RUIDO BLANCO
Dos años y medio después Margarita Robles sigue pasando revista a las tropas sin aire marcial ni gesto contraído. La ministra de Defensa ha hecho estilo de una fortaleza desgarbada y casi torpe, de una resistencia sin aspavientos que demuestra una vez más que el respeto se gana y no se impone. Robles, la magistrada leonesa que aterrizó en paracaídas en Ávila para ir de cabeza de lista al Congreso de los Diputados, es el centro de un gobierno desnortado y desbordado por los extremos. Robles, con su fragilidad de hierro y su voz calmada, anda soportando España sobre sus hombros caídos. En ella reside todo el sentido de Estado que le queda a este gobierno revanchista a medias, republicano a medias y también a medias comunista. En ella, enjuta y serena, se agota el viejo PSOE engullido por el cesarismo de Pedro Sánchez al que ya solo le rechistan un par de barones a pesar de las continuas traiciones a lo que fue el socialismo verdadero, el responsable y de principios, que terminó en Rubalcaba.
Margarita Robles es la decencia del ejecutivo de coalición. Sus lágrimas sinceras fueron las de los españoles en el tanatorio de hielo frente a las monsergas huecas del presidente Sánchez. Qué pena que forme parte de mismo gobierno que ocultó los ataúdes y destila las cifras de muertos.
Robles es la conciencia de La Moncloa, la única autocrítica que ha pedido disculpas por los errores en la gestión de la pandemia, por la esperpéntica crisis migratoria de Canarias y hasta por los continuos ataques malintencionados de sus compañeros de gabinete a la monarquía parlamentaria, los periodistas y los jueces.
Dicen incluso que Margarita Robles es el futuro del PSOE si sobrevive a Sánchez. Porque a Sánchez no se le vence ni se le rinde (pregúntele a Susana Díaz), a Sánchez solo puede uno sobrevivirle. El inconveniente de Margarita, y por eso suele andar callada, es que es juez y parte.
Ha caído en la trampa del sanchismo, ese mismo barro del que huyó Josep Borrell tras atragantársele las tragaderas. Ella calla y cede para seguir en el Consejo de Ministros. Tolera para mantenerse en el poder y esa es la esencia misma del sanchismo.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, trasladó la voluntad del Gobierno de «apostar por Valladolid» y se comprometió, tanto el suyo como el resto de ministerios que forman parte del Ejecutivo de Pedro Sánchez a «examinar» proyectos que se planteen desde la capital vallisoletana.
Un fuerte estruendo alerta a los vecinos de la comarca