PSOE-PODEMOS, SOCIOS Y RIVALES
«Al Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias le ocurre exactamente igual que a esos equipos con tantos puntos acumulados que pueden ganar la Liga, sin importarles nada lo demás, siempre que no hagan tonterías y empiecen a perder partidos en su campo. En este caso, las tonterías serían pelearse entre ellos»
NO podéis ser oposición y Gobierno. Tenéis que elegir», dicen que dijo Adriana Lastra, portavoz del PSOE y mano derecha de Pedro Sánchez en el Congreso, a Irene Montero, ministra de Igualdad y esposa de Pablo Iglesias, en la reunión que tuvieron para resolver los desencuentros cada vez más frecuentes y sonados de los dos socios de Gobierno. «¡Pero si eso es precisamente lo que hace tu señorito: atacar al PP más que gobernar, olvidando sus promesas», podía haberle respondido la ministra. Pero se limitó a negar la mayor y clavar un par de banderillas: «Nosotros no queremos ser oposición. Queremos ser Gobierno, y negociar cuanto se hace, según acordamos». Ambas tienen razón, lo que significa que ninguna la tiene del todo. Es verdad que en un gobierno de coalición decide quien tiene la mayoría. Pero no es menos cierto que debe consultar a su socio minoritario, al menos en los asuntos importantes. Aunque, curiosamente, ambos salen beneficiados de sus rifirrafes. Podemos hace valer ante sus seguidores que ha logrado su primer objetivo: entrar en el Gobierno. Y que si toma un rumbo de izquierdas, se lo debe. Mientras Sánchez necesita mostrar al común del electorado que quien manda es él, no su segundo de a bordo, que causa pavor no ya en la derecha, sino en amplios sectores del centro, al que tarde o temprano tendrá que pedir ayuda si quiere, como ha dado a entender, dormir en La Moncloa una larga década.
Hasta ahora los roces entre ellos han sido variados, pero sin llegar a choque abierto, que no favorecería a ninguno de los dos. Al revés, podría resultar letal para ambos. Han divergido en la reforma laboral de Rajoy, que Podemos quiere liquidar y tanto Bruselas como el Fondo Monetario Internacional se oponen, por lo que, de momento, lo han aplazado. Tampoco en la reforma de las pensiones están de acuerdo, aunque saben que tiene que hacerse si quieren evitar su bancarrota. Algo parecido ocurre con la Monarquía, que desean meter en un marco más pequeño, bajo un control más estricto, pero, como en la fábula de los ratones, el problema está en quién pone el cascabel al gato, ya que, pese al desgaste que ha sufrido la Corona últimamente, mayor ha sido el de los políticos. Y no hablemos de la Justicia, a la que ambos tienen ganas de convertir en un instrumento más del Ejecutivo. Pero ahí tienen que extremar sus cuidados, pues puede salirles al paso la Unión Europea, que mantiene un pulso con los países del Este, exsúbditos de la Unión Soviética, que conservan su alergia a unos tribunales independientes. El objetivo es el Consejo General del Poder Judicial, que nombra a su vez a los jueces. Aunque ha sobrepasado su mandato, sigue nombrándolos al no haber mayorías suficientes en el Congreso para renovarlo. Le han tendido la trampa de nombrarle por simple mayoría, pero el CGPJ ha pedido ayuda a Bruselas y todo apunta a que se la dará, al ser sagrada allí la separación de poderes.
Para resumir: al Gobierno Sánchez-Iglesias le ocurre lo que a esos equipos con tantos puntos acumulados que pueden ganar la Liga, sin importarles lo demás, siempre que no hagan tonterías y empiecen a perder en su campo. En este caso, las tonterías serían pelearse entre ellos.
Aparte de que la historia muestra que tales peleas ocurren más en la izquierda que en la derecha siendo más brutales, más sangrientas. Es posible que se deba al ingrediente religioso que tiene la izquierda (una religión sin Dios), lo que le confiere un carácter más dogmático que la derecha, aunque en el pasado ésta estuviese más cerca de la religión dominante en el país. Pero a día de hoy, y en los países que han tenido su revolución burguesa, la derecha se ha orientado más a salvar los cuerpos que las almas, dejando éstas al cuidado de los credos que los ciudadanos elijan. Mientras la izquierda acentúa su búsqueda de la utopía, del «nuevo hombre» y del «estado perfecto», que no halla naturalmente al no existir, la derecha se contenta con el «Estado del Bienestar», que auxilia a quienes se quedan rezagados. Es más, tras el fracaso del paraíso soviético, que costó millones de muertos por hambrunas, purgas y gulags, la propia izquierda ha evolucionado en algunos países, China principalmente, que ha implantado un capitalismo de Estado y se rige por la consigna «gato rojo o gato blanco, lo importante es que cace ratones», logrando un desarrollo económico espectacular, como muestran las fotos de sus grandes ciudades comparadas con las de hace veinte años. Eso sí, a costa de cercenar las libertades.
La izquierda en nuestro país, sin embargo, se ha atenido al modelo antiguo, con un PSOE próximo a Marx, que dedicó parte de su obra a la revolución en España y mantuvo correspondencia y relación con sus líderes, especialmente Anselmo Lorenzo. Fue lo que hizo que el partido comunista tardase en implantarse en nuestro país y que mientras los socialistas europeos se convertían en socialdemócratas en la primera mitad del siglo XX, el PSOE no se desmarxificó hasta su XXVIII Congreso, mayo de 1979, en el que Felipe González necesitó todas sus dotes dialécticas para enviar a Marx de los altares a las bibliotecas. Aunque ya por aquel entonces el marxismo-leninismo había reaparecido de otra forma en Hispanoamérica, en Cuba, con Castro, empalmando con el caudillismo tan nuestro, y propagándose por aquel continente en variedades nicaragüenses, venezolanas, colombianas y otras, algunas de las cuales aún subsisten.
También en España, aunque no es el PSOE quien lo asume. Es un nuevo partido, Podemos, de raíz universitaria y fuerte conexión con el chavismo venezolano y el Irán de los ayatolás. También mantuvo lazos con las protestas y ocupaciones juveniles de 2014, aunque pronto se notó la mano dura de un líder, Pablo Iglesias, de puro estilo leninista que va deshaciéndose de todos los fundadores y colaboradores hasta quedar como mando único. Su último objetivo, sin embargo no era ése, sino sustituir al PSOE como gran partido de la izquierda. El ascenso fue rápido y continuo, debido al desplome del partido comunista tras caerse el muro berlinés, a los problemas del PSOE para encontrar sucesor a un hombre tan carismático como Felipe González y a que al frente del PP había un gallego que se las sabía todas. Iglesias, sin embargo, fue recortando distancias hasta llegar el momento de creer que podía liderar la oposición. Pero el PSOE es mucho PSOE y ha encontrado un hombre sin escrúpulos, Pedro Sánchez, que entró en La Moncloa por la puerta trasera reuniendo a todos los descontentos con el Régimen del 78 y con la España tradicional. Iglesias hizo suyo el refrán americano de «si no puedes vencerle, abrázale» y ha aceptado estar en su Gobierno. El presidente se justificó ante su partido diciendo que «lo sanchificaría». Visto lo visto y siendo tanto o más rivales que socios, debe de andarse con cuidado, no vaya a ser él «iglesificado», sin nada que ver con la católica romana.