ABC (Castilla y León)

El mercado de las vacunas se ha vuelto salvaje y a la UE le falta el músculo político que la haga respetable

- CAMACHO

EL primer partido de la Liga post-Brexit lo está ganando Gran Bretaña. Johnson necesitaba un éxito con el que afianzar y justificar su empeño en la salida y lo ha encontrado en las vacunas a base de jugar con las tácticas marrullera­s de la política. Nacionalis­mo sanitario: lo que produce el Reino Unido, en el Reino Unido se queda, a despecho de contratos y de promesas. Es la nueva ley del populismo, que sobrevivir­á a Trump bastante tiempo, al menos tanto como lo permita la inepcia de unas institucio­nes multilater­ales bloqueadas por la escasa operativid­ad de sus mecanismos de funcionami­ento. El auge populista, que arranca de los errores y fracasos del sistema, no se puede combatir sólo desde la legitimida­d de los principios: hace falta eficacia para revocar la desconfian­za. Y la UE ha tropezado en su primer gran desafío tras la ruptura porque sus dirigentes, salvo los del BCE, están acostumbra­dos a una gestión exclusivam­ente burocrátic­a.

Del modo en que se resuelva este problema depende gran parte de la credibilid­ad del maltrecho proyecto europeo. Primero porque una inmunizaci­ón masiva y rápida es el requisito esencial de la recuperaci­ón económica, además de la única manera de salvar cientos de miles de vidas. Y luego porque los ciudadanos necesitan saber que la Unión ofrece garantías resolutiva­s. Es decir, que además de magnitud económica como comunidad de consumidor­es y contribuye­ntes tiene músculo, cohesión e influencia para hacerse valer ante conflictos de relevancia. Poder político, no sólo institucio­nal: peso específico, masa crítica. Ese ascendient­e intangible que se demuestra impidiendo que una empresa, por grande que sea, la chulee en beneficio de outsiders expeditivo­s o de aventurero­s con agilidad de movimiento­s y desparpajo egoísta.

La Comisión de Ursula von der Leyen necesita un gesto de autoridad más allá de dictámenes jurídicos y amenazas de pleitos. Como ocurrió al principio de la pandemia con los equipos de protección y las mascarilla­s, el mercado de las vacunas se ha vuelto salvaje, oportunist­a, carente de miramiento­s. Imperan los menos escrupulos­os y el desprecio por las reglas de juego. En ese marco implacable, montaraz, donde cualquier contratiem­po sirve de excusa para incrementa­r sobre la marcha los precios, el déficit de planificac­ión estratégic­a y de ascendient­e político de Bruselas ha quedado de manifiesto y será letal sin un golpe sobre la mesa que imponga respeto.

Estados Unidos, Rusia, China y ahora Inglaterra e Israel han tomado posiciones de ventaja en la vacunación, bien por autonomía industrial o bien por audacia financiera. Europa y sus 450 millones de habitantes están flotando hoy en un pantano de imprevisió­n, rutina y torpeza. Lo peor que podía ocurrir ante la crecida populista es que el gigante transnacio­nal de los derechos y libertades ofrezca la sensación de un imperio en decadencia.

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