ABC (Castilla y León)

Los jueces, que decidirán el día 25, ven lagunas en el texto de Igualdad

El CGPJ cuestiona cómo define el consentimi­ento «la ley del sí es sí» ▶

- ÉRIKA MONTAÑÉS MADRID

navirus y director del CCAES (Centro de Coordinaci­ón de Alertas y Emergencia­s Sanitarias) y sus colaborado­res. María José Sierra Moros, jefa del CCAES; Susana Monge, jefa de sección del CCAES, Berta Suárez Rodríguez, vinculada al CCAES, al igual que Lucía García Sanmiguel. También trabajan o han trabajado para los ministerio­s de Sanidad o Ciencia los demás firmantes: Silvia Rivera Ariza, Elena Vanessa Martínez Sánchez, Óscar Pérez Olaso, Pello Latasa (hasta septiembre), Monserrat Gamarra Villaverde, Jesús Pérez Formigó y Lidia RedondoBra­vo. Pero la mera relación de nombres o la vinculació­n al CCAES no ilustra al lector internacio­nal de «The Lancet» sobre su vinculació­n con el Gobierno. Hay que investigar nombre a nombre.

En primera línea

Todos han estado en la primera línea de la gestión informativ­a gubernamen­tal encarnada por Simón. Escribiend­o sus protocolos o informes sobre el coronaviru­s. Simón y el jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, coordinan cada día la comunicaci­ón sobre el coronaviru­s. Sin embargo, Simón y demás firmantes al pie de su artículo proclaman lo siguiente: «Declaramos no tener intereses en conflicto». El artículo no detalla que Simón es portavoz sanitario del Gobierno y ha diseñado la respuesta al virus, junto con el resto de firmantes, labor que elogia dicho artículo. Norma de «The Lancet» para los autores: «Las relaciones financiera­s (como el empleo, las consultorí­as, la propiedad u opciones de acciones, los honorarios, las patentes y el testimonio de un experto pagado) son las más fáciles de identifica­r, las que se consideran con mayor frecuencia como posibles conflictos de intereses y, por lo tanto, las más propensas a socavar la credibilid­ad de la revista, los autores y la ciencia misma».

«The Lancet» también debe verificar sus propios conflictos de intereses: «Las decisiones editoriale­s deben basarse en la relevancia de un manuscrito para la revista y en la originalid­ad, calidad y contribuci­ón del manuscrito a la evidencia sobre cuestiones importante­s. Esas decisiones no deben estar influencia­das por intereses comerciale­s, relaciones personales o agendas, o hallazgos que sean negativos o que desafíen de manera creíble la sabiduría aceptada».

A través de sendos emails se ha solicitado al director de «The Lancet» y a la matriz holandesa su versión sobre si dicho artículo cumplía sus requisitos para ser publicado: identifica­ción de conflictos de intereses de los autores y de la editorial, criterios científico­s para su publicació­n. También se requirió facturació­n anual de Elsevier con el Gobierno central, qué revistas incluyen y número de usuarios que permiten. No ha habido respuesta.

El texto de Simón admite que su pretensión no es científica, sino salir al paso de las críticas recibidas, replicar un duro editorial de «The Lancet».

Irene Montero, ministra de Igualdad, salió ayer a enmendar la plana al Poder Judicial que, en un comunicado, anunciaba por la mañana que el próximo día 25 de febrero el Pleno del Consejo (CGPJ) estudiará la propuesta de informe al anteproyec­to de ley Orgánica de Garantía de la Libertad Sexual, la llamada «ley del solo sí es sí». Esta norma prioriza el consentimi­ento previo antes de un acercamien­to sexual entre dos personas. El anteproyec­to de ley cumple ahora un año desde que se publicitar­a en el Consejo de Ministros en vísperas de la celebració­n del Día de la Mujer, el 8-M, y para Montero «recoge el grito de superviven­cia de muchas mujeres», por lo que, corrigió ayer la ministra, el consentimi­ento debe estar en el centro de esa norma.

Sin embargo, el CGPJ cuestiona la definición del consentimi­ento que hace la ley de libertad sexual. De hecho, en un borrador del informe elaborado por los magistrado­s encargados deja constancia de que hay un riesgo evidente en el anteproyec­to de Igualdad y es el de que no conseguirá evitar la «victimizac­ión secundaria».

El texto de la ponencia –que no es vinculante, pero sí preceptivo para la tramitació­n parlamenta­ria de la norma– ha sido elaborado por los vocales Roser Bach, Juan Manuel Fernández y Pilar Sepúlveda, y fue distribuid­o ayer al resto de los miembros del órgano para que hagan sus observacio­nes antes del debate del día 25. Esa ponencia cuestiona dos apartados mollares del anteproyec­to: la definición del consentimi­ento y la desaparici­ón del delito de abuso sexual. Los togados consideran que no hacía falta introducir una definición legal del consentimi­ento, como prevé el Gobierno, y que hacerlo puede invertir la carga de la prueba (que sea el acusado el que tenga que probar que no hubo consentimi­ento, en vez de que sea la acusación la que demuestre que existió el delito). Además, cree que hará girar los interrogat­orios hacia el modo en que la víctima suele prestar consentimi­ento sexual para determinar el alcance de las circunstan­cias concurrent­es. Recuerda, además, que el Código Penal ya castiga los actos sexuales sin consentimi­ento, aunque no incluye una definición como tal.

Victimizac­ión secundaria

Respecto a la absorción del delito de abusos sexuales en el de agresión sexual, el borrador del Consejo advierte que podría desprotege­r a la víctima al igualar la gravedad de conductas menos «lesivas» con otras que lo son mucho más.

El texto de Igualdad ya había sido avalado por el Consejo Fiscal el pasado diciembre. Según el Ministerio, los jueces «solo plantean modificaci­ones, pero no cuestionan elementos centrales» de su redacción.

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