El lucrativo robo de la última obra maestra de Lope de Vega
▶Un grupo de investigadores encuentra la edición pirata de «El castigo sin venganza», que podría haber sido publicada incluso antes que la legal
El éxito debe ser que te roben, pues solo se sustrae lo valioso: los cuervos siempre van a por lo que brilla, igual que los hombres. Esto lo sabía bien Lope de Vega, al que llegaron a rapiñarle hasta el mismísimo nombre. Ocurrió allá por el año 1632 o 1634, cuando se imprimió «La vida es sueño», nada menos. El responsable de turno, tal vez con las manos manchadas de tinta y cargado, seguro, de razón, decidió que le iba a adjudicar aquella historia a él, pues así iba a vender mucho más que si se la firmaba a su verdadero autor, Calderón de la Barca, por aquel entonces aún joven promesa de nuestras letras. Justo por aquellos años, en 1631, el Fénix de los Ingenios, espoleado por el ascenso de las nuevas generaciones de poetas («de los pájaros nuevos», según su expresión), se puso a escribir la que iba a ser su última gran obra maestra, «El castigo sin venganza», un golpe en la mesa para demostrar que incluso frisando los setenta seguía siendo un maestro insoslayable.
Aquella tragedia (una tragedia puramente española, como le gustaba recalcar a él, aunque inspirada en una historia del italiano Mateo Bandello) se representó solo en una ocasión en la corte, aunque su calidad era indudable. De hecho, un avispado cogió el texto y se lo llevó a la imprenta de Gómez de Pastrana, en Sevilla, donde prepararon rápidamente una edición pirata de la que se tiraron unos mil quinientos ejemplares. Fue un delito flagrante, pues no solo se hizo sin permiso del literato, sino que también se saltó los deseos del empresario y, por si fuera poco, violó la prohibición de publicar comedias en el Reino de Castilla. Hasta ahora se pensaba que no había sobrevivido ninguna prueba material del crimen, pero un grupo de investigadores de varias universidades –la Autónoma de Barcelona, la de Salamanca y la de Valladolid– ha localizado una copia en la Biblioteca Nacional de España, donde había estado cogiendo polvo (es un decir), durante mucho tiempo. Y lo que es más importante: han encontrado pruebas consistentes de que esta podría ser la edición prínceps de «El castigo sin venganza».
La hipótesis que manejan los estudiosos es que el público la leyó por primera vez de forma pirata, y que cuando Lope se enteró optó sacar la versión original, con su sello y sus beneficios correspondientes. Lo hizo en Barcelona, claro, para saltarse el veto teatral de Castilla. Fue en 1634. En el prólogo, el genio recalcó lo siguiente: «Vuestra Merced la lea por mía –porque no es impresa en Sevilla, cuyos libreros, atendiendo a la ganancia, barajan los nombres de los poetas, y a unos dan sietes y a otros sotas; que hay hombres que por dinero, no reparan en el honor ajeno, que a vueltas de sus mal impresos libros venden y compran–». La declaración apunta a que ese movimiento era una respuesta contundente a la jugada de Gómez de Pastrana. Ahí va un dato que refuerza la sospecha: esta es la única pieza teatral que Lope difundió por separado; el resto (muchos centenares) las agrupó en volúmenes de doce títulos cada uno.
«Estos fueron años de muchas ediciones pirata, por esta prohibición de publicar comedias, que duró diez años. Lo que trataban era de reformar la moralidad de la época. El hecho de que un impresor se arriesgara a publicarla da cuenta del éxito de Lope», explica a ABC Alejandro García Reidy, uno de los «culpables» del hallazgo. Él cree que todo esto lo posibilitó un actor al filtrar el texto, una práctica denunciada por muchos creadores del Siglo de Oro. «Esto es como hoy en día cuando hay “hackeos” de películas o series antes de su venta legal», apostilla.
Mala calidad
El símil es muy acertado, pues la calidad del objeto va acorde con su difusión. «La suelta teatral [así se denomina a la obra que se publica por separado] es un formato popular. Eran impresos para el consumo, no tanto para coleccionar, por eso de la tirada de mil quinientos ejemplares solo se conserva esta copia… Además, la literatura siempre se hacía con mal papel. El Quijote no tiene muy buen aspecto. El papel bueno se reservaba para la teología, la medicina...», afirma Germán Vega, otro de los implicados en el descubrimiento. En cuanto al latrocinio, su opinión no varía: «La hipótesis más plausible es que un actor o al
Prohibición La obra se imprimió sin licencia, saltándose la prohibición del Reino de Castilla