▶La canaria cuenta su día a día en la lucha contra el cáncer mientras sueña, sin perder la sonrisa, con poder volver para despedirse del tenis en las pistas
arla Suárez (32 años) tenía perfectamente organizado 2020, tan absurdos los planes entonces. La pandemia alteró la temporada del adiós, pero lo que realmente le golpeó fue el crudo diagnóstico después de acudir al médico: linfoma de hodgkin, le comunicaron en septiembre, un cáncer cuando pensaba que quizá era coronavirus. Acaba de terminar con las sesiones de quimioterapia y ahora le esperan las de radio, pletórica en una larga charla que contagia optimismo. Es una tenista con sello propio, genial el revés a una mano del que tanto se ha escrito, que siempre ha desprendido paz desde ese deje canario del que tanto presume. Otro motivo de orgullo es la unanimidad que despierta en el tenis, pues le llegaron mensajes de todas partes. Carla Suárez habla sin tapujos de su enfermedad y sueña, por qué no hacerlo, con dejar el
Ctenis compitiendo en una pista. De momento, se consuela con haber vuelto a entrenar. —¿Qué hace en los entrenamientos ahora? —Hacer deporte me viene muy bien y nada mejor que el tenis. Los doctores me dijeron que me iba a ir bien y así ha sido. Cuando podía ir al gimnasio, iba un ratito, y ahora sí que ya estoy un poco más con el tenis. Pero nada que ver, ¿eh? El cuerpo es totalmente distinto, estoy jugando media horita y empecé con bolas de niño. Ahora ya juego con bolas normales, pero no paso de la media hora.
—¿Se cansa mucho?
—Sí, sí, se nota.
–Seguro que hará más de lo que le dejan...
—Pues no lo sé porque, por si acaso, nunca les pregunto a los médicos... Pero ellos me dijeron que escuchara al cuerpo y que si me sentía bien, que lo hiciera. —¿Y qué dice el cuerpo?
—De momento, está bien. Ya hace unos días terminé la última sesión de quimio y el cuerpo se está recuperando. Con cuidado, claro, pero de esa última sesión ya estoy prácticamente recuperada.
—Ahora tiene que hacer radioterapia. —Sí, pero no me han dicho cuándo empiezo ni las sesiones que tengo. —¿Qué ha sido lo peor de las sesiones de quimio?
—Sobre todo el inicio, saber que me quedaban muchas sesiones por delante, volver al hospital cada vez... Y los días posteriores a las sesiones, el malestar, las náuseas... Sinceramente, pensaba que lo iba a llevar peor y el cuerpo ha respondido muy bien.
—¿Cuántas sesiones ha necesitado? —Ocho. La primera fue el 21 de septiembre y la última fue el lunes 25 de enero. Cuatro meses de quimio.
—¿Y en qué pensaba cuando le tocaba ir al hospital?
—Ya la noche antes, duermes peor, no descansas igual. Y luego está el malestar propio de tener que estar ahí, la analítica, la visita, la sesión, la incertidumbre de si la analítica ha salido bien, que las defensas no salgan bajas... La sesión duraba unas tres horas. Y luego está lo que ves, la gente que está ahí contigo... Es un poco crudo porque ves que algunos empeoran, otros mejoran, llega gente nueva... Son cosas desagradables. Al final, deseas estar tú sola ahí para que no aparezca nadie, eso querría decir que nadie más está pasando por cosas similares, pero por desgracia no es así. —¿Le daba miedo ir al hospital? —No, no, eso sí que no. En ningún momento.
—Leí que principalmente le dio rabia cuando le diagnostican la enfermedad. ¿Tardó mucho en asimilarlo? —Yo soy positiva. Cuando el médico me da el diagnóstico, yo ya había mantenido con él una conversación diez días antes y se habló de la posibilidad del linfoma. Obviamente es algo que no quieres escuchar, es desagradable, pero al estar en preaviso lo asimilé bastante rápido. Enseguida encaré la recuperación con ganas.
—Siempre se dice que estos golpes sirven para darse cuenta de las cosas. —Bueno, sobre todo te enseña a disfrutar del día a día. Con todo lo que está pasando en el mundo, con el tema de la pandemia... Pero yo ya era consciente de muchas cosas. Yo vivo el día a día, sé lo que hay. Uno va haciendo planes y cuando te pasa algo así te frenas, miras el día a día y lo intentas disfrutar mucho más porque uno nunca sabe si se va a curar o no. Hay que ir con calma.
—Dice que uno nunca sabe si se va a curar. ¿Tuvo dudas? ¿Llegó a pensar en la muerte?
—No. La evolución siempre fue buena. Al término de la cuarta sesión me hicieron un pet-tac y me recortaron las sesiones de quimio, todo iba sobre rue