LETRAS QUE FUNDAN
José Luis Puerto revela su faceta como poeta visual en «Abecevarios», cinco series alfabéticas en las que cada letra genera una imagen
Es José Luis Puerto uno de los poetas más puros y más hondos que tenemos en la actualidad y la profundidad de su palabra no implica ningún tipo de hermetismo, muy al contrario es un poeta de voz clara. De la experiencia vital y cotidiana que desnuda extrae la esencia que posa en sus poemas para entender y conmover. Como dice el gran poeta Antonio Colinas al referirse a él, sus versos vienen de la mejor tradición, la de la lírica castellana que bebe directamente en el Cancionero, en Jorge Manrique o en San Juan de la Cruz.
Sorpresa
Pero lo que aparece ahora es una sorpresa en su trayectoria: José Luis Puerto poeta visual. Conocíamos su labor como estudioso y editor de poesía experimental, primero en la colección Plástica & Palabra y, luego, en su continuación actual Caligramas, ambas de la Universidad de León; también teníamos noticia de su trabajo como comisario — junto a Tomás Sánchez Santiago, Luis Marigómez y Esperanza Ortega— en la que seguramente ha sido la más completa exposición dedicada en los últimos años a este género: «Constelaciones. Poesía experimental en España (1963-2016)», organizada por el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC), que también se pudo ver en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, en Córdoba; pero nada sabíamos de su actividad creadora en esta forma de expresión que cristaliza en este libro con cinco series de abecedarios en los que cada letra genera una imagen.
Afirma el autor que lleva haciendo poesía visual desde niño y ese origen en la infancia nos da la clave interpretativa, que es la misma que la del resto de su obra. La infancia es para él lugar fundacional y esa fundación se produce a través del lenguaje, de las palabras y de las letras, que en su función estética instauran la existencia en el tiempo.
No hay que olvidar, para entender mejor estos abecedarios, sus primeros poemas con estelas, piedras grabadas con palabras, o las letanías en las que recupera aquellas que desaparecen del habla con poemas que se limitan a repetirlas. No hace mucho abría Puerto un libro, también peculiar, La casa del alma (Eolas, 2015) precisamente con un «Elogio de la A». En este pequeño apunte en prosa está condensada toda la explicación de estos abecedarios que salen hoy de la imprenta. La letra A trae a la sensibilidad del autor todo lo que se fue soldando a su ser con las palabras que la contenían —casa, alma, cama, campana, blanca— formando un nudo entre las cosas y sus nombres que toma los atributos de una alianza sagrada.
Estas imágenes son una oración a las letras, a los signos que producen la maravilla y albergan en su esencia todo el lenguaje como potencia, como resonancia y memoria, para ponernos en contemplación y diálogo con todo.