Líderes a la gresca
la que el expremier laborista Gordon Brown desempeñó un rol crucial, ofreció nuevas transferencias a Escocia y esgrimió entre sus eslóganes que continuar en el Reino Unido era la garantía para permanecer en la UE.
Augurios de Major y Blair
En política siempre conviene escuchar a los zorros plateados. Aunque casi nunca se hace. En la campaña del Brexit, los europeístas John Major y Tony Blair, un exprimer ministro conservador y otro laborista, ofrecieron una solemne comparecencia en la Universidad del Ulster, en Belfast. Su mensaje fue claro y conciso: «El Brexit podría romper el Reino Unido. Si gana en Escocia el “remain” y en el conjunto del Reino Unido lo hace el “leave”, un segundo referéndum en Escocia será políticamente irresistible». Las palabras de Blair de aquel día resuenan hoy proféticas: «La «para una generación». Pero su sucesora, Nicola Sturgeon, una abogada de 50 años, que a pesar de su porte institucional vive el independentismo como una religión, no tardó ni horas en reclamar un segundo referéndum.
El SNP, fundado en 1934, se había caracterizado hasta ahora por un respeto escrupuloso a los cauces constitucionales. Tanto Salmond como Sturgeon siempre se desmarcaron de la vía unilateral de los catalanes. Hace exactamente un año, Sturgeon lo explicaba así: «He descartado un referéndum ilegal. Si alguien quiere eso de mí, no lo va a obtener. Cataluña es la prueba de que si el proceso no tiene legalidad y legitimidad no puede conducir a la independencia». Esas palabras saltaron por los aires el sábado pasado, cuando el SNP presentó una «hoja de ruta de once puntos» para la independencia, con una novedad clave. El presidente del partiUnión».
Boris Johnson y la líder escocesa, Nicola Sturgeon, no se soportan. El primer ministro llama a la líder escocesa «esa maldita Wee Jimmy Krankie», comparándola con la protagonista de una comedia escocesa de los ochenta do, Michael Russell, anunció que «habrá un plebiscito para poner fin a tres siglos de unión con Inglaterra, incluso si el Gobierno británico lo rechaza».
La postura de Londres es clara: «El debate de la independencia escocesa fue zanjado decisivamente en 2014, cuando votó por permanecer en la Johnson ha manifestado que no habrá otro referéndum «al menos en 40 años». Pero el SNP amenaza con una vía de hechos consumados, celebrando su consulta y luego desafiando al Gobierno en los tribunales. Sus esperanzas las cifran en las elecciones escocesas de mayo, donde las encuestas vaticinan que el SNP obtendrá una sensacional mayoría absoluta de 70 escaños en Holyrood, siete más que ahora. «Westminster no podrá entonces ignorar la voz del pueblo», salmodian los nacionalistas escoceses, como en un eco de sus pares catalanes. «Cuanto más desprecien los conservadores los deseos de la gente escocesa, más crecerá el independentismo», advierte Sturgeon, quien paradójicamente aboga por la unión con los europeos del otro lado del Canal, pero se desvive por romper una fructífera alianza de tres siglos con sus vecinos de isla, los ingleses.
A la resaca del Brexit se une la pésima gestión del Covid por parte de Johnson, que infravaloró su primera dentellada. El 61% de los escoceses creen que Sturgeon, una política muy articulada, lo ha hecho bien ante la epidemia, cifra que cae al 22% con Boris, una figura divisiva allí, que aún así viajó a Escocia este jueves para iniciar lo que sus asesores llaman «una ofensiva de encanto». El virus beneficia al SNP. Camufla su flojísimo balance en economía, con un déficit seis puntos más alto que la media del Reino Unido, y en educación, con malos datos Pisa y menor acceso de los humildes a la universidad que en Inglaterra, a pesar de que las matrículas son gratis en Escocia.
Secesionismo en máximos
El londinense Johnson es instintivamente antiautonomista. En noviembre del año pasado se desveló este comentario en una charla con sus diputados del Norte de Inglaterra: «La devolución ha resultado un desastre en Escocia». Tampoco soporta a Sturgeon, a la que llegó a llamar «esa maldita Wee Jimmy Krankie», comparándola con la protagonista de una chusca comedieta televisiva escocesa de los ochenta (realmente la premier es físicamente clavada).
La prensa de Londres ya publica titulares de «Nuestro Reino Desunido». El año pasado, la independencia de Escocia se mantuvo como opción ganadora en las encuestas durante cuatro meses consecutivos y está en máximos. Según un sondeo de «The Sunday Times», también progresa en Irlanda del Norte, donde el unionismo solo vence por cinco puntos. Incluso en Gales hay un inaudito 23% de apoyo a la independencia. El sentimiento «británico» se diluye, al haber ganado fuerza los poderes de las tres naciones. ¿Qué es hoy ser británico? ¿La BBC? ¿James Bond, los Beatles y Harry Potter? ¿La Reina? Cada vez menos saben qué contestar. Un 46% de los ingleses responden que les da igual que se independicen los escoceses y el 17% quiere directamente que se vayan.
Con cuervos o no en la Torre de Londres, mal pronóstico para el Reino.