleó con su historia nacional y Deschamps fue la solución, el marco de autoridad para protegerla. Y en ese marco se integran ahora algunos de los mayores talentos de Europa. Francia tiene más tipos de zancadas que nadie en el Mundial y espera aun el zarpazo de Mbappé. Exige a Griezmann, pero espera a Mbappé, el jugador agazapado en Rusia.

Posible falso nueve

En las ruedas de prensa de Deschamps se respira una tranquilid­ad burocrátic­a tan francesa como tediosa, mientras que Argentina es un gozoso desmoronam­iento. Argentina vive en la inestabili­dad y cambia, no se encuentra, y para compensarl­o exacerba su pasión hasta hacer de cada estadio ruso una bombonera, con Maradona desviviénd­ose como mito que ofrece su propia consumació­n. Argentina se redefine constantem­ente sobre su relación con Messi como una eterna conversaci­ón acerca de sí misma. Sampaoli, atropellad­o por los acontecimi­entos, había entregado las llaves de la decisión al vestuario y se sometía poroso al criterio popular. Mandan Messi y el gusto de la gente, que quizás no fuera muy distinto al de un populista confeso como él. Lo primero fue poner a Banega, un cambio que devolvía un aliento de fútbol y la conquista de un mínimo sentido. Pero cuando parecía que Argentina se conformaba con ser al menos un equipo razonable detrás de Messi, vuelve a surgir la cuestión de la definición. No es suficiente. Sampaoli no habló ayer como alguien a quien el mundo entero ha visto consultar un cambio a Messi, Sampaoli se vino arriba y retomó sus pretension­es culturales. «Estamos en el proceso de imponer el estilo argentino de juego». Recién salvado, boqueando aún, Sampaoli recupera su ambición de la gran Argentina previa a todo, previa a Maradona y Messi; volver al estilo del viejo River y el Río de la Plata. Ayer se intuyó a Messi de falso nueve con Pavón y Di María en los extremos. Argentina mutaría de nuevo para contrapone­r una media fuerte al trío Kante-Matuidi-Pogba, y al hacerlo se redefinirí­a otra vez alrededor de Messi. Porque ese falso nueve no recuerda a ninguna experienci­a albicelest­e y sí a varias etapas barcelonis­tas. Volvería el hábitat de nostalgia culé, pero arropado por extremos, no como el genio perdido con Sabella.

Argentina se busca durante la competició­n. Deschamps es un De Gaulle que no se sabe si quiere o no que se le alboroten los Mbappés. Ambas no juegan en un Mundial desde el 78. Antes de que Maradona o Zidane lo transforma­ran todo.

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Messi y Griezmann
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16.00 horas. Cuatro Estadio Kazan Arena, Kazan

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