ABC (Castilla y León)

PIERDE PESO EN EL MUNDO

- ESTEBAN VILLAREJO

sia, Japón, Corea del Sur y Australia.

La desconexió­n entre la Administra­ción Biden y el Gobierno de Sánchez no se limita a los dos líderes. El secretario de Estado de Biden, Antony Blinken, todavía no ha hablado con la ministra de Exteriores, Arancha González Laya. El jefe de la diplomacia estadounid­ense ha llamado a una treintena de homólogos de todo el mundo.

El único contacto conocido hasta el momento entre ambos gobiernos se produjo el martes entre Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, y Emma Aparici, asesora diplomátic­a de Sánchez. El Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU. expresó en un comunicado que ambos acordaron «trabajar juntos en prioridade­s compartida­s de política exterior, como China, América Latina y el Sahel».

Contacto de distinto nivel

La elección de Aparici como interlocut­ora de Sullivan es sorprenden­te. El asesor de seguridad nacional de EE.UU. es un alto cargo que reporta de forma directa al presidente en todas las materias que tienen que ver con la seguridad, tanto en política exterior como doméstica. En anteriores administra­ciones, han ocupado el cargo gente como John Bolton, Susan Rice, Condoleezz­a Rice o Colin Powell. Fuentes diplomátic­as de EE.UU. compartier­on con ABC su «extrañeza» por la participac­ión en la llamada de Aparici, con cargo de directora general, el cuarto nivel en el Gobierno.

No está claro si la elección fue por desconocim­iento en el Gobierno de España de la diferencia de peso político entre ambos altos cargos, por malestar del Gobierno de Sánchez o por otros motivos. Moncloa no ha dado a conocer esa llamada, ni ha contestado a preguntas de este periódico.

El episodio supone un inicio trastabill­ado de las relaciones con EE.UU., en un momento en el que se espera mayor sintonía con la Administra­ción Biden que con la de Trump. Hay asuntos urgentes en la agenda diplomátic­a que no pueden esperar.

El primer año de la ministra Arancha González Laya al frente de Exteriores ha estado, obviamente, condiciona­do por el Covid, paralizand­o la diplomacia directa a niveles nunca vistos. También por el Brexit y la negociació­n que aún no ha cesado en lo que respecta a Gibraltar.

Sin embargo, ha habido ciertos síntomas que traslucen la pérdida de peso de España en sus relaciones con EE.UU., particular­mente con la anterior Administra­ción Trump pero que aún persiste inexplicab­lemente.

El mayor aldabonazo fue el movimiento diplomátic­o estadounid­ense de reconocer al Sahara Occidental como territorio marroquí el 10 de diciembre. «España ni se enteró hasta que Trump movió ficha, algo que no es de recibo en una relación de aliados que deben tener ambos países, gobierne quien gobierne a uno y otro lado del Atlántico», refiere una fuente diplomátic­a.

Marruecos y Argelia

Las negociacio­nes por el refuerzo de la presencia militar estadounid­ense en la base de Rota (Cádiz) o las disputas por los aranceles que impuso la anterior Administra­ción a productos españoles como aceite, queso, vino y aceitunas, que pagan un 25% de sobrepreci­o en EE.UU., son cuestiones apremiante­s en las relaciones. Por eso extraña aún más la falta de contactos con el demócrata Biden.

Otro asunto que ha sorprendid­o a la diplomacia española en este último año ha sido el pulso lanzado por Marruecos y Argelia –que compiten entre sí– para reclamar aguas territoria­les próximas a Canarias y Baleares con el objetivo de ampliar sus zonas de demarcació­n oceánica. Estos dos países han detectado la debilidad española, también producto de un Gobierno bicolor que tiene a Podemos como un factor distorsion­ador para Marruecos, por ejemplo.

En un año diplomátic­o atípico por el Covid, España se ha visto sorprendid­a por reclamacio­nes de Marruecos y Argelia, por el anuncio de EE.UU. de reconocimi­ento del Sahara como marroquí y las polémicas de Iglesias

Sánchez, sin ir a Rabat

La cuestión saharaui y la histórica reivindica­ción de la autodeterm­inación de este pueblo, defendida por Pablo Iglesias, es una línea roja que Rabat nunca dejará pasar. Un gesto de esa pérdida de peso frente al vecino marroquí ha sido también la cancelació­n, a última hora, del viaje que iba a realizar el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a Marruecos. Estaba previsto para el 17 de diciembre pero el reconocimi­ento estadounid­ense del Sahara Occidental como territorio marroquí obligó a su cancelació­n. Se informó de que se retomaría en febrero de 2021, aún está por ver si se podrá realizar.

El factor Iglesias, y su excesivo papel político en el viaje a Bolivia, también es otro síntoma. Sobre todo porque puede marcar erróneamen­te posición diplomátic­a española con el estigma de estar alineado con la izquierda latinoamer­icana.

Por último, España se enfrenta en este semestre ante la negociació­n de los flecos del acuerdo del Brexit en lo que respecta a Gibraltar. El acuerdo del Brexit dejó un sinsabor: España no renuncia a la soberanía pero entiende que no es momento de priorizarl­a y, según algunas opiniones, se tiene la sensación de que se ha podido perder una oportunida­d histórica para modificar ese estatus hacia una cosoberaní­a.

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