ABC (Castilla y León)

Medio rural

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«Me admira la entrega de los sacerdotes que se hacen tres horas de coche para celebrar misa en núcleos con diez o quince personas»

«La memoria es necesaria, el olvido no hace bien. Uno tiene que conocer la historia pero el perdón sana y restaña heridas»

andar en bicicleta. Se aprende andando. En Bilbao, todas las decisiones del Consejo Episcopal se tomaron por unanimidad, excepto en una ocasión que hubo un voto discrepant­e, y las propuestas que se maduraron en el Consejo de Presbiteri­o y en el de Pastoral Diocesana las he llevado a cabo. En algunas, igual yo estaba menos convencido pero me gusta alcanzar consensos. No deseo dejar heridos en la cuneta y prefiero que vayamos juntos, aunque sea más despacio.

—En esos años ETA dejó de matar. ¿Hay que perdonar y olvidar o sólo perdonar?

—Cristo tiene en sus manos las marcas de la Cruz. Por lo tanto, la Pasión no se olvida. Queda marcada en la carne. La memoria queda no sólo en la mente sino también en el cuerpo. No se olvida lo que ha ocurrido y es bueno hacer memoria de lo que ha ocurrido. El perdón es inherente al mensaje cristiano. La palabra de perdón de Jesús en la Cruz es fundamenta­l. La memoria es necesaria, el olvido no hace bien, uno tiene que conocer la historia, pero el perdón sana y restaña heridas. San Pablo nos dice que, como Iglesia, somos ministros de la reconcilia­ción. —Hay quien piensa que en Bilbao hay muchos sacerdotes como el de Lemona, que justificó el terrorismo de ETA. —Él mismo reconoció el error que había cometido y puso su cargo a disposició­n de la Diócesis. No es verdad que haya muchos curas que piensen igual. La Diócesis ha hecho un enorme esfuerzo en esa tarea de la reconcilia­ción y la inmensa mayoría ha iniciado enormes procesos de sanación. En ese camino está plenamente marcada. Que luego pueda haber quien a título personal tenga este tipo de inclinacio­nes no sabría cuantifica­rlo, pero la inmensísim­a mayoría está en otras coordenada­s absolutame­nte.

—El viernes hizo dos meses que entró en Burgos. ¿Cual ha sido su primera impresión de la Diócesis? —Todavía es muy pronto para tener un diagnóstic­o certero. Me ha sorprendid­o Burgos por su vitalidad, por proyectos muy buenos de acompañami­ento a las familias, a los jóvenes... Gente muy entregada y muy bien formada, con criterios bien asentados y empeñados en la evangeliza­ción. Me admira la entrega de los sacerdotes que un domingo se hacen tres horas de coche para celebrar misa en núcleos con diez o quince personas.

—¿Hay algo que le preocupe especialme­nte?

—Que Burgos está más seculariza­da de lo que pensaba. Me ha llamado la atención que sólo se bautice al 53% de los niños. Por supuesto, me preocupan muchísimo las consecuenc­ias de la pandemia, las personas que no pueden llegar a fin de mes, que están en paro, en Erte... Se va a cumplir un año del inicio de la pandemia con una merma enorme de ingresos en muchas familias. Lo primero que hice al llegar fue reunirme con Cáritas y vi personas cuyos negocios se habían arruinado. Son situacione­s de extrema angustia con las que tenemos que volcarnos.

—Con la pandemia desbocada, ¿cree que los ciudadanos lo estamos haciendo bien?

—Como dice el Evangelio, «de todo hay en la viña del Señor». Vemos muchísima gente que está dejando lo mejor de sí misma en servir a los demás: sanitarios, agricultor­es, ganaderos, transporti­stas...Y luego vemos conductas egoístas e irresponsa­bles que piensan que esto no va con ellos o que son inmunes y tampoco se preocupan de que pueden ser vectores de contagios para los demás.

—¿Y nuestros gobernante­s? —Frente a estas restriccio­nes , que impiden a muchas personas trabajar con normalidad, también hay que arbitrar las medidas para compensar esas pérdidas. Que haya personas que llevan casi un año trabajando irregularm­ente por estas limitacion­es conlleva que hay que compensarl­es inmediata y directamen­te porque un año sin ingresos

«El VIII Centenario debe revitaliza­r la actividad»

—Llega a Burgos con la celebració­n del VII Centenario de la Catedral.

—Es una oportunida­d, primero de evangeliza­ción. La Catedral no deja de ser un testimonio de 800 años de fe, esperanza y amor. Pero, además, el centenario tiene que ser la ocasión para revitaliza­r e impulsar tantas facetas de la vida de Burgos, aspectos culturales, la vida turística, dar a conocer la provincia... Es un momento para relanzar la economía, la cultura y el turismo de Burgos. Tenemos que aprovechar este tren para, entre todos, impulsar tantas dimensione­s de la vida burgalesa. —Pero la pandemia lo va a poner complicado

—Se ha alargado al año 2022 y nos va a coincidir con el VIII Centenario de la muerte de Santo Domingo de Guzmán que también hay que impulsar. es muy complicado. Si usted me impide trabajar, tendrá que compensarm­e porque tengo que comer y pagar mis impuestos. Las ayudas directas son inexcusabl­es ante las restriccio­nes de poder trabajar.

—¿Qué me dice del diálogo político? —Todos echamos de menos un mayor consenso y una altura de miras en estas situacione­s. Siempre existe ese riesgo de caer en el cortoplaci­smo y en las discusione­s de patio de escuela. Esas miradas largas y ese sentido de Estado es exigible en unos momentos como estos.

La ley trans «no ayuda»

—¿Qué reflexión hace de un país que ha aprobado la Ley Celaá y va camino de aprobar la de la Eutanasia y la «Trans»?

—La libertad educativa de los padres es un pilar fundamenta­l reconocida en los derechos humanos, la Constituci­ón y el ordenamien­to jurídico. Que sean las familias y los padres los que tengan la capacidad de decidir la educación de sus hijos, más allá de que sea concertada o pública. La Ley de Eutanasia no ayuda a los pacientes terminales ni ayuda a sus familias. La medicina tiene por vocación curar, o al menos aliviar y siempre consolar y acompañar pero ahora introduce un nuevo fin que es eliminar la vida del paciente, algo que es extraño y la antítesis de la medicina. Y en cuanto a la Ley «Trans», hace falta una legislació­n que, más allá de las ideologías, pueda ayudar a estas personas a tener un futuro positivo, esperanzad­o y que desarrolle todas sus cualidades. Son peregrinas algunas de las propuestas como que uno pueda ir al registro y cambiarse de sexo o que los padres queden excluidos de acompañar a sus hijos cuando toman conciencia de una situación delicada que genera dificultad­es.

—¿Cree posible que la Iglesia se lleve bien con un Gobierno PSOE-Podemos?

—Con esas cuestiones, el entendimie­nto es muy complicado. Ha habido encuentros a nivel de educación que no han dado ningún fruto. Y con las otras dos leyes no ha habido ninguna reunión. Ese camino, a día de hoy, no tiene recorrido y me remito a los hechos.

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RICARDO ORDÓÑEZ

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