ABC (Castilla y León)

Francina y los problemas

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de su juventud barcelones­a, cuando militó en el autodenomi­nado Bloque de Estudiante­s Independen­tistas. Lo cierto es que no tiene la presidenta balear demasiados problemas para reubicarse donde parece que el sol más le caliente. En el PSOE, por ejemplo, primero fue rubalcabis­ta, cuando mandaba en el partido Pérez Rubalcaba, y luego decidió abrazar el sanchismo que ni Adriana Lastra.

Pero quien guarda, halla y para mandar se vale de una alianza con los separatist­as baleares (llamados MÉS), encantados de que las islas sean una colonia de los Països, a los que Armengol suma los populistas pro referéndum de autodeterm­inación de Podemos. El resultado es la intensific­ación de la estrategia de la izquierda pancatalan­ista contra el castellano, liquidado de la vida administra­tiva pese a ser la lengua habitual de la mayoría de los baleares (50 por ciento frente al 36 del catalán). Ni en época de pandemia ceja el acoso, hasta el punto que anuncia solo en catalán las ayudas al empleo. En la escuela, ni que decir tiene, Baleares ha fulminado el castellano como lengua vehicular.

Poco parece, por tanto, la persecució­n del pobre policía local de Palma que sorprendió a Armengol en el bar. Y menos aún ante el trastazo monumental de la economía de la región, que casi duplica el ya dramático desastre nacional. Baleares cerró 2020 con una caída del 22 por ciento de su PIB, dos puntos más que Canarias partiendo ambas de similares fuentes de ingresos. Atrás queda también el espantoso escándalo de los menores que sufrieron abusos sexuales a cambio de droga estando tutelados, y se supone que protegidos, por la administra­ción. Nunca su tripartito es responsabl­e de nada. Si no hay imágenes, versión alternativ­a o silencio para enterrar el asunto. Y si hay pruebas, la culpa siempre es de otro, bien del agente local en el caso «Barmengol» bien de la Aemet, a la que el Gobierno de Francina cantó las cuarenta en las riadas que asolaron San Lorenzo. Solo en catalán, claro.

Por fin una buena noticia que el gobierno no puede arruinar: Arévalo está saliendo con Malena Gracia.

Que Arévalo esté con Malena es como si el Coyote cogiera por fin al Correcamin­os, como si el calvo de Benny Hill alcanzara a la enfermera. Es un logro suyo, sí, pero un poco de todos y da esperanzas al colectivo. El que la sigue, la consigue.

En una gran entrevista en Lecturas, los dos han presentado su relación. Una bonita historia de amistad y amor maduro en la que Arévalo, que ya era un genio del humor, ha demostrado ir en vanguardia también en nuevas masculinid­ades.

Al terminar su primera noche juntos («divinament­e»), Arévalo se fue a dormir a otra habitación para no molestarla. «Por mis defectos, estaba un poco cortado». Arévalo reconoce así su pudor, que es el de todos. No hace falta ser Arévalo, ni estar ante Malena. Todos somos Arévalo ante Malena, Arévalo cortado. Ante la mujer (la biológica y a veces la de género) surge un pudor que el hombre, ser mayormente feo y hasta horrible, lleva como puede. Cuántos no llegan a la cama con la almohada encima como el kayakista se acerca al río con su piragua… Cuántos no corren a ponerse enseguida el esquijama... Arévalo es caballeros­o y luego se exilia en otro cuarto, como si yacer junto a ella fuera demasiado ¡Como aparcar un 600 al lado de un Lamborghin­i!

Hay más. Malena (lo explica en la entrevista) duerme con cinco mascotas. Algo cada vez más habitual. La mujer va acumulando perros y gatos que la acompañan a la cama como los dragones a la Khalessi. Arévalo lo cuenta. Cuando «juegan a papás y mamás» hay cinco animales mirando. «¡Parece Disney!». El hombre, ante ese nuevo público, ha de convertirs­e en rey de la selva, rugir como un león y recuperar su lugar en el reino animal sin pasarse tampoco no se vaya a arrancar el waku-waku y a tener un disgusto. Luego, cuando la bestia recupera su dimensión humana, hacer como Arévalo, retirarse pudoroso llevándose las carnes de uno hasta el cuarto del niño (que no está porque le toca al padre).

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EFE Francina Armengol durante un pleno del Parlamento balear celebrado en Palma de Mallorca

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