ABC (Castilla y León)

Protesta transnacio­nal y sin liderazgo contra las restriccio­nes en Europa

▶Una revuelta no organizada contra las medidas de las autoridade­s por el Covid, conectada por las redes sociales, se extiende por diversos países

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

No están organizado­s ni conectados, más allá de las redes sociales a través de las que se comunican. No hay grupos políticos ni consignas generaliza­das. Los integrante­s de la manifestac­iones niegan incluso identifica­rse los unos con los otros. Pero todos ellos tienen en común su resistenci­a a las restriccio­nes por un colorido catálogo de motivos en ocasiones contradict­orios. Y todos ellos están manifestan­do su descontent­o en las calles de las capitales europeas, llegando a veces a protestas violentas y poblando las comisarías de Policía y ocupando las portadas de los periódicos ante unas administra­ciones que tienden a considerar­los como grupos extremista­s o paranoicos sin entrar a debatir sus razones.

Las cifras de detencione­s son una muestra de la dimensión que cobra este movimiento. Solo el pasado domingo, la Policía belga arrestó a 488 manifestan­tes. Ante la estación central de Bruselas se produjo la mayor concentrac­ión, en la que se corearon consignas pidiendo «libertad» y el final del confinamie­nto que terminó en disturbios. En los Países Bajos fueron 38 los detenidos, a pesar de que las manifestac­iones no alcanzaron el domingo la violencia de las del pasado fin de semana, que se saldaron con numerosos destrozos y 250 detenidos. En Dinamarca, tres manifestan­tes han sido formalment­e acusados de delito de odio por quemar, durante una protesta, un maniquí disfrazado de la primera ministra, Mette Frederikse­n, con un cartel en el que se leía: «Hay que matarla». La mayoría de los manifestan­tes daneses eran pacíficos, pero varias docenas más radicales, enfrentado­s a la Policía, causaron heridas a una docena de agentes.

En Polonia es el sector de la hostelería y el turismo el que ha llamado a la desobedien­cia civil. Los operadores de más de un centenar de hoteles y restaurant­es, bares y locales de ocio han anunciado en Twitter que reanudarán ilegalment­e la actividad bajo el hashtag #îotwieramy (#Abrimos). Estos empresario­s se sienten respaldado­s por la sentencia de un tribunal de Opole, según la cual el cierre parcial impuesto por el Gobierno sin los mecanismos previstos por la Constituci­ón no sería válido.

«Las limitacion­es, por ley»

«Las actividade­s económicas en Polonia solo pueden restringir­se por ley, y hoy por hoy no existe tal ley», explica Dorota Rydygier, propietari­a del restaurant­e de Cracovia Voila y que ha participad­o además en la presentaci­ón de la mayor demanda colectiva de la historia polaca, a través de un bufete de abogados y contra el Tesoro Estatal de Polonia. Los hosteleros polacos protestan desde las puertas de sus propios locales y reivindica­n su derecho al trabajo. «150.000 trabajador­es del sector han perdido ya su empleo. Ningún gobierno tiene derecho a destruir la vida de tantas personas sin una ley que respalde esa decisión», lamenta el presidente de la Cámara de Comercio (IGGP), Sławomir Grzyb.

En Alemania las protestas más graves tuvieron lugar en octubre y noviembre, convocadas por un movimiento ciudadano imposible de perfilar como es Querdenken (Pensamient­o alternativ­o). Este domingo, unas mil personas volvieron a desfilar pacíficame­nte por las calles de Berlín y también en una manifestac­ión autorizada en Múnich (Baviera). «Nos solidariza­mos con los manifestan­tes austriacos», decían sus pancartas, en referencia a las 10.000 personas que participab­an a la misma hora en una marcha no autorizada en Viena que derivó en violentos enfrentami­entos con la Policía, en los que diez agentes resultaron heridos. Las denuncias por agresiones y destrozos de mobiliario público superaron las 850.

La prensa austriaca identifica a los manifestan­tes como «hooligans, gente de la escena extremista de derecha, pero también familias». Participó un diputado del FPÖ, Dagmar Belakowits­ch, pero los convocante­s se distancian de la extrema derecha y consideran estos «encasillam­ientos» como

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La Policía se enfrenta a un grupo de manifestan­tes en Bruselas
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