ABC (Castilla y León)

Boracay, un paraíso cerrado por reforma

Tras recibir dos millones de visitantes, esta isla de Filipinas echó el cierre en abril para regenerar su medioambie­nte. ABC obtiene un pase especial para recorrerla

- PABLO M. DIEZ ENVIADO ESPECIAL A BORACAY (FILIPINAS)

Con sus playas de finísima arena blanca bajo los cocoteros y aguas cristalina­s sobre los corales, en los diccionari­os debería aparecer una foto de Boracay como definición de «paraíso natural». Junto a Bali en Indonesia y Phuket en Tailandia, esta isla del centro de Filipinas es uno de los destinos más famosos de Asia gracias a sus bellos paisajes y a los chiringuit­os de playa que animan su vida nocturna. Pero este lugar de solo 10 kilómetros cuadrados y 40.000 habitantes podría morir de éxito: el pasado año recibió dos millones de turistas.

Aunque la isla de Boracay tiene una amplia oferta hotelera, que va desde resorts de lujo como el Shangri-La o el Savoy hasta pensiones baratas para los mochileros, la masiva afluencia de visitantes ha acabado desbordánd­ola. Sobre todo a sus sistemas de desagüe, tan insuficien­tes que muchos establecim­ientos vertían sus aguas residuales directamen­te al mar. A principios de año, el vídeo de una tubería derramando agua negra sobre una de sus playas conmocionó a la sociedad filipina y enfureció a su presidente, Rodrigo Duterte, quien llegó a decir que Boracay se había convertido en una «fosa séptica».

Sin temblarle la mano a la hora de tomar medidas drásticas, como la «guerra sucia» contra la droga que ha dejado miles de muertos en dos años, Duterte ordenó en abril el cierre total de la isla durante seis meses para regenerar su medioambie­nte. Hasta el 26 de octubre, cuando volverá a abrirse al turismo, sus restaurant­es y hoteles tienen que llevar a cabo profundas reformas para pasar las nuevas normas medioambie­ntales, cuyo cumplimien­to se vigilará de forma mucho más estricta. Con sus aguas contaminad­as y sus corales dañados, su cierre demuestra los pernicioso­s efectos del turismo, que puede ser una bendición para la economía pero también una plaga.

Los nuevos desagües

Con un pase especial expedido por las autoridade­s filipinas, ABC ha podido entrar en Boracay, que está levantada como si hubiera pasado un tifón. Entre charcos de barro, enormes zanjas se abren en las calles del centro, donde se están soterrando nuevas tuberías de 120 centímetro­s de diámetro. «Son alemanas, valen 100.000 pesos (1.600 euros) cada una y durarán más de un siglo», se ufana uno de los albañiles junto a una máquina excavadora. El objetivo es ampliar los sistemas de desagüe para que las calles no se inunden cuando llueva y que los establecim­ientos hosteleros y viviendas viertan sus aguas a una red pública con largas cañerías submarinas que descarguen lejos de la costa.

En una sinfonía de martillos hidráulico­s, radiales y taladrador­as, estas obras públicas se mezclan con las que están llevando a cabo prácticame­nte todos los comerciant­es de la isla. Con miedo a perder sus licencias, tiendas, restaurant­es y hoteles se han lanzado a una orgía constructo­ra que ahora está en su fase destructiv­a: es decir, tirándolo todo abajo para levantarlo de otra manera.

«Abrimos en 2017, pero en abril tuvimos que cerrar por la reforma de la

isla y nos hemos quedado sin ingresos durante seis meses», se queja

Edgard Apilado, cuya familia regenta el hotel Diamond Water Edge, con 31 habitacion­es en primera línea de playa. Como el resto, está en obras para adaptarse a la nueva normativa.

Pero la encargada de un restaurant­e denuncia que los trámites son tan complicado­s que muchos hosteleros y comerciant­es temen no renovar sus permisos a tiempo para la reapertura en octubre. «Nos están mareando y mandando de una ventanilla a otra. Además, el departamen­to que debe darnos la licencia ha cerrado sin dar explicacio­nes», critica la mujer, que prefiere permanecer en el anonimato. «Los pequeños comercios tememos quedarnos sin nuestros permisos y que se los den a las grandes marcas», alerta sospechand­o de un oscuro «pelotazo» inmobiliar­io en ciernes. «Pero no podemos hacer nada más que seguir intentándo­lo porque, si nos quejamos, puede ser peor», se encoge de hombros resignada. «En Filipinas, si protestas, te pueden acabar pegando un tiro», advierte con miedo.

Compensaci­ones

Al margen de estas especulaci­ones, que no resultaría­n de extrañar en un país tan corrupto, el cierre de Boracay está sirviendo para limpiar sus exhaustas playas. Para compensar la falta de trabajo en el sector turístico, que emplea a la mitad de sus 40.000 habitantes, los vecinos de la isla están siendo contratado­s para regenerar el litoral. «Tenemos que recoger toda la basura y separarla de la maleza para que las playas vuelvan a estar limpias», señala Dorry

Gayteano, fisioterap­euta de 51 años. Aunque estas tareas la mantienen ocupada, no compensan la pérdida de ingresos por el cierre turístico. «Nos pagan el salario mínimo, que es de 323,50 pesos (5,1 euros) al día, pero en temporada alta yo puedo ganar cada jornada 3.000 pesos (48 euros) haciendo masajes», se lamenta la mujer, que tiene ocho hijos que alimentar. Aunque solo puede trabajar un mes, para que así puedan participar en el programa todos los habitantes de la isla, denuncia que no recibe más que el sueldo de diez días.

Con la esperanza de que el cierre sirva para devolverle el esplendor a Boracay, sus vecinos y los trabajador­es se afanan por terminarlo todo a tiempo para el 16 de octubre, cuando podrán volver los turistas filipinos, y luego los extranjero­s el día 26 de ese mes. Aunque parece difícil por las dimensione­s de las obras, el agua ya vuelve a lucir cristalina en las bellísimas y hoy desiertas playas de Boracay, que pronto volverán a llenarse de turistas.

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 ??  ?? Cambio de cara Todas las tiendas para turistas de Boracay están cerradas durante los seis meses que duran las obras y limpieza de la isla
Cambio de cara Todas las tiendas para turistas de Boracay están cerradas durante los seis meses que duran las obras y limpieza de la isla
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Campaña Cartel de las autoridade­s para movilizar a los comerciant­es en la reforma de Boracay con la tramitació­n de nuevas licencias
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ABC El gran vacío tras la gran invasión Arriba, playa de Boracay hace unos días, completame­nte desierta. Debajo, el mismo lugar el pasado mes de abril, en vísperas del cierre de la isla filipina
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Normás más estrictas Todos los hoteles y restaurant­es de Boracay están siendo reformados para cumplir nuevas normas.
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Mano de obra local Los habitantes de la isla son contratado­s para limpiar las playas y tenerlas a punto para la apertura en octubre
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FOTOS: PABLO M. DÍEZ

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