Es un tajo en el cuerpo de medio siglo de gran parte de la sociedad vasca que deja al descubierto la degeneración de su alma
Allen: «Mientras me respete la salud, seguiré trabajando» Tras su aparente trivialidad, hay sabiduría, confesión y astucia de viejo tumbado en un diván
Woody Allen se inventa en «Rifkin’s festival» un certamen lleno de cine clásico y de amarga nostalgia y lo trae a San Sebastián, donde lo rodó el pasado verano y donde ayer, entre mascarillas, geles y aforos reducidos, parecía que la realidad estaba en la pantalla y la ciencia ficción en las butacas. El propio director tuvo que presentar la película por videollamada. «Estoy emocionado de poder hablar desde Nueva York, desde mi casa», dijo el cineasta, que a sus 84 años no puede asumir el riesgo de venir a España, por mucho que asegurara que se le «partía el corazón» por no poder visitar la ciudad en la que se refugió el pasado verano.
En cualquier caso, ayer Woody Allen estaba en San Sebastián a través de la pantalla igual que la ciudad está en cada plano de su nuevo filme, que además inaugura la 68 edición del Festival de San Sebastián. «Rodé antes en Barcelona y en Oviedo, que me encanta esa zona. Así que me pregunté dónde podía rodar de nuevo en España y recordé lo bonita que es San Sebastián, que había estado antes, y al pensar en la ciudad, pensé en el festival. Y ahí surgió todo», resumió sobre el origen de «Rifkin’s Festival», que narra el ocaso de un matrimonio (Gina Gershon y Wallace Shawn) que viaja al certamen y en el que ella se enamora de un director francés y él se prenda por una atractiva doctora interpretada por Elena Anaya.
«Solo puedo decir que he pasado muchas décadas rodando en Nueva
En fin, «Rifkin’s Festival» tal vez no sea una de sus obras maestras, y puede que escuchen y lean opiniones en este sentido, pero créanme si les digo que, tras su aparente trivialidad y su sencilla y luminosa asimilación, hay tanta sabiduría, confesión y astucia de viejo tumbado en un diván, que invita a sentir la confusión y el regustillo agridulce de ser humano y tener fecha de caducidad como un yogur.
En cuerpo y alma
En cuanto a «Patria», la miniserie de ocho capítulos creada por Aitor Gabilondo y dirigida (cuatro y cuatro) por Félix Viscarret y Óscar Pedraza, deshace la mala impresión que produce su cartel desde que empieza y hasta que acaba. La novela de Aramburu está ahí en cuerpo y alma, y «la película» es un tajo en el cuerpo de medio siglo de gran
York, en Europa y en Hollywood, y tengo muchas anécdotas y mucha información. Fue fácil escribir el guion», relató Allen sobre el origen de la trama, para deleite de los presentes.
Encerrado en casa
«Esta horrible pandemia lo ha estropeado todo», se lamentó el veterano director, que por mucho que se mantenga en activo con esa idea de rodar una película por año, y por mucho que la jubilación no ronde su cabeza – «moriré en el plató o rodando», dijo hace un año en esta misma ciudad–, ha tenido que vivir estos últimos meses confinado. «Tengo ideas y las quiero convertir parte de la sociedad vasca que deja al descubierto la vergüenza de sus vísceras y la degeneración de su alma, envenenada de odio, silencio, disimulos, transigencia, miedos y comprensión ante el terror de ETA. Magníficamente en películas. Me aburro si me quedo a pasear por casa, que es lo que he hecho durante la pandemia, errar por casa y practicar con el clarinete. Tengo un guion acabado y una obra de teatro escrita, pero no quiero seguir acumulando cosas: mientras me respete la salud, seguiré trabajando», aseguró.
De esa hiperactividad han surgido películas recientes como «Día de lluvia en Nueva York» o «Wonder Wheel», de las que sus protagonistas han renegado. Incluso Kate Winslet comparó a Allen con Polanski, pese a que nunca ha sido condenado: «Todas las actrices con las que he trabajado son grandes intérpretes, pero no conocen la situación lo suficiente. Quieren hacer lo políticamente correcto, pero no saben la situación real antes de hablar. Si investigaran más, no dirían lo que han dicho de mí. Se ha investigado muchas veces y siempre se desestima», lamentó.
hecha, visualizada en su grisura, humedad y colmillo, con una carne actoral tan precisa y auténtica que ninguna imaginación lectora la podría mejorar, y con una potencia en las tramas de esas dos familias, la del verdugo y la de la víctima, que, cuajada de tragedia, drama y melodrama, propicia que cada final de capítulo apremie el principio del siguiente. Cada personaje, las madres, los padres, los hermanos…, hasta el cura felón, se explican con una rotundidad que indigna, conmueve, proyecta y exige reflexión y postura, pero también termómetro y paracetamol.
Hay que suponer que a nadie le gusta ver sus miserias en la pantalla, pues aquí las tienen, y con ellas, la oportunidad de aceptar y «delatar» la falsedad de ese cartel que HBO ha puesto por ignorancia, por desvarío promocional o por malos consejos.