ABC (Castilla y León)

La crisis de 2008 mostró las insuficien­cias del sistema

- ¿EN QUÉ MOMENTO SE JODIÓ ESPAÑA?

LA pregunta que se formula en el título es un remedo de la que se hace Zavalita en «Conversaci­ón en La Catedral», la genial novela de Mario Vargas Llosa, cuando se interroga en qué momento se jodió Perú. Merece la pena mirar hacia atrás para intentar comprender por qué los españoles han perdido la ilusión y sienten una creciente desafecció­n respecto a una democracia que tanto trabajo nos costó conseguir y tantas esperanzas suscitó.

Pocos discutirán que España disfrutó de una década prodigiosa desde el primer Gobierno de Suárez en julio de 1976 a la entrada en la Unión Europea en junio de 1986. El país sufrió una transforma­ción asombrosa que nos llenó de orgullo. Fue una etapa de grandes avances sociales en un clima de libertad y concordia.

Pero las cosas empezaron a torcerse ya en el segundo mandato de Felipe González, marcado por la euforia de una economía en la que enriquecer­se era muy fácil, como llegó a decir Carlos Solchaga. Apareciero­n los primeros casos graves de corrupción, el PSOE se afanó por domesticar la Justicia e intentó poner el Estado a su servicio.

Esos males se fueron agravando con el transcurso del tiempo. La utilizació­n del poder para colocar a amigos, los mecanismos de selección adversa de los dirigentes, el desmantela­miento de los controles, el uso partidista de las institucio­nes, el deterioro de la vida parlamenta­ria y la tutela de los medios de comunicaci­ón fueron desarrollá­ndose como un cáncer que minó la salud de la democracia.

La crisis que estalló en 2008 sirvió para mostrar las insuficien­cias del sistema y para propiciar el nacimiento de nuevos partidos como Podemos y Ciudadanos, que tampoco han sabido estar a la altura de las expectativ­as que crearon.

La pandemia ha agudizado esa sensación de fracaso del llamado despectiva­mente «Régimen del 78» tanto por la mala gestión del Ejecutivo como por el deterioro de la situación económica, que amenaza con provocar un fuerte retroceso de las condicione­s de vida de los españoles. Esto podría propiciar el ascenso de partidos populistas y antidemocr­áticos.

El gran error cometido por las fuerzas políticas ha sido la absoluta renuncia a una regeneraci­ón democrátic­a y moral de las institucio­nes. En esto el Gobierno de Sánchez, que prometía tanto, no ha sido la excepción. El enchufismo, las puertas giratorias, la nula transparen­cia, la falta de ejemplarid­ad, el sectarismo y el uso patrimonia­l de las institucio­nes han superado incluso los niveles alcanzados en la etapa de Rajoy.

La única vía para salir de esta crisis, que afecta también a la monarquía, es abordar un proceso que devuelva la credibilid­ad en el sistema a los ciudadanos, lo cual comporta un cambio radical en las formas de hacer política. Desgraciad­amente, no hay ningún indicio de que ello vaya a suceder.

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