Política social
El ministro del Interior asegura que «se cometieron muchos errores de repoblación» Gran Mezquita Los radicales amenazan al rector del templo parisino por favorecer el diálogo con el Estado
Doce meses de pandemia han incrementado de manera inquietante el número de franceses musulmanes que consideran su ley (musulmana) superior a las leyes del Estado y a la propia República, agravando el cáncer, la gangrena del secesionismo islamista. Así culmina un siglo de fallidos intentos de integración, con frecuencia convulsiva. Tras la Batalla de Verdún (1916), el Estado francés tomó la decisión de rendir un gran homenaje nacional a los millares de musulmanes muertos en los ejércitos franceses o aliados próximos. Diez años más tarde, el presidente Gaston Doumergue y el sultán de Marruecos, Youssef ben Hassan, inauguraron solemnemente la Gran Mezquita de París, la más importante de Francia. Casi un siglo después, el rector de esa gran mezquita, Chems-Eddine Hafiz, está amenazado de muerte por los islamistas franceses, que lo consideran un enemigo por intentar favorecer el diálogo con el Estado.
En la misma estela original del reconocimiento y homenaje a los musulmanes que murieron en los campos de batalla como soldados franceses, el Estado construyó e inauguró de manera solemne, en 1935, el hospital franco-musulmán «Avicena», en Bobigny, la «banlieue» (suburbios) del norte de París. El centro tomó el nombre de Avicena, el sabio y médico medieval persa, a quien
Francia rendía homenaje nacional. Ochenta y seis años más tarde, Bobigny, donde se encuentra ese hospital franco-musulmán, en la avenida de Stalingrado, se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos de Francia. Tras la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción nacional favoreció la llegada de sucesivas oleadas de inmigrantes que culminaron, en 1974, con la adopción de leyes que favorecían el reagrupamiento familiar. Las reivindicaciones culturales y religiosas comenzaron a crecer para desembocar, en 1989, con el estallido de las primeras crisis del velo islámico.
Ya en 2016, un 47 por ciento de los cinco a siete millones de franceses de confesión musulmana consideraban que la sharia, el cuerpo de doctrina islámica, el código que rige las normas de vida, modos de culto y reglas morales de los musulmanes, es superior a las leyes y la matriz institucional y jurídica del Estado. A finales de 2019 y principios de 2020, Emmanuel Macron comenzó a denunciar las amenazas del «separatismo religioso y cultural». Esa terminología clínica todavía no nombraba abiertamente al islam, hasta que los atentados islamistas del otoño pasado transformaron oficialmente el «separatismo religioso» en «gangrena islamista, amenazante para la República, el Estado».
Gérald Darmanin, ministro del Interior, defiende ahora ante la Asamblea Nacional un proyecto de ley destinado a defender los principios de la República, y explica el crecimiento de la amenaza/gangrena islamista durante la pandemia de este modo: «Muchos barrios de la “banlieue” llevan años contagiándose de la barbarie islamista. Se cometieron muchos errores urbanísticos y de repoblación, con muchos pisos sociales. La inmigración continuó llegando a los mismos barrios, creando inmensos problemas de todo tipo». Según Darmanin, «presentándose como defensores de la solidaridad y el humanismo, los islamistas han tomado el poder en muchos territorios. En muchos suburbios de Francia es hoy posible vivir, al cien por ciento, desde el nacimiento hasta la muerte, según las normas islámicas, recibiendo educación, contrayendo matrimonio, incluso recibiendo cuidados médicos, según las normas que imponen los islamistas. La ley que deberán aprobar la Asamblea Nacional y el Senado tiene por objetivo combatir esa gangrena que ha crecido de manera inquietante».
El proyecto de ley destinado a defender los principios de la República ha