ABC (Castilla y León)

Sánchez hace de la rectificac­ión seña de identidad para seguir en el poder

▶A pesar de su poco tiempo en la élite política ha pasado por todos los registros y corregido sus opiniones en función de los réditos que podía lograr

- VÍCTOR RUIZ DE ALMIRÓN MADRID

En la trayectori­a política de Pedro Sánchez hay un componente importante de épica. Su historia tiene como epicentro la defenestra­ción como líder del PSOE después de dos años de mandato en que los dirigentes de su partido no querían que fuese más que una marioneta. La recuperaci­ón meses después del poder orgánico en unas primarias constituye el punto de inflexión de una carrera que se considerab­a amortizada. Un año después se convertía en presidente del Gobierno. En los cuatro años y medio que discurren desde su aparición en la escena política nacional hasta el día de hoy se escribe una historia de poder, traición y mentiras. Es la conquista del poder, su intento por preservarl­o, lo que explica todo en Sánchez, marcado en su forma de hacer política por ese primer mandato en el que sentía que todos querían levantarle la silla.

Mantener el cargo, recuperarl­o y convertirs­e en presidente. Poder, poder y poder. Y en esa evolución personal discurre en paralelo, retroalime­ntándose, una conversión ideológica. Esa batalla por cumplir sus objetivos le ha llevado a bailar con la contradicc­ión y la rectificac­ión como modo de hacer política. Tanto en cuestiones concretas como en todo un cuerpo ideológico que está en entredicho.

¿Quién es realmente Pedro Sánchez? En julio de 2014 ganaba las primarias del PSOE para suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba en la secretaría general. Lo hacía esencialme­nte gracias al apoyo del PSOE andaluz de Susana Díaz y otras figuras que querían evitar que el partido cayera en manos de Eduardo Madina.

De ese candidato de estilo socio liberal hubo buena muestra en los primeros compases de su mandato a cuenta del gran debate que ha marcado los últimos años al socialismo español: ¿Cómo relacionar­se con Podemos? Al inicio de su primer mandato lo tenía muy claro. Septiembre de 2014, discurso ante el Comité Federal: «Nosotros ni PP, ni populismos». Durante una entrevista en televisión ese mismo mes:

«Ni antes ni después el

PSOE pactará con el populismo. El final del populismo es la Venezuela de Chavez. La pobreza, las cartillas de racionamie­nto». Unos meses después, en enero de 2015, durante un acto de partido, Sánchez seguía firme: «Pablo Iglesias, el de Podemos, que hace de la mentira su forma de hacer política».

Tras las municipale­s y autonómica­s de 2015, Sánchez encontró en los acuerdos con Pablo Iglesias el modo de aumentar el poder institucio­nal del PSOE pese a haber obtenido unos resultados muy pobres. Una primera enmienda a sus propios compromiso­s que sin embargo no enmendó por completo lo que Sánchez pensaba de Podemos. En septiembre de 2015 la pregunta era con quién estaría dispuesto a pactar Sánchez. Así respondía cuando se le preguntó por si pactaría con Pablo Iglesias: «Bueno, vamos a ver, pactar con Podemos, ¿y por qué no pactar con Ciudadanos?». Aquel día se refirió a Rivera como «la derecha moderada» con «la que podía entenderse». Tras el 20-D efectivame­nte firmaron su acuerdo insuficien­te y reforzaron la lealtad entre los dos partidos para tratar de sumar apoyos.

Solo tras la repetición electoral y viendo el distanciam­iento de Rivera y con Iglesias lamiéndose las heridas del fallido «sorpasso», Sánchez empezó a priorizar el pacto con Podemos. Pero nunca se atrevió a explorar seriamente la posibilida­d de ir a una investidur­a de su mano y bus-

Ideología En su evolución política va en paralelo una conversión ideológica

Ciudadanos Ante un futuro pacto, ni Sánchez ni Rivera han tenido problema en cambiar de opinión

car el apoyo independen­tista. Su defenestra­ción en octubre de 2016 en aquel Comité Federal lo cambió todo.

Tras dejar su escaño en el Congreso reaparecía en La Sexta en una entrevista: «No estoy muerto, aquí sigo». Nadie lo creyó. Pero ese día Sánchez estaba madurando su vuelta, y anunciando la enmienda de sus principios, o al menos a las posiciones hasta entonces mantenidas. El camino que le ha llevado a la presidenci­a: «Me equivoqué al tachar a Podemos de populista» . «El PSOE tiene que trabajar de tú a tú con Podemos». Primer paso. «España es una nación de naciones». «Cataluña y Euskadi son naciones dentro de España».

Giro a la izquierda. Y adiós al candidato que había aparecido con la enorme bandera de España en su proclamaci­ón como candidato a la presidenci­a (junio de 2015) y pactado después con Albert Rivera. En su carrera por recuperar la secretaría general todo fue muy simbólico, con La Internacio­nal y el puño en alto para cerrar los actos. Pero lo más relevante de su programa por recuperar Ferraz fue que incluyó la apuesta por una reforma constituci­onal para «perfeccion­ar el reconocimi­ento del carácter plurinacio­nal del Estado apuntado en el artículo 2 de la Constituci­ón».

Plurinacio­nalidad y 155

Tras recuperar Ferraz la plurinacio­nalidad tardó poco en salir de los discursos del secretario general. Pocos meses después de recuperar el puesto y entre sumas cautelas y patinazos de sus portavoces Sánchez empezaba a negociar con Mariano Rajoy el cómo, cuándo y el cuánto de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón. Sánchez se enfundó ese traje y lo lució un tiempo, explayándo­se contra Quim Torra de un modo que ni Rajoy lo hacía. 21 de mayo de 2018. Apenas una semana antes de plantear la moción de censura: «Torra no es más que un racista al frente de la Generalita­t de Cataluña. Tan ultraconse­rvadores y racistas son las declaracio­nes de VOX como las declaracio­nes y escritos de Torra» . En aquella rueda de prensa en Ferraz se le preguntó por la eventual aplicación de un nuevo artículo 155: «Todos los escenarios están encima de la mesa», aseguró. Y fue más lejos al asegurar que «el objetivo y la naturaleza será diferente», apuntando a una mayor extensión y dureza.

Apenas diez días después, en su discurso durante la moción de censura, todo había cambiado y Sánchez cuestionab­a «la tentación en la que siempre ha incurrido la derecha española de hacer del debate territoria­l un campo de batalla en el que dirimir intereses partidista­s y electorale­s». Proponía como pilar de su Gobierno «restablece­r los puentes con todas y cada una de las comunidade­s autónomas, y sentar las bases que nos permitan normalizar las relaciones e iniciar el dialogo entre el Gobierno de España y el nuevo Govern de Cataluña».

El resto es historia. Pedro Sánchez alcanzó el Gobierno de España de la mano de Podemos, el PNV y el independen­tismo catalán. La operación que menos de dos años antes, más bien solo su posibilida­d, había movido al aparato del PSOE a forzar su salida. Pero tras su victoria en las primarias el nuevo PSOE que ha construido Pedro Sánchez es muy diferente. Sin que pueda articulars­e ningún movimiento de oposición. En menos de cinco años Sánchez ha ido y ha vuelto. Primero fue el candidato moderado, luego el que apostaba por pactar con Podemos, más tarde el que hacía bandera del 155 y poco después el que accede al Gobierno dependiend­o del voto de los independen­tistas y deja abierta la puerta a la concesión de los indultos que hace un año despreciab­an.

La pregunta parece evidente y es legítima. ¿Volverá Sánchez a cambiar si es preciso? Quienes le conocen aseguran que el tablero político se ha reposicion­ado de tal modo que la única opción es la del Gobierno de izquierdas. ¿Pero qué sucederá si tras las elecciones generales, como apuntan las encuestas, es la suma con Ciudadanos la que le da de modo más sencillo una mayoría absoluta? Ni Sánchez ni Rivera han mostrado hasta ahora problema en cambiar de opinión si era preciso.

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MAYA BALANYA Pedro Sánchez, ayer en Madrid en la presentaci­ón de los candidatos autonómico­s del PSOE

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